Muchos países en uno: cómo contar los hechos, el tamaño del cambio, anteojos y realidades

MÉXICO ES MUCHOS Méxicos, solían decir los escritores Julieta Campos y Enrique González Pedrero

         

  • Un México real y cuatro en la narrativa de la política nacional
  • Polarización sin bienestar, un obstáculo para la reconciliación
  • El olvido y la memoria: el peso del pasado, ¿lastre o impulso?

 

MÉXICO ES MUCHOS Méxicos, solían decir los escritores Julieta Campos y Enrique González Pedrero, para referirse también a un segmento excluido del poder; en la historia se ha hablado también de ese “México profundo” que sigue esperando justicia y que una y otra vez ve frustradas sus esperanzas de verdadero cambio. Las élites dan vueltas en círculos para volver a llegar al mismo sitio, mientras desde la resistencia a la invasión colonialista española las mayorías ponen la cuota de heroísmo.

 

Hay rasgos de la vida nacional que forman un ambiente cultural y -aunque no se registran como datos duros- pesan en la evaluación de la República. En este sentido, esos rasgos reflejan una idea de país, incluso si no se pueden verbalizar fácilmente. Las siguientes líneas quieren describir el clima cultural que acompaña (muchas veces mal acompaña) un proyecto de transformación política.

LA REPÚBLICA FRAGMENTADA      

LE DECÍA que hay muchos Méxicos en la revisión histórica del país. A veces se simplifica entre “los de arriba” y “los de abajo”. Actualmente, existen por lo menos cuatro países en la narrativa política nacional. Uno es el país de las conferencias presidenciales, otro el país de la oposición y de los medios tradicionales, otro el país de las redes sociales virtuales y otro el país de las leyes que se dirimen en el Congreso, la Fiscalía General de la República y la Suprema Corte de Justicia. Vayamos por partes.

Los cuatro países tienen coordenadas sociales distintas y, por tanto, rasgos políticos heterogéneos. Incluyen sesgos que se explican por la procedencia social e ideológica de los actores que articulan cada país (cada México). Los cuatro países convergen narrativamente en puntos cruciales de interés social que se convierten en batallas de opinión. Los cuatro países forman una diversidad dentro del país real. Y dos de esos ‘países’ reclaman base sólida de representatividad, aunque no tienen el mismo peso representativo. No tienen, y se nota en las urnas, el mismo impacto social. Eso desespera a unos y anima a otros, con efecto de polarización acentuada.

La legitimidad y hegemonía de la narrativa particular depende del detalle técnico de las urnas. De ahí la importancia de las urnas, si de democracia se trata.    

Los ‘cuatro países’ expresan que quieren potencializar la marcha de la República, pero sus choques obstaculizan esa marcha. Sin embargo, el país real, el México de todos los días, no prescinde de esos cuatro países. Son parte del territorio. En alguna ocasión, Paco Ignacio Taibo II le aconsejó a Enrique Krauze que se marchara de México si no le gustaba la 4T. Consejo antidemocrático, por supuesto. De manera similar, es antidemocrático que legisladores panistas y priístas hablen en foros internacionales de “la dictadura de AMLO”, o que varios columnistas se regocijen con la solicitud de EEUU y Canadá para revisar el capítulo energético del T-MEC. O inclusive con una petición velada de intervención militar.

La República real tendrá que procesar los intereses de corto plazo que se expresan de manera sesgada en los 4 países mencionados, que son uno solo. Por ello es preocupante la ausencia de consensos para la actividad política en México.

No hay consenso quizá porque no nos atrevemos a decir qué país queremos.

DESAYUNO SIN SILENCIO

Por mucho tiempo, el país de las conferencias presidenciales fue silenciado mediáticamente. En otro tiempo simplemente no existía ese otro México.  Ese ayuno de voz, con historias de persecución, potencializa ahora una comunicación que se reclama popular multiplicada de boca en boca.

A lo largo del país, centenares de miles de personas se conectan a un dispositivo de 7 a 9 de la mañana. Desde el gobierno se afirma que es un diálogo circular, entre reporteros participantes, con toques históricos y pedagógicos, con participación de funcionarios y –de forma desigual- con rendición de cuentas y solicitud de investigaciones en torno a problemas regionales que saltan a la palestra en ese foro.

Es, por otra parte, un país que no tiene seguimiento en los medios, y que por sí mismo no promueve investigaciones posteriores al problema expuesto, salvo verificaciones de corte burocrático (“lo checamos”). También es país binario, sin matices. La división política es nítida: malos y buenos, conservadores y liberales, chairos y fifís, 4T contra mafia del poder. País de dos sopas, que reditúa políticamente pero que socialmente tiene pendientes. Sobre todo: seguridad y educación. Y por si faltara: un Morena con dos visones distintas.

El país de Palacio comunica muchas cosas y es vuelco de formas, aunque no comunica autocrítica. Hay motivos políticos para ello. Se evalúa: demasiado se critica al Presidente como para darle más argumentos a los adversarios. Riesgo: se prefiere el silencio como explicación de los errores.       

AL MARGEN

NO ESCUCHAN o escuchan mal los adversarios, se entiende. Pero tampoco se puede decir que sus aliados estén escuchando al Presidente. No pocas veces hacen lo contrario de lo que sería el Plan de la Curta Transformación para la sociedad y la política. (vmsamano@hotmail.com)