OPINIÓN

¿Y de ahí?
18/03/2025

Teuchitlán y los desaparecidos, urgente respuesta ante el crimen sistematizado

Conforme la noticia va permeando, la conciencia de que en México ha habido campos de exterminio desde hace años se profundiza. Campos de exterminio, un concepto asociado a los nazis, que en México ha implementado la delincuencia organizada para otros fines, salvadas las proporciones de escala y contexto, con muchas similitudes. Bajo engaños, para explotar a las víctimas, romper su humanidad a punta de someterlos con violencia a condiciones difíciles de imaginar, para exterminar y deshacerse de quienes consideran que no les sirven.

Los campos de exterminio implican un grado de organización y sistematización imposibles para una persona o un grupo pequeño. La conclusión lógica es ineludible: no es posible operar un campo así, con cientos de víctimas, durante varios años, sin que las autoridades se den cuenta. Mientras los nazis implementaron los campos de exterminio directamente desde el gobierno, la delincuencia organizada lo ha hecho con el consentimiento implícito de gobiernos y servidores públicos que decidieron solaparlos.

¿Qué se necesita para combatir la delincuencia organizada? Se ha propuesto una mejor policía, se creó la Guardia Nacional que sustituyó a la Policía Federal, con características que se han planteado como mejoras. Están bajo un mando militar, son militares muchos de ellos, son primeros respondientes en caso de delito y ahora, tras la reforma de diciembre pasado, también tienen facultad de investigar (tarea antes reservada a los agentes de la policía federal ministerial). Una superpolicía.

El rancho Izaguirre en Teuchitlán fue cateado en septiembre del año pasado por elementos de la Guardia Nacional y del Ejército Mexicano. Entonces, detuvieron a diez personas y liberaron a dos que estaban secuestradas. A pesar de contar con esos elementos, fueron organizaciones de familiares de desaparecidos, Guerreros Buscadores de Jalisco, quienes a partir de reiteradas llamadas anónimas entraron al sitio y encontraron cientos de zapatos, ropa, listas de víctimas registradas con apodos. Otro colectivo, el de Madres Buscadoras de Jalisco, también había hallado después del operativo de septiembre indicios, pero no habían trascendido. Hacían falta las imágenes que estremecieron al país.

A la luz de estos hechos, cabe la duda de si esfuerzo institucional y las concesiones hechas conformar la Guardia Nacional son redituables, cuando es la sociedad civil, los familiares de las víctimas, quienes tienen que organizarse para buscar ahí donde las autoridades no encontraron más nada. Contrastan las disposiciones de la más reciente reforma a la Ley de Seguridad Nacional y el Sistema Nacional de Información, que otorga a las autoridades de todos los niveles más herramientas de investigación tecnológica y acceso a datos personales sin rendición de cuentas, frente a la realidad de simples ciudadanos, madres, padres, hermanos, orillados a una búsqueda arriesgada, sin más herramientas que un pico y una pala, que aún así encuentran lo que todas las autoridades han pasado por alto. ¿No será que lo que falta es voluntad de poner fin al horror?

Ahora que el caso Teuchitlán lo atrae la Fiscalía General de la República, lo mínimo que esperan las familias que buscan a un desaparecido es tener respuestas. Que se puedan identificar los restos, documentar adecuadamente. Que no se repita lo que ocurrió en el tan criticado sexenio de Felipe Calderón, cuando ante el hallazgo de las fosas en San Fernando, Tamaulipas, que revelaron masacres de grandes dimensiones y el sometimiento de localidades enteras, la respuesta de las autoridades fue desaparecer toda evidencia y guardar silencio. O sea, volver a desaparecer a los desaparecidos.

El tema va más allá de simples afinidades políticas, los campos de exterminio no son una cuestión a favor o en contra de partidos o personas. Reflejan un fracaso social que nos implica a todos. Por no ser capaces de crear oportunidades dignas de empleo. Por tolerar la delincuencia organizada. Por callar. No ahora sino desde hace años. Por no tomar en cuenta a los familiares de las víctimas.

En el mejor de los casos, es la oportunidad para demostrar si son diferentes y qué tanto lo son. Se tendrá que investigar bien, ofrecer resultados pronto. En este y en los demás casos. No hay otro modo de recuperar la confianza de los ciudadanos ni de salir del círculo del infierno en el que parecemos entrampados.





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