Si amas un libro: amas tu casa, amas tu ciudad
Cuando destruimos libros, no solo perdemos páginas, sino una conexión profunda con nuestro entorno y nuestra historia.
A partir de la anunciada trituración de 4 toneladas de libros que la red estatal de bibliotecas de Tabasco anunció, señalaba en un comentario que con el descarte de "libros dañados" se desperdicia la oportunidad de una estrategia de promover la orientación recreativa del objeto libro a través del reuso de su materialidad; es decir, de disfrutar de eso que llamamos libro de otros modos no definidos dentro de la lecto-escritura pero definitivamente ligados a la experiencia de leer el mundo y a la simpatía amorosa de uno mismo con los objetos que representan el mundo. En la primera de ellas anotaba la "restauración básica" por varias razones.
Miren: año con año millares de niños y paterfamilias pasan por la desesperada experiencia de los libros escolares con páginas o portadas sueltas, y de lectores amorosos que no saben qué hacer con sus libros un poco maltratados. La encuadernación básica -como la encuadernación de hojas sueltas a la americana- o tipo tesis, no solo aporta una habilidad básica de un conocimiento que forma parte de la construcción de la cultura universal, es un conocimiento útil, o como diría el sabio Dussel, es necesario para la vida.
Pero va más allá, e libro es un "espacio simbólico". Parafraseando a otro sabio como Enrique González Pedrero el libro es un espacio humano.
Y por añadidura aprender a amar un libro es aprender amar los espacios humanos como la casa, como la ciudad. De ahí la importancia de una política cultural que promueva una alfabetización de la lectura literaria y como parte de ella el amor por el objeto libro.