Alteraciones
Un buen día me encontré con el libro "Cómo hacer amigos", de Dale Carnegie
SOLÍA ESFORZARME PARA GANAR una discusión. Hasta que me encontré un aforismo como medicina emocional: las discusiones se ganan rehuyéndolas. Pero antes de abandonar las discusiones me dediqué a ello, con buena suerte para ganar (según yo), pero fue un largo camino de lecturas para -paradójicamente- ganar las discusiones e ir perdiendo amigos.
TAMPOCO ME ARREPIENTO DE ELLO. Es parte de mi formación. Y aún me quedan vestigios de esa manera de comportarme. Solo que trato de controlarlos y en todo caso, manejarlos a discreción. Contra quién sí, contra quién no. Es decir, si somos de confianza, me atreveré a decir algo. Si no, pues no, porque luego, luego, se distancian de uno.
Y NO ME ARREPIENTO DE ELLO, porque me dio admiradoras principalmente (decir esto es una licencia literaria), aunque no muchas, pero también admiradores, amigos que lo han sido de por vida. De la secundaria sigo conservando algunos. De la escuela Normal otro tanto. Y de la Universidad otro tanto. Pocos y pocas, pero lo son a pesar del tiempo transcurrido, y la distancia geográfica que nos separa. Cuando nos vemos hacemos fiesta de la palabra y las confidencias.
EL QUE LEE TIENE MÁS ELEMENTOS para debatir y rebatir. Tiene realmente otros datos. Y es entonces que saca las palabras como espadas, o sable, aunque más bien las debería sacar como florete de esgrima. Entonces da el toque cuando quiere y donde quiere. Hasta que se da cuenta que el debate tipo esgrima es para inteligentes y con espada o sable es imprudencia pura. Estas no son más que pérdida de tiempo y de amigos, por los agravios que se infringen.
EN ALGÚN MOMENTO EL CONTRARIO trata de insultar, y recibe un insulto al doble, entonces se da por vencido, y antes de retirarse te sigue la corriente, y te dice que "es verdad", o "tienes razón", que no son más que maneras de retirarse como dándote la razón, pero que se siente agraviado y deja de buscarte, si lo hacía, y de saludarte, en caso extremo. Y aunque el tiempo te dé la razón, el solo hecho de que lo hayas humillado, basta para que no vuelva a dirigirte la palabra.
LEÍ POR ALLÍ QUE LA POESÍA utiliza las palabras con ritmo y figuras retóricas, y en algún momento llegará al silencio como máximo logro de lo bello. Porque el silencio manifiesta reflexión profunda y admiración contemplativa de lo bello. Y entonces fui dándome cuenta que el silencio tenía el mismo valor que las palabras. Y había que procurar saber el límite de los momentos y cuándo era preferible el silencio que la palabra aunque te tacharan de cobarde, y cuándo era necesaria la palabra, sin que te ubicaran como conflictivo.
UN BUEN DÍA ME ENCONTRÉ con el libro "Cómo hacer amigos", de Dale Carnegie. Y aunque sabía de él desde hacía muchos años, pero lo desprecié porque amigos ya tenía, y no quería más, finalmente lo compré y leí cuando la editorial argentina "Sudamericana" cumplió su 60 aniversario en 1999, y editó joyas de la literatura con portada dura y un forro color guinda con recuadros para fotografía, como ventana donde se veía al autor del libro. La portada tenía 20 fotos, y en recuadro solo dejaba ver la fotografía del autor. Y allí me encontré este de don Dale Carnegie, del cual refiero, entre Cortazar, GGM, Sabato, Yourcenar, Malraux, Melville, Capote, Faulkner, etc.
LO LEÍ EN DOS O TRES DÍAS. Con breves historias y anécdotas, hace referencia el autor sobre la manera en que nuestra actitud logra hacernos quedar bien o mal ante los demás. No porque existamos para agradar, sino que seamos auténticos y prudentes. Y sea la sonrisa la que nos abra las puertas de las relaciones. Si se halaga a alguien, que sea un halago auténtico y no una mentira. Si se encuentra uno con alguien, el saludo incluya al nombre. Si entramos a un lugar donde hay personas, no es lo mismo entrar serios y gruñones que con una sonrisa.
PERO A LO QUE VOY ES que, en el centro de todo, nos sugiere a nivel de recomendación que no discutamos. No porque no sean importantes los debates, claro que lo son, pero en todo caso no sea con cualquiera, porque ese cualquiera se dará cuenta que pierde el debate contigo y con la derrota a cuestas será tu peor enemigo. Y hará todo lo posible por aniquilarte.
ME HE DADO CUENTA, diría Silvio Rodríguez, en relación a que "miente". Lo dice su canción, e interpretaciones aparte, lo dejamos allí. En mi caso me di cuenta luego de la lectura de ese libro que uno debe ganar la discusión pero a uno mismo, no a los demás. Si es en debate, excelente. Si es en pláticas con amigos o conocidos, mejor rehuir, sobre todo si es en asunto de equipos deportivos, de partidos políticos y de religiones. Porque hasta en ocasiones las discusiones tienen que ver si el diablo o Dios existen, o qué es primero si el huevo o la gallina. O si un mentiroso y ladrón es más mentiroso y ladrón o menos que otro. Y cosas por el estilo.
CONCLUSIÓN: DOS QUE DISCUTEN sufren alteraciones. Y dice Cabral: "...yo no sé quién va más lejos, la montaña o el cangrejo. Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo..."