Plano tangente

Un asesino cada vez menos silencioso

La virtud es el punto medio entre dos vicios.

Aristóteles

El fentanilo es un agonista opioide sintético que se utiliza como analgésico y anestésico. Es una sustancia muy potente. Cuenta con una acción más rápida que otros opiáceos y es aproximadamente 100 veces más fuerte que la morfina. Por estas propiedades, su uso está aprobado para tratar el dolor intenso a moderado. Sin embargo, el fentanilo y sus similares también se utilizan ilegalmente en muchos países y, debido a su alta eficacia y toxicidad, cada vez surgen más casos a nivel global de intoxicación e intoxicación mortal.

De manera natural, el cuerpo produce opioides endógenos, como las endorfinas. Su función es aliviar el dolor y proveer una sensación de placer. Actúan al unirse a unos receptores neuronales específicos y, por supuesto, es un sistema muy bien regulado en el organismo. Es decir, la liberación de opioides en el cerebro solo se activa en circunstancias, dosis y lapsos determinados. Cuando se suministran opioides de fuentes externas y no reguladas, se produce un desbalance en el sistema de gratificación y alivio del dolor. Como resultado, se desarrolla una tolerancia y una dependencia fisiológica a las sustancias, lo cual hace que se necesiten dosis cada vez más altas para sentir su efecto. Esto es un peligro particular del fentanilo y sus derivados, pues su potencia y rapidez hacen que sea particularmente fácil alcanzar una sobredosis. Puesto que el fentanilo actúa como supresor del sistema nervioso central, puede inhibir la regulación del sistema respiratorio y llevar al consumidor a la muerte por hipoxia.

Los antecedentes de los opioides se remontan a la década de 1980, cuando el dolor se reconoció cada vez más como un problema que requería un tratamiento adecuado. Aunque los opioides se recetaron antes, principalmente a pacientes después de una cirugía o a personas que padecían cáncer avanzado, una idea era proporcionar opioides más seguros y menos adictivos como analgésicos.

Durante las últimas dos décadas, el abuso de fentanilo y otros opioides ha tenido una tendencia creciente a nivel mundial. Hoy en día, Estados Unidos enfrenta la situación más grave relacionada con su consumo; se está viviendo una epidemia de opioides. Solo para ponerlo en perspectiva, la sobredosis de drogas supone la principal causa de muerte entre adultos de entre 18 y 45 años en Estados Unidos, y los opioides están involucrados en el 75 % de esas muertes (Comité para Uso de Sustancias y Prevención, 2023). Sumado a esto, el fentanilo y sus derivados sintéticos también se comercializan ilícitamente en muchos países europeos.

La síntesis del fentanilo resulta barata y sencilla. De hecho, se han descrito más de 1,400 derivados del fentanilo en la literatura científica y en las patentes. No obstante, la accesibilidad y eficacia del fentanilo y sus derivados pueden desempeñar un papel potencial en el uso indebido de estos compuestos como arma química.

Recientemente han aparecido en el mercado ilegal los sintetizados ilícitamente o “fentanilos de diseño”, a veces también denominados fentanilos no farmacéuticos. Se crean modificando la estructura química del fentanilo, generando derivados extremadamente potentes y también tienen como finalidad evadir las leyes de control de drogas, dificultando su regulación y detección por las autoridades.

De hecho, muchos de los derivados del fentanilo se han descubierto por su uso como drogas ilícitas callejeras. Debido a su extrema potencia, a menudo se mezclan con otras drogas ilegales conocidas, como la heroína, y la mezcla falsificada se vende a usuarios desprevenidos con el nombre original. Por lo tanto, la droga falsificada suele ser más potente, más barata, más adictiva y más peligrosa en comparación con la droga original. Además, estos derivados se usan cada vez más como píldoras falsificadas parecidas al alprazolam, la oxicodona u otros medicamentos recetados y se están expandiendo a nuevos mercados en Estados Unidos.

El fentanilo fabricado ilícitamente representa un grave problema global en la actualidad. Su bajo costo y la estrategia de mezclarlo con otros narcóticos disponibles en el mercado ilegal ha llevado a que el fentanilo se comercialice ilegítimamente sin que los usuarios lo sepan. Es una sustancia con dos caras: así como ofrece un fuerte medicamento para inhibir el dolor de las personas que sufren, su uso no regulado ha llevado a una epidemia de adicciones. Todavía no se ha evaluado seriamente la posibilidad de una epidemia de opioides en México; sin embargo, las autoridades deberían permanecer alerta. No hay motivos para creer que es imposible en el país. Por lo pronto, hacer conciencia del peligro latente del fentanilo y tomar precauciones contra él es vital, pues una sola toma puede repercutir por mucho tiempo.

jorgequirozcasanova@gmail.com