Cenizas y hojarasca
03/03/2025
REUNIR HOJAS, LIBROS, CUADERNOS, es una buena costumbre. De hecho lo es, y debe ser una de las más humanas.
Es buscar aliento en el desaliento, es buscar tibieza en el frío, es cargarse de energías en colectivo. Ese afán de estar juntos viene de nuestra especie. Erguidos y juntos, soñadores con anhelos y planes de viaje. El camino siempre estará a la espera.
SOMOS VIAJEROS EN NOSOTROS MISMOS y para nosotros mismos. Dar un paso es ya estar en viaje. No sabes para dónde, aunque sabemos cuándo, y quizá tampoco sepamos el por qué o para qué, si hay un destino, punto de llegada. Lo cierto es que el viaje sigue. Me asomo por la ventana del bus o tren y miro los árboles pasar raudos.
¿QUÉ NOS HA PASADO en el transcurso de los años? Que seguimos siendo testigos de nuestra existencia. Con vaivenes pasionales, tormentas angustiantes y el amor y la amistad como paliativos. Seres creativos, pasivos, observadores, indiferentes. Todos en el mismo tren.
¿QUÉ NOS HA PASADO en nuestro interior? Que con el paso de los años valoramos más lo pequeño. Que lo grandilocuente nos es ajeno. Que dejamos atrás el afán de gritarnos, de intentar convencernos de que la razón está de nuestro lado. Ahora escucho más y hablo menos. Ahora me da por reírme de cualquier cosa, hasta de manera exagerada. La fama es solo un concepto dañino del pasado.
PONÍA ESCUDOS ANTE LOS DEMÁS. Trataba de despedirlos rápido en la plática. Cerraba la puerta con tres candados. Y apenas me asomaba por las rendijas para ver si se mantenía brillante el sol, si la lluvia ya había amainado. Y a tiempo descubrí de la necesidad de abrir las puertas y salir a constatar si la luz es realmente la luz y si la lluvia moja. (Es un decir).
ALGO DE EXPERIENCIA ES NECESARIA, nunca suficiente. Siempre hay oportunidad de aprender más. Los años nos van cubriendo. Nos vamos despidiendo del cuerpo. Y la juventud se mantiene en el pensamiento como esa flor sostenida con autosuficiencia de eternidad. Mas fue engañosa en sus quereres y aconteceres. Y de pronto el espejo dictó la sentencia de vida con los años acumulados. Rostros majados. Hojas secas. Polvo
YO TENÍA GUARDADO UN POEMA en un cajón con forma de libro. Estaba guardado en la bodega. Más bien era un solo verso que destacaba por sobre los demás. En el verso era una palabra la que lo sostenía con bombos y platillos. Y la palabra se salió del verso. Y fue otra palabra la que de inmediato ocupó su lugar. Y ahora la palabra trata de regresar al lugar de donde salió. Y no.
CUANDO ESCUCHES UNA CANCIÓN RECUERDA que alguien la compuso y que alguien más la canta. Te das cuenta que las palabras que alguien aglutinó le dan sentido. Y que la música solo le viste. Hay tanto dentro de una canción. Hay ingenio, hay inspiración. Hay emociones y sentimientos. Luego sale al aire y queda, viaja, regresa, va, vuelve. Somos nosotros mismos como las canciones.
QUEDÓ LA CENIZA COMO RASTRO del ambiente de ayer. Queda fuego, afirman, aseguran. Ni le muevas. O más bien muévete. Nunca las segundas partes fueron mejores o algo buenas. Mi memoria recuerda ahora vaguedades. Y no estoy cierto de que hayan sido reales.
QUEDAN VESTIGIOS. HUESOS, CALAVERAS. Monedas de bajo valor. Dibujos y pinturas en las paredes. Altos edificios. Bibliotecas con libros olvidados, a manera de constancia de que alguien, alguna vez, hizo algo por nosotros.
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