Café y balcón
10/03/2025
MIRO UNAS FOTOGRAFÍAS. Me he detenido en ellas por lo que se ve en el breve recuadro.
El asunto es o parece simple: una persona toma algo que bien pudiera ser café, o té, sentada en un balcón, se supone acaso cafetería. Son distintas fotos, distintos escenarios, distintas personas. Toman café. Están sentadas en un balcón. Y más bien parece balcón de hotel o de departamento. No de cafetería.
UNE A LAS FOTOS NO SOLO que aparece una persona. Que están en balcón. Y que toman algo parecido a café. Sino que el balcón está en un edificio al parecer bombardeado, derruido. Y permanece como en ruina. No interrumpo el silencio que se capta. No se ve que estén hablando solos. No se miran más personas a su alrededor. O que traten de comunicarse con alguien fuera de cuadro (salvo en una).
ES UNA ESCENA SIMPLE. Y hasta común. No hay más. Y ensimismada, la persona transmite tranquilidad. No soledad, aunque está y permanece sola. Algunas son a blanco y negro y otras a color, que no las diferencia ni eso. Permanecen. Nadie escapa del instante de las fotografías. Congelados quedamos en la imagen. En estas y cualesquiera otras. Nos hemos detenido en el tiempo.
INDISTINTAS SUS PREFERENCIAS, GUSTOS. La edad se percibe arriba de los 30, en todo caso. Cada una tiene su historia. Va con ellas en ese instante de las fotos. E irá aún más allá cuando se termine la pose, cuando se retire fotógrafo y modelos. Nadie se desprende de su pasado, de sus historias. Es lo que somos, lo que nos define. Lo que nos perfila. "Ha quedado bien". "Y se logró en pocas tomas". Y ambos se van a tomar otro café. O se despiden y aquí se rompió una tasa, y cada quien para su casa.
FRENTE A LA IMAGEN, ESTÁ QUIEN LA CAPTA. En este caso somos nosotros mismos, los espectadores. O acaso en ese instante somos dioses. La misma persona de la foto es el omnisciente. Queremos que nos cuente lo que piensa, lo que sueña, como se siente. A dónde irá después. ¿Y su familia? ¿Sus amigas y amigos? Su amor o la desdicha que le aqueja. Queremos saber, no por morbo. Porque nosotros mismos no encontramos respuestas a las preguntas de siempre.
¿TE HAS PUESTO A PENSAR que vienes de un lugar y vas a otro? ¿Que el momento del café es el descanso en la brega de la vida? ¿Que es necesario detenerse para luego emprender el camino de nuevo? Yo pienso. Yo he ido a cafés. Y a veces estoy solo. A veces acompañado. Disfruto tanto la soledad como la compañía. No me aburren los temas, por más que me sean lejanos. Trato no de comprender a los otros (que también, sí) sino a mi mismo. Porque siempre me miro en los otros como si fuera un espejo donde me miro.
ES POCO COMÚN MIRARLOS SOLOS. Por lo regular es común mirarlos y mirarlas en compañía. El café se presta para eso. Tomar café tiene sus connotaciones. La mayoría no puede ir. Otras ocupaciones les mueven, y otras limitaciones se lo impiden. El caso en estas fotografías es que miro las imágenes: mujer, café, balcón, edificio semidestruido. El tiempo o bomba. Cualquier circunstancia le permite estar en pie. Erguido el edificio entre los escombros. Como la vida misma.
HAY ESCENAS DE GUERRAS que transmiten por televisión, que se perciben lejanas. Tanto daño, tanto dolor, tanta destrucción. Hay guerras que libramos en nuestro interior, de otro tipo, claro. Quizá se vinculen en algo: es el mismo tiempo y el mismo planeta que habitamos. Y en medio de todo eso es preciso detenerse y pensar. Pensar lo que sea. Y tomar un café o té. Solos o en compañía. Y ver qué hay detrás, delante, y alrededor de todo esto. El vuelo de una mariposa es capaz de causar un terremoto en el otro extremo del planeta. Se dice.
LLEGA EL INSTANTE EN QUE SE TERMINA EL CAFÉ. Sean uno dos que hemos tomado. Y pedimos la cuenta. la vida sigue. Y hay continuidad en los instantes. Concatenados unos y otros, nos llevan a lo que sigue. Es probable que no sepamos qué: si a un amor, a la cama, a la sala de un consultorio médico, a una biblioteca, o a filmar la siguiente escena. A vivir la siguiente escena. A pasar de un sueño a otro. O tenemos cita para entrevista del trabajo. O solo teníamos media hora a la mitad de la jornada laboral. Y salimos a tomar café.
YO ESTUVE ANTES EN ESE BALCÓN. Yo tomé café. Yo pensé en lo que hago, mis derroteros, mi destino. Yo miraba hacia la calle, desde el plano del segundo, tercer o quinto piso. Miraba seres con prisas, atravesando la calle, aprovechando el verde del semáforo. Los miré detenidos en el rojo y el fluir de autos. Luego vi que llegó ella a una mesa cercana. Pensé iluso en invitarle un café y acompañarla todo el tiempo, o mientras llegaba la persona con la que se había citado. No me atreví. Pedí la cuenta y salí. Sonreí y dije con permiso. Y me fui.
DEJA UN COMENTARIO