Los Ciudadanos en la Cuarta Transformación
Aunque los colectivos autocalificados de extrema izquierda acusan a la Cuarta Transformación de promover la desmovilización colectiva y la individualización al dar los subsidios a los individuos y no a las organizaciones
Aunque los colectivos autocalificados de extrema izquierda acusan a la Cuarta Transformación de promover la desmovilización colectiva y la individualización al dar los subsidios a los individuos y no a las organizaciones, la oposición de derecha acusa justamente al gobierno de lo contrario, de desaparecer los derechos individuales que corresponden a los ciudadanos. Pero aún así, ante el riesgo de la persistencia de actividades corruptas desde el Estado y los funcionarios, o de abusos institucionales, sigue persistiendo la necesidad de acciones ciudadanas, pero de un tipo que no corresponde a ninguno de los modelos que señalan las oposiciones.
Quizás por el momento de cambio la 4t se ha caracterizado por un liderazgo vertical y un acallamiento de la autocrítica (como la supresión de la convención ciudadana), y abiertamente abandonó los procesos de formación ciudadana (confiados en parte de que eso ya existía como base de su propio movimiento), pero ahora para cuidarla de los infiltrados de la vieja clase política y políticos que como el diputado Pedro Haces o el propio Ricardo Monreal ya han mostrado el cobre, se necesitan ciudadanos que vigilen al nuevo gobierno y a los nuevos funcionarios para no desviar el curso y regresar al uso de puestos públicos para enriquecimiento personal, para evitar la generación de una nueva clase política.
La oposición a los gobiernos de la Cuarta Transformación, en tanto que no han generado ningún proyecto de nación progresista de cambio hacia el futuro, y de hecho abiertamente proponen el regreso a las formas institucionales del pasado reciente que hundieron al país en un estancamiento económico y social generando cada vez mayor desigualdad social y le abrieron el camino al control territorial económico y político a agrupaciones violentas dedicadas a formas de negocio necrocapitalista (extorsión, secuestro, despojo de propiedades, asesinato, tráfico de personas y órganos); sustenta su discurso, se justifica y encuentra eco en ciertos sectores de la población que se autorreconocen como clase media (básicamente por tener escolarización sobre todo en escuelas privadas y trabajar en empresas identificadas como "iniciativa privada" -aunque siempre se han sostenido con base en subsidios o contratos con el gobierno-) en la idea de haber logrado antes ya la ciudadanización y buscar regresar a ese régimen idealizado.
Y en efecto, el 68 se ve como el momento de inicio de la ruptura ciudadana contra el viejo régimen de la Revolución Mexicana de partido único porque se trata de una rebelión de los estudiantes universitarios que se hacen conscientes ante todo de los derechos políticos. Y a pesar de la violenta doble represión el 2 de octubre y luego el 10 de junio de 1971, persiste sobre todo en la población escolarizada y en el ámbito intelectual gracias, diríamos sociológicamente, al capital social (poder de comunicación) de las clases medias urbanas, y políticamente, gracias a la amnistía y progresivas aunque lentas aperturas democráticas que tuvieron un momento clave en la Reforma electoral de 1977. Al mismo tiempo, no debemos olvidar como, aunque el 68 tenía la consigna de Presos Políticos Libertad que remitía directamente a las luchas obreras de los petroleros, los ferrocarrileros, los copreros de Guerrero, los doctores y el magisterio en los años 50 y 60, y hasta la lucha del SUTERM en los 70, al mismo tiempo se dio la operación ideológica y militar (guerra sucia) de desconectarlo de esas luchas, para reducirlo solamente a una liberación del tutelaje en los procesos electorales. Estos llegan a su crisis total en el 88, y tras la operación de simulación del nuevo sistema electoral ciudadanizado en 1996, sostendría simulacros de elecciones mientras hacía cambios constitucionales (Ernesto Zedillo de golpe el de todo el sistema jurídico) y del modelo social y económico contrarios al de la ideología de la revolución mexicana y a los intereses nacionales. Un modelo en el cual las clases escolarizadas, de la iniciativa privada y burócratas se encontraron muy cómodos formando una nueva clase política, o como diría Gramsci, un bloque histórico. Un bloque que al considerar que sus derechos ciudadanos habían sido resueltos no quería cambios más allá que afectaran sus status y privilegios, ni que cambiara la desigualdad social y mucho menos que se desenmascarara su sentido desnacionalizador, corrupto y patrimonialista (el uso del Estado para el enriquecimiento personal). Además del saqueo brutal de recursos naturales. Esa es la marea rosa.
Pero el momento actual -tras la clamorosa victoria electoral de MORENA- que para lograr la mayoría constitucional en todas las cámaras (incluidas las estatales) integró a políticos y exfuncionarios de todo pelaje, y además el problema de las viejas burocracias con sus tortuguismos, sabotajes (como los del Metro), y defensa de viejos intereses corporativos y de cacicazgos, amistades e influencias, para una transición efectiva y verdadera, se necesita la vigilancia y actividad de una ciudadanía de nuevo cuño que esté atenta y activa y critique lo que esté o se haga mal sin importar el origen partidario.
Hay que vigilar el compromiso con los principios de honestidad, de servicio público, de austeridad y de beneficio a las mayorías y disminución de las desigualdades. Se requiere también de funcionarios y gobiernos abiertos a la crítica y los señalamientos y denuncias, y de canales institucionales para hacer efectivas estas acciones e iniciativas. (Activista, profesor e investigador universitario)