Poder Político
Este 20 de enero Donald Trump, con una mano sobre la biblia y la otra alzada, juramentará por segunda ocasión como presidente de los Estados Unidos de América.
Aunque ya ejercía la gobernanza de facto luego de que esa noche del 5 de noviembre conoció en su favor el resultado abrumador en el colegio electoral y en el voto popular, será este 20 de enero cuando Donald Trump, con una mano sobre la biblia y la otra alzada, juramentará por segunda ocasión como Presidente de los Estados Unidos de América, acto constitucional después del cual asumirá con extrema postura radical decisiones por cumplirle a sus votantes, orientada su mirada hacia el villano favorito en campaña; el vecino Estados Unidos Mexicanos, vendido en campaña como responsable de sus desgracias económicas y sociales.
La inmediata firma rubricada en más de 100 decretos destaca como prioritarios los catalogados como de «seguridad fronteriza, deportaciones y otras prioridades políticas que repercutirán en el vecino país del sur»; implicadas las organizaciones asociadas al tráfico de drogas que tendrán el carácter de terroristas.
Con una evidente sinrazón y desquiciante psicología fascista del dictador italiano Benito Mussolini, en lo absoluto no es gratuito que Donald Trump haya optado por tener una fotografía oficial con un semblante que transmite justo eso; sin recato alguno para imponer su visceral investidura, la del presidente del país más poderoso e influyente en una geopolítica doblegada, a merced de su mezquindad oligárquica.
En política no hay casualidades sino causalidades, en este caso el nacionalismo tergiversado de Trump, una postura dicotómica de mostrar ante el orbe a un Estados Unidos de América poderoso y víctima; como para pretender que el Golfo de México deje de denominarse así incluso desde antes arraigarse las 13 colonias inglesas que le dieron origen; sumado al reclamo de una bilateral balanza comercial a favor de su principal socio en el TMEC; motivo por el cual sustenta la imposición de aranceles, además de presionar con estos para que acá se combata el tráfico de migrantes y de drogas, sin asumir corresponsabilidad alguna.
En el continente, con la sumisa reunión que tuvo con Justin Trudeau, primer ministro de Canadá visibilizó al país como el «estado 51» de la Unión Americana en una campaña discursiva, llevado también a su plataforma Truth Social, situación que representó la cereza para la renuncia de su gobernante. A este conflicto multilateral se suma la pretensión por retomar el control del Canal de Panamá y apropiarse de Groenlandia, territorio de Dinamarca.
En México hay un nerviosismo de gran calado que le impide a la clase cogobernante unida, oficialismo y oposición, procesar con cabeza fría una estrategia en la que no encuadra la coyuntura de responder con la imposición de aranceles; cuando toda táctica debe correr sobre los rieles de jugar de manera asertiva con la actitud de supremacía inquisitoria, de tirano, enmarcada con la fotografía oficial que se tendrá colgada desde ahora en la oficina oval de la Casa Blanca, así como en todas las sedes de gobierno y en las embajadas.
Un principio de intención para establecer el diálogo de conciliar sin abdicar por parte de la Presidencia de la República se dio con la presentación del «Plan México, Estrategia Nacional de Industrialización y Prosperidad Compartida» presentado en la esplanada del Museo Nacional de Antropología e Historia por el «Consejo de Desarrollo Económico Regional y Relocalización», que preside la empresaria Altagracia Gómez Sierra; con el objetivo de aprovechar el fenómeno del «nearshoring», aparejado con sentar las bases en la renegociación del TMEC ante una eventual intentona de Trump incluso de disolverlo, un riesgo que se incrementaría si Canadá los conservadores ganan la elección para Primer Ministro que aún posee el Partido Liberal en la persona de Justin Trudeau.
Igual se fijó como objetivo de limitar la participación de China en la cadena de valor, al ser la nación asiática principal rival geopolítico para el país que en su bandera tiene 13 barras, el mismo número de colonias inglesas que le dieron origen, y las 50 estrellas que representan a las entidades locales que lo integran.
Sin embargo, Donald Trump tiene un hándicap en el Capitolio, en donde residen la Cámara de Representantes y el senado que aun cuando es de mayoría republicana no necesariamente se doblega con intimidatorias amenazas, como cuando optó por validar el presupuesto para este 2025, enviado por el demócrata Joe Biden que termina hoy su gestión. En su regreso a la presidencia tendrá igual un muro en contra que frenará sus caprichos.