OPINIÓN

ESCALA CRÍTICA

AMLO y la 4T en clave cultural: cambio pacífico, comentocracia y justicia social
04/09/2024

AMLO dice que no es monedita de oro. Ni su paso es miel sobre hojuelas.

Comprobado, aunque no es recomendable para el análisis: la figura del Presidente Andrés Manuel López Obrador no admite medias tintas. Blanco o negro. Tómelo o déjelo. La polarización lo acompaña y las emociones son intensas en simpatizantes y adversarios. Recordemos que AMLO, en parte, propicia la narrativa de actores políticos como bloques. Maneja con habilidad alinear a sus adversarios para aplicarles el mismo enfoque. Unos lo acusan de reduccionista/populista, mientras otros hablan de franqueza y tono popular.

AMLO dice que no es monedita de oro. Ni su paso es miel sobre hojuelas.    

CRISTALES DEL SEXTO INFORME

VEAMOS declaraciones que contrastan en su valoración sobre AMLO y el sexenio que termina. “La gente sintió que AMLO no les había fallado”, sostuvo Rafael Barajas, El Fisgón, caricaturista y miembro del Comité de Formación de Cuadros de Morena. Aquí, desde la cercanía/AMLO, existe subjetividad simbólica a resaltar: no todo lo que cuenta en política se puede medir vía encuestas. Hay poderes inmateriales que no se ven y pesan. AMLO en su trayectoria pública buscó siempre una conexión popular profunda. Sin entender esto los opositores no podrán contrarrestarlo. No pudieron.

La otra cara: “usted, por seis años, ha sido un poeta del insulto”, lanzó Ciro Gómez Leyva a López Obrador. Duelo mediático incesante. “Serénese”, dicen ambos cuando la cuerda se tensa. Mucho se habló sobre la (im)pertinencia de estos conflictos entre AMLO y periodistas/opinadores. “No tiene caso arriesgar la investidura con actores menores”, evaluó Jacques Coste; “AMLO domó a la jauría mediática”, reviró Armando Rocha. A la podadora de la mañanera, visto lo visto, no le importó el tamaño de los adversarios ni repercusiones sociales. Piel gruesa.  

El historiador Lorenzo Meyer, afín a la lucha social 4T, fue certero en un pendiente: “se habla mucho de que disminuyó la pobreza extrema, pero nada se dice sobre la riqueza extrema”. Las fortunas de 100 mil millones de dólares siguen creciendo. ¿Alguna idea desde el segundo piso 4T?

Carlos Loret de Mola sorprendió con texto de inicio elogioso (3/9/2024): “¿Pienso que todo es malo? No. Creo que es un logro monumental haber sacado a 9 millones de personas de la pobreza, haber casi triplicado el salario mínimo sin desatar la inflación, haber mantenido la estabilidad económica seis años y concretar la renovación del TMEC. No escatimo un ápice esos logros”. Luego, faltaba más, volvió al tono destemplado.    

Lección periodística posible: los matices fortalecen el análisis.

CULTURA Y GENERACIONES

QUIERO referirme al Presidente Andrés Manuel López Obrador y al Movimiento de Regeneración Nacional desde la perspectiva cultural. Los cambios culturales se despliegan de forma silenciosa, en el día a día, sin estridencia, aunque con firmeza y claridad de miras en torno a ideas sobre lo que puede ser el bien común. Un ejemplo de lo profundo y certero que puede ser el impulso político desde la cultura lo dio en Tabasco el gobierno de Enrique González Pedrero (1983-1987).

Lo vemos en la perspectiva histórica. Los individuos construyen así un ambiente social diferente al que habitaban. No es éste o aquél otro individuo, sino la suma de ideas que se conectan de generación en generación. José María Morelos y Pavón, Ricardo y Enrique Flores Magón, Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Lázaro Cárdenas, Julio Scherer, Octavio Paz y Carlos Monsiváis, entre otros individuos valiosos, participan del cambio cultural en el México del siglo XXI, aunque no estén presentes.

El cambio cultural, visto como proceso destilado por el tiempo, no es resultado del esfuerzo de una generación, aunque una generación determinada puede concretar ese cambio en forma de acciones sociales y políticas gubernamentales.

En este sentido, AMLO y su generación encarnan un cambio cultural de proporciones históricas: visualizar cambios políticos cruciales en México de forma pacífica y ejecutarlos con el aval democrático de las urnas. Hubo, como usted sabe, grupos que acudieron a las armas en la desesperación y el sacrificio para abrir la caparazón del viejo sistema.

Esto no se tuvo en otras generaciones, aunque debemos precisar a cuál generación pertenece AMLO. Pongamos los nacidos entre 1950 y 1975, para abarcar 25 años, pues la sociología ubica 4 generaciones por siglo.  

¿Hay riesgos de autoritarismo, hoy?

Veamos: la democracia participativa permite una igualación entre ciudadanos de estatus económico diverso; la democracia representativa genera desde las urnas mayoría hegemónica o negociaciones políticas; la democracia mediática construye narrativas que reflejan un clima de opinión pública para influir en la conversación y la toma de decisiones. En México, luego del primer sexenio de un gobierno emanado de la izquierda social, no han desaparecido estos rasgos de corte democrático.      

“El Presidente López Obrador logró mantener la esperanza, disminuir la pobreza y cambiar el régimen político”, valoró Roy Campos, director de Consulta Mitofsky, sin sospechas de simpatías 4T.   

Pasó el tiempo. 2018-2024. Seis años después, el cambio pacífico de régimen en México es hecho aceptado en la discusión pública. Poco a poco politólogos, periodistas y otros actores sociales, se ajustan a la nueva realidad. Otros, dice Campos, perseveran en el error: “los que odian al Presidente no entienden que los que lo aman cierran filas, porque lo defienden ante quienes lo atacan”. No captan el cambio cultural que pasó ante sus ojos. Hay otros miradores.                           

(vmsamano@hotmail.com)

                                    





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