San Juan
28/03/2025
Entre lo verosímil y lo real
La verdadera fortaleza de un pueblo no radica en todo lo que puede alcanzar gracias a la magnitud de sus deudas, sino en su sabiduría para gestionar lo que posee y forjar la unidad. Al menos, esa es la conclusión que se desprende del siguiente relato.
En una remota planicie, dentro de un país acechado por amenazas externas que comprometían su economía, se hallaba el pequeño municipio de San Juan. Enclavado en la ribera de caudalosos ríos, había logrado destacar entre las ciudades vecinas por su notable capacidad para prosperar en medio de la adversidad.
Mientras en otras poblaciones la desesperanza se arraigaba profundamente, en San Juan emergía un líder visionario que había dedicado su vida al trabajo: Yair Ortega.
Metódico y disciplinado, Ortega era un lector acucioso de la magistral obra del poeta y novelista francés Victor Hugo, "Los Miserables". En sus páginas encontró una fuente inagotable de inspiración: la historia de Jean Valjean, quien, tras sufrir la persecución de la justicia y pasar años en prisión por robar un trozo de pan para alimentar a su hermana y a sus sobrinos, logró convertirse en alcalde de una pequeña localidad, a la que pudo transformar enarbolando los principios de igualdad, solidaridad y compromiso social.
Cuando don Yair (que en hebreo significa "el elegido por los dioses") asumió la alcaldía, San Juan atravesaba una crisis severa: la mayor parte del erario estaba comprometido en deudas y el rezago social era alarmante. Los fondos públicos no llegaban a su destino, y las participaciones del gobierno central habían sido mal administradas por gestiones anteriores.
En lugar de perpetuar la práctica de adquirir préstamos y comprometer aún más el porvenir de su pueblo, don Yair impulsó reformas audaces. Su objetivo no era solo reducir la deuda, sino también aumentar los ingresos municipales mediante una administración eficiente. Su premisa era clara: no se debía permitir que la deuda hipotecara el futuro de los sanjuanenses, sino que el gobierno debía ser capaz de generar los recursos necesarios para su propio bienestar.
La estrategia clave fue diversificar la inversión en obras y servicios de impacto colectivo: infraestructura, agua potable y caminos, junto con programas de desarrollo social y capacitación laboral, especialmente para las mujeres en situación vulnerable.
Creó, además, un sistema de trabajo comunitario en el que cada habitante debía contribuir con un día de tequio al mes para mejorar calles, escuelas y sistemas de riego. Al principio, muchos consideraron esta iniciativa utópica, pero pronto demostró ser un éxito rotundo. La comunidad comenzó a sentirse parte activa del gobierno local, y los resultados no tardaron en reflejarse.
En pocos años, San Juan pasó de ser un municipio endeudado a convertirse en un referente de autosuficiencia y crecimiento. Los ingresos municipales aumentaron progresivamente, al igual que las mejoras en los servicios públicos.
ANCLAJE REAL
Al igual que el pueblo de San Juan, hoy el municipio de Centro, Tabasco, se distingue como uno de los menos endeudados del país.
El Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión lo ubica en el cuarto lugar nacional entre los municipios con menor afectación de sus participaciones federales como garantía de pago de deuda, con solo un 12.1%. Este porcentaje refleja una gestión financiera prudente, que ha permitido al gobierno municipal, encabezado por Yolanda Osuna Huerta, destinar la mayor parte de sus recursos a inversión, infraestructura y servicios públicos. Así se consolida un ciclo virtuoso de inversión, crecimiento y bienestar social.
La historia de Centro demuestra que un municipio puede superar desafíos financieros mediante políticas públicas responsables. Poner en el centro los intereses de los ciudadanos es el primer paso hacia experiencias inspiradoras. Ahí es cuando el dato, literalmente, mata el relato.
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