Sofistas, ayer y hoy
SE DICE, SE ESCRIBE, se cuenta. Se escucha, se oye, se lee. Hay circulación permanente de mensajes y cruce de ellos
SE DICE, SE ESCRIBE, se cuenta. Se escucha, se oye, se lee. Hay circulación permanente de mensajes y cruce de ellos. Cada quien decimos lo que queremos. Cada quien cree lo que considera cierto. Así nos pasamos los días. No hay días sin mensajes. No hay mensajes fuera del tiempo conocido. Hasta en la sopa de letras encontramos mensajes. También en los sueños. Hay quienes creen en mensajes de la cábala, la ouija, las cartas de la vidente. Hay quienes creen en el gato negro que se cruza bajo una escalera. Hay medias verdades. Y mentiras con disfraz de verdad. Se dice, se cuenta. Los mil y un cuento de todos los tiempos.
LOS SOFISTAS ERA UN GRUPO de filósofos que existieron en Grecia entre el siglo V y IV, antes de Cristo. Sabían de todo tipo de materias. Eran especialistas en la retórica. Su interés era obtener fama pública y lo hacían mediante la persuasión y el convencimiento. La oratoria era su mejor ambiente. Eran maestros y estudiantes. Formaban un gran movimiento, epítome del éxito social. Entre los más conocidos fueron Protágoras y Gorgias. Sus detractores principales fueron Sócrates y Platón. Se puede leer sobre de ellos en los "Diálogos de Platón"
ME CALLO Y AFIRMO en el silencio. Es mi responsabilidad y decisión. Si hablo, incomodo. Si callo, lo mismo. Callar es a veces hacerla de avestruz. ¡Qué animal más bello! Es comportarse desconfiado a las interpretaciones de las palabras. Silencio es pulcritud. El ser sigue siendo en ambos casos. El ser no puede ser no ser. Así lo dejó dicho Parménides, de Elea.
ME CALLO Y ME BUSCAN. Me cansé de gritarle. Me cansé de decirle. Y era a la pared, al corazón de piedra. Y ni un solo murmullo fue la respuesta. Las palabras estaban gastadas ya sin pulirla, sin brillo. Estancias de descanso, manifestación de vida. Justicia, libertad, solidaridad, en bocas de todos.
ES CIERTO, SE NECESITA el diálogo para llegar a acuerdos. Pero hay acuerdos tácitos que requieren silencio. Y también es cierto que entre dos que hablan se requiere un silencio alternado al igual que las palabras. Pero deseamos que el silencio le gane el terreno a las palabras. El silencio es poético. Las palabras pueden ser acercamientos. El poeta se esfuerza en ello.
EL SILENCIO ES SUPREMACÍA. No has de arrepentirte por callar. Si las palabras articulan las falacias. Y la verdad es solo patrimonio de los dioses. Entonces no queda margen, mentirosos. Aunque antepongas la trillada frase ¡la verdad de las cosas...!
LOS SOFISTAS NO MENTÍAN, solo que no estaban casados con la verdad. Eran, sí, consuetudinarios polemistas. Si el ideal estaba en ganar las discusiones, a la verdad, de ser necesario, se le mandaba de paseo. El objetivo central era irse al cuello de las emociones y lograr el asentimiento de los que escuchan. Sofistas ayer y hoy. También mañana.
EL CIUDADANO ATENIENSE que podía pagar, y andaba metido en líos, acudía a sus despachos -por lo demás elegantes. Exponían su caso. No estaba permitido que personalmente el sofista los representara. No podían fungir como defensores jurídicos. Pero sí asesoraron. Sabían de artificios. De juegos verbales. Maestros de la argumentación, lograban asesorar para que el jurado popular considerara inocentes a los culpables, y viceversa, en caso de ser necesario.
EN UN SUEÑO, LA DIOSA le dictó un poema a Parménides (534 a. C), a quien apodaban El Oscuro. En ese sueño le dijo, como luz, varias cosas. Entre ellas, que no les está permitido a los humanos conocer la verdad. Esta es terreno exclusivo de lo divino. Cuando mucho, los hombres pueden llegar a opiniones. Si se empeñan en el estudio, esas opiniones tendrán alto grado de verosimilitud. Y podrán convencer, pero no será verdad. Así, los discursos actuales bienvenidos, hay campo para el cultivo. Se aclara: Parménides no era sofista.
EL JARDÍN DE FALACIAS FLORECE a plenitud en esta época. Bellas flores de palabras. Efectistas. Llamativas. Para adornar casas sencillas, mansiones y palacios. Sirvan de adorno. Hay dueños de los jardines y jardineros qué se esmeran porque luzcan mejor. Hay todo tipo de falacias, para todos los gustos y necesidades. Se les llama promesas, como sinónimo de ilusiones. Y hay quienes necesitan creer. Y aplauden.