VENECIA, O EL ROMÁNTICISMO.

Venecia es una ciudad en la que al llegar el visitante se olvida del pasado y del futuro para vivir la fantasía

Venecia es una ciudad en la que al llegar el visitante se olvida del pasado y del futuro para vivir la fantasía y la magia de un sitio de ensueño construido para los amantes. 

En los siglos IV y V, Italia sufrió repetidas invasiones de los bárbaros, que así llamaban a los extranjeros. Para protegerse de estas incursiones,  los vénetos comenzaron a trasladarse a unos islotes de la laguna y para levantar sus construcciones, en ese terreno cenagoso,  tuvieron que talar bosques enteros y sembrar como cimientos decenas de miles de postes a una profundidad de más de 3 metros sobre los que descansan palacios, iglesias, edificios  y  cabezales de puentes, que en número de más de 400 unen este archipiélago de 118 islas..

Los 4 kilómetros que separan el archipiélago de tierra firme, fue una buena barrera de protección y aquí no solo nació la esbelta góndola, sino también florecieron casi todas las artes, la música, la pintura, la escultura, la escuela veneciana  que trascendió al mundo y dieron fama y renombre a esta ciudad. Basta recordar a Bellini, Giorgione, Tiziano, Tintoretto, y una lista casi interminable de maestros que crearon la escuela veneciana.

Pero esta ciudad situada entre Occidente y Oriente ejerció un dominio total del comercio con China, y todo el medio y el lejano Oriente, así como en los mares conocidos en la Edad Media. Destacaron como exploradores Marco Polo y Sebastián Cabot, y además en la lista de sus hijos ilustres figuran literatos y científicos reconocidos.

La “Serenísima” República de Venecia sobrevivió hasta 1797 tras la invasión de Napoleón, que maravillado ante la Plaza de San Marcos, la calificó como el salón más bello de Europa. Se unió al nuevo Estado italiano en 1866 y todo su centro histórico ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad, por la Unesco.

Venecia está unida al área de la ciudad de Mestre por un puente de 3 mil 850 metros de longitud, que  da acceso a trenes, automóviles y autobuses que solo pueden llegar a la  estación y garajes de la Plaza de Roma, en donde se toman los “vaporetos” y góndolas que únicamente pueden transitar por Venecia, en una amplia red de canales, más los peatones que cruzan sus más  4 centenas de puentes deambulando por plazas, calles y “campos”, como llaman a sus plazuelas. Este puente fue inaugurado por Benito Mussolini en 1933 como “Puente Littorio”, pero fue rebautizado como “Puente de la Libertad”, a la caída del dictador, que entre otras cosas, construyó también las primeras grandes autopistas de Italia.

La ciudad se hunde en promedio 2.5 centímetros cada década debido al peso que sus construcciones ejercen sobre los pilotes o postes enterrados en el fangoso subsuelo y sus ingenieros luchan por salvarla. Debido a este hundimiento la ciudad afronta además una grave amenaza por las repetidas inundaciones, que provienen de la laguna y por efectos climatológicos del mar Adriático. En primavera y otoño tiene lugar la llamada “acqua alta o marca alta” dos veces al día, que inunda completamente la Plaza de San Marcos. El Gobierno Italiano desarrolla el proyecto MOSE para la construcción de diques móviles que cerrarían en caso de aumento del nivel del Adriático, la entrada de la marea alta a la laguna, en sus tres bocanas, salvando a Venecia de estas inundaciones.

Desde el siglo XIII Venecia realiza un célebre carnaval que desde sus orígenes fue declarado oficialmente Festividad Suprema y en el siglo XVIII alcanzó su máximo esplendor. A él acudían y llegan aún viajeros y aristócratas de toda Europa y gran parte del mundo en busca de diversión y placer. Con la decadencia de Venecia como poder militar y mercante el carnaval palideció, pero se ha recuperado a partir de finales del siglo pasado con la abrumadora invasión de turistas. Durante 10 días la gente se disfraza y sale a las calles en desfiles organizados o improvisados. Los disfraces son extravagantes y coloridos, representativos del medioevo veneciano y de pinturas antiguas y cubriendo el rostro con máscaras muy decoradas, que se han convertido en un símbolo de la ciudad.

No se puede ir a Europa sin visitar Venecia, sin dar un paseo en góndola, sin gravar en nuestra mente y en nuestro corazón el recuerdo imborrable de sus plazas, sus canales, su arte, su música, su gente  y su eterna estampa representativa  del amor y de  los amantes, del romanticismo y la poesía.