¿Y por qué no te mueres?
La muerte resuelve, la vida complica
1. La muerte resuelve, la vida complica. Es más fácil morir que vivir. Así dijo un viejo. Otro que le escuchaba solo sonreía sin decir palabra. Y el otro seguía no en su quejumbre, que para eso ya tenía experiencia, sino en su reflexionar sobre el tiempo que le ha tocado vivir y cómo le ha ido en el carnaval de la vida. Di algo, le espetaba al otro que sonreía. Y el otro solo dijo: "si es más fácil morir, por qué no te mueres?"
2. No se sabe si estaban muertos en vida o si estaban vivos en muerte. La sonrisa y las palabras indicaban algo, pistas de vida. La expresión de uno de ellos daba señales de muerte. Los niños pasaban alrededor sin mirarlos. Y ellos sí, ellos recordaban su lejana infancia. "Seamos niños de nuevo", dijo el que sonreía. El otro no entendió o no escuchó. Solamente no dijo nada.
3. Leían noticias por las tardes, juntos, en el parque, la misma banca. Pasaban de los deportes a la política. De si fue gol o no. De si las encuestas eran verdaderas o no. Decir hojeaban es una expresión que corresponde al pasado. Pasaban las páginas digitales. Pero no se acostumbraban. La pantalla de su iPad regalo de alguno de sus hijos para que se entretuvieran, quedaba ensalivada de sus dedos que pasaban por la lengua como antaño el pase de páginas.
4. "Todo tiempo pasado fue mejor", decía el mismo que refunfuñaba. Su mirada se iba a lo lejos como esperando mirar la llegada del tren porfiriano. "No puedes vivir añorando el pasado", le respondía el otro. El de la sonrisa le dijo let it be. O algo parecido. Y concluyó que el mejor tiempo es el presente, porque es el único. Viejos lo que se dice viejos, no lo estaban. O cuando menos no decrépitos. El refunfuñón soñaba correr un marathón. Pero le disgustaba caminar. El otro solo reía.
5. ¿Estaban en un parque?, ¿en un cementerio? No se sabe a ciencia cierta. La realidad es objetable. Lo importante eran sus diálogos y sus silencios. A veces se quedaban horas sin hablarse. Hasta que uno u otro se despedía para volver al día siguiente. Poco se sabe de ellos. O se sabe solo que platicaban en ese frenesí de la nostalgia. En uno, recuerdos sanos. En el otro laceraciones nostálgicas por amores idos. Y sin más reanudaban la plática con un "como te iba diciendo", como si despertaran a la vida.
6. Cierto que a veces se dormían y soñaban. Cada uno con sus fantasmas y anhelos. Algunos viaje, alguna novia, un encanto o desencanto, las visitas de sus muertos. Y solo a veces se soñaban en el futuro. ¿Cómo eran esos sueños? se soñaban viejos siendo niños en el sueño. Y en ocasiones era al revés, se soñaban niños siendo viejos. Y elevaban cometas, juntos. Nadaban en el río que pasaba por su pueblo. O se enamoraban de chicas de su edad que les sonreían tan solo, pero sin hacerles caso. "Y es que la vida es así, como te iba diciendo".
7. "Yo de niño soñaba ser violinista". "Yo de niño soñaba ser bombero". "También ser agente de viajes". "Yo soñaba ser agente de viejas". "Si a esas vamos yo ser astronauta". "Y yo ser boxeador". Y seguían como juego de palabras en esas imposibilidades de ser en la realidad lo que no fueron. "Aunque en sueños todo es posible", dijo el de la sonrisa. Y entonces se abocaban a soñar con geishas y cantantes, con magas y poetas. Eran sueños platicados, sabiendo que las palabras construyen esos mundos alucinantes de lo posible deseado hecho realidad en los sueños. "El amor es un señuelo", dijo uno. El otro solamente asintió sin descarnarse del viejo amor ido.
8. ¿Son dos viejos realmente o son dos niños? No se puede saber. El tiempo se ha detenido. Y en ese detenerse ambos seres tienen la posibilidad de saltar de un tiempo a otro. No es solo el pasado y presente. O el presente y el futuro. Es que andan en el presente siendo niños. Y cambian en el presente a ser viejos. Como comprenderemos.
9. Realmente son viejos. Todos somos viejos desde la niñez. Todos somos niños en la vejez. Otros, muchos otros se pierden en el tiempo y envejecen siempre sin aniñarse. Y son serios y amargados. Y entristecen ante el espejo.Y se van despidiendo sin irse. Y ahorran para sus funerales porque sienten que su tiempo es pasado. Y que al ser pasado ellos habitan por adelantado la muerte. No saben que la vida es sin edad a pesar de las arrugas y las cicatrices. No saben que no hay colores sino uno. Que no hay día ni noche. Que lo que está arriba es lo mismo si hubiera un abajo que no lo hay. La vida es tiempo sin tiempo.
10. Todo eso se decían, uno refunfuñando. Y el otro riendo. Solo que nunca se dieron cuenta que eran uno mismo. Y que el niño y el viejo es a la vez uno mismo. Y que la vida es el tren ligero que sale de la estación primera a la última. Y que el retorno es habitarse uno mismo siempre. Y que la música en todo caso es el mismo tiempo. Y el respirar lo mismo es el tiempo. Mientras tanto en el parque río y refunfuño. Soy yo mismo el que me habita. Soy el pensamiento. Soy el acto de pensar.