Poder Político
07/04/2025
Desafiante
El disruptivo cambio de paradigma en la geoeconomía a partir de una irracional política por parte de la presidencia de los Estados Unidos incluso a sus socios del TMEC; en el caso doméstico mexicano hay una obligación corresponsable de la clase cogobernante, así como la económica y entre las colectividades sociales con el propósito común de arraigar una próspera subsistencia sostenida.
Entre los impactos negativos consecuentes con la imposición mundial de impuestos exorbitantes para «hacer grande a América» al cobijo de un trasnochado proteccionismo, Donal Trump provocó una erosión del estatus quo en la economía, al afectar las cadenas de valor aparejada con el cierre de fuentes de trabajo que empuja a engrosar el empobrecimiento sobre todo de la estructura social marginada de la justicia social.
El resquebrajamiento del orden global acelera la guerra comercial asociada a la bélica liderada por los Estados Unidos de América y la República Popular de China, habida cuenta que el acecho del país de occidente le impuso en global 54 por ciento de aranceles que no resiste ninguna nación, motivo por el que de Asia se respondió igual con la misma carga de impuestos.
Las consecuencias en los tiempos y circunstancias actuales serán mayúsculas de una inicial depresión encausada a una inminente crisis que superará al «Crac de 1029», iniciada con el desplome de las bolsas de valores y el freno de las inversiones; de inmediato las afectaciones se acentuaron en los mercados bursátiles del orbe, aún más en el europeo y el estadounidense, este creyéndose protegido.
Le guste o no, el presidente Donald Trump deberá recular su perniciosa decisión a la par de establecer reglas comerciales justas en la geoeconomía, con la consideración de transformar igual las reglas del juego en los organismos internacionales como la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial y el Banco Interamericano para el Desarrollo, además de restablecer en la ONU los principios que de origen le dieron sustento.
El jefe de estado de una potencia ya no tan preponderante deberá repensar que esta investidura genuinamente política no va con su erróneo propósito de forzar la prosperidad de sus connacionales, con el agregado de obtener todo el provecho personal y faccioso de una renta que en rol empresarial no la logró. Las intenciones nunca han sido de beneficiar sino de beneficiarse.
En México debe desecharse la ridiculez de mantener separada la economía de la política gubernamental, cuando que ambos se necesitan y deben coexistir bajo el paraguas de hacer una sinergia orientada al objetivo de armonizar los esfuerzos en el cumplimiento de sus respectivos roles.
La administración pública presidencial tiene entre sus atribuciones fomentar y ser facilitador de las inversiones que en este caso le corresponden al empresariado, con los incentivos fiscales justos que le permitan tener una exponencial ganancia entre los jugadores, incluida la base de trabajadores. El gobierno debe entender que no es lo suyo ser juez y parte; el caso de la aerolínea Mexicana de Aviación es un botón de muestra de fracaso, así como el control absoluto del suministro eléctrico cuando su obligación constitucional se circunscribe al abasto a los hogares, no a las unidades de negocios.
Sobre el entramado de la soberanía económica, social y alimentaria, de una sostenida justicia social a todos los estratos sociales, el «Plan México» deberá entenderse como la base para desplegar una vertebración de gran visión y alcances llevados a la realidad, de las buenas intenciones a la realidad. El Consejo Empresarial Asesor deberá convocar a sesiones de trabajo periódicas para evaluar los avances, fortalecer y corregir lo que amerite.
Por supuesto que la principal de las apuestas deberá partir de rescatar la economía primaria, rescatar e impulsar las actividades agropecuarias para el autoconsumo de sus comunidades y hacia el país, que debe armonizarse con las industrias, la economía secundaria, que les dará en común una exponencial plusvalía de ganancias. El campo olvidado por décadas debe ser otra vez el centro del engranaje de una nación autosuficiente y abierta al libre mercado inherente a la globalización.
Bienvenida la relocalización de las empresas a México, pero igual tiene que explotarse la beta turística, detonar la atracción hacia el basto polo ecoturístico, arqueológico y de playas, que son polos naturales de visitantes nacionales y los extranjeros; con el agregado de modernizar la infraestructura. Acapulco, reconocido en el mundo, debe ser rescatado de la destrucción causadas por dos fenómenos naturales.
El Oficialismo en sus 3 niveles de gobierno debe reflexionar la pertinencia de hacer a un lado la ancestral costumbre de los estigmas ideológicos a toda acción que son su responsabilidad, proveer la justicia social sin objetivos.
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