OPINIÓN

Plano tangente Ganado feliz
24/03/2025

Los sistemas agroalimentarios ganaderos contribuyen de manera importante a las culturas y los medios de vida de todo el mundo, pero también vienen con el 12% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) de origen antropogénico (FAO, 2023).

Los sistemas agroalimentarios ganaderos contribuyen de manera importante a las culturas y los medios de vida de todo el mundo, pero también vienen con el 12% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) de origen antropogénico (FAO, 2023). Los esfuerzos y compromisos para cuantificar y mitigar estas emisiones han pasado a primer plano en la política agrícola. Los estudios proponen reducciones de emisiones mediante cambios en la alimentación, la crianza y el manejo (Rosa y Gabrielli, 2023). Sin embargo, estas soluciones a menudo pasan por alto el bienestar animal, lo que puede ocultar compensaciones perjudiciales. Por ejemplo, se ha propuesto aumentar la proporción de carbohidratos fermentables en las dietas de los rumiantes como una estrategia eficaz para impulsar la productividad y reducir las emisiones de metano entérico (CH4). Sin embargo, esto también podría aumentar el riesgo de acidosis ruminal debido a una reducción del pH.

El paralelismo necesario entre las curvas de crecimiento de la población humana y la producción de alimentos ha sido un argumento añejo para priorizar la productividad en animales de granja bajo sistemas intensivos de producción. Sin embargo, en sistemas de producción intensiva, la salud y el bienestar de los animales domésticos son cuestionables desde el punto de vista anatómico, fisiológico y conductual. Por lo tanto, las discusiones éticas son cada vez más frecuentes, aunque muy a menudo están débilmente o mal documentadas a nivel público. Por lo general, el bienestar animal se aborda en términos simples como "los animales están comiendo, creciendo y produciendo"; pero esto no refleja adecuadamente la salud y las funciones metabólicas adecuadas.

Algunas investigaciones han demostrado que el bienestar animal se correlaciona positivamente con la eficiencia de la producción (Llonch et al., 2018), lo que sugiere que las mejoras en el bienestar pueden respaldar inherentemente los objetivos de reducción de emisiones. Por ejemplo, el estrés por calor, la rinotraqueítis infecciosa bovina y la mastitis aumentan la intensidad de las emisiones (IE) en kilogramos de CO2 equivalente (CO2eq) de productos cárnicos vacunos y de oveja. No obstante, la mayoría de los estudios se han centrado en la salud animal, que es un aspecto crucial del bienestar, pero no lo abarca en su totalidad, pasando por alto otros dominios como el medio ambiente, la nutrición, el comportamiento y el estado mental (Mellor et al., 2020).

Abordar estos aspectos más amplios del bienestar es vital para una comprensión holística de las conexiones entre la calidad de vida del animal, su productividad y las emisiones de GEI. Estos tres pilares deben estar en un equilibrio que no descuide ni sacrifique ninguno de ellos. Además, se destaca que los sistemas de confinamiento estricto no cuentan con el apoyo del público, que demanda métodos de producción que permitan a los animales comportarse de forma natural, estando dispuestos incluso a pagar un precio superior por productos que respeten estos criterios.

Las proyecciones globales muestran que las mejoras en el bienestar animal podrían llevar a una reducción del 10% en las emisiones de GEI para 2050 (FAO, 2023). Para promover de manera efectiva estrategias de mitigación específicas y holísticas en todos los sectores ganaderos, es crucial proporcionar evidencia y profundizar nuestra comprensión de cómo podrían adaptarse a los diferentes contextos productivos y abordar los desafíos específicos del sector.

En América Latina, el bienestar animal también está ganando relevancia, especialmente en países productores de carne de bovino como México, Uruguay y Brasil. Un estudio en México mostró que los consumidores están interesados en los temas de bienestar animal y sus implicaciones éticas, sociológicas y económicas, con un alto nivel de empatía hacia los sentimientos y emociones de los animales. La mayoría expresó disposición a pagar más por productos certificados, principalmente por beneficios en calidad del producto y salud humana, aunque demandan más información y regulaciones claras.

La creciente importancia del bienestar animal está impulsando cambios en la industria, con empresas respondiendo a la presión de los consumidores y organizaciones de bienestar animal. En EE. UU., el 57% de los consumidores elegirían restaurantes que sirvan productos certificados de bienestar y estarían dispuestos a pagar al menos 5 USD adicionales por plato, lo que indica un mercado en expansión para productos certificados.

La ganadería es otro de los tantos sectores productivos que están experimentando una gran revolución de paradigmas. Como en tantos otros campos, resulta que limitarse a ver por lo más ´económico´ es contraproducente. Las empresas y los gobiernos deben responder con mayor transparencia, certificaciones claras y educación al consumidor para satisfacer estas demandas, especialmente en un contexto global donde las generaciones jóvenes y los mercados emergentes están impulsando el cambio. Hay intención de la gente por trasladarse a un consumo más responsable, pero se necesitan estudios que comprendan las implicaciones de una producción sostenible y una garantía de que se está realizando. 

jorgequirozcasanova@gmail.com





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