05/03/2024
PUDE SER PESCADOR EN LAS PLAYAS de Louisiana, o en algún pueblito pesquero de La Habana
PUDE SER PESCADOR EN LAS PLAYAS de Louisiana, o en algún pueblito pesquero de La Habana. O piscador en los campos de tomate o naranja en California, o de algodón en las grandes haciendas esclavistas de Alabama o Arkansas. Pude ser bibliotecario en mi Matamoros querido o de algún pequeño condado en cualquier estado de los Estados Unidos. O chofer de alguna patrona bella y de corazón lector, que triplica en belleza los buenos corazones. Y que me platicara mientras maneje yo, sobre algún poeta norteamericano y me leyera poemas, como si los leyera al oído (que de eso nada sé yo). Y el infaltable "yo también escribo, Mr. Calvillo". Y mi respuesta fuera, "Oh, yo también, Miss. Dickinson". Y empezar con escarceos de palabras. O ser un leñador como Macario que sueñe comer, como él, un pavo completo, yo quizá una gallina que haga buen caldo. O vendedor de tacos al pastor y de tripa, pero que antes los pruebe yo. Y hacer una salsa picante que haga agradecer la sabrosura del arte culinario de los tacos y anexas.
QUE EL HUBIERA NO EXISTE, con eso del pude haber sido. Pero válgame que circula en internet una credencial de INE, de una mujer campechana, que de nombre según dice allí, su padre, que debió ser un vacilador de primera, a su hija le puso Eluviera, para desarmar a esos que dicen que precisamente "el hubiera" no existe. Pero según ese dato, que falso me parece, Eluviera sí existe o existió. Así que yo seguiré dando vuelo a la hilacha y seguiré haciendo mis ejercicios de imaginación de qué otro oficio pude haber sido, si mi vida hubiera corrido por otra ruta.
"¿IMAGINE QUÉ HUBIERA SIDO de usted si hubiera aprendido a leer y escribir?" Se cuenta que un viejo analfabeta, velador de un centro nocturno, con treinta años de antigüedad en el trabajo, fue corrido por la nueva administración, que le pidió que no solo velara las entradas y salidas, sino que también las registrara en una libreta especial. Pero como no sabía leer ni escribir le dieron su finiquito chiquitito. Y triste se regresó a su pueblo de montaña, pero antes compró un martillo, clavos y serrucho. Como su comunidad estaba a cuatro horas de ciudad, su herramienta se la pedían prestada, hasta que mejor se la compraron y él la vendió. Para no hacer largo el cuento se dedicó al comercio.
Y PASÓ, EN ALGUNOS AÑOS, de una pequeña venta de herramientas a un consorcio de ferreterías. Así que financió la construcción de tres aulas y auditorio para la escuela del lugar, y los niños no sufrieran humillaciones por ser analfabetos de grandes. Ya en la ceremonia oficial, donde estaba el presidente y el gobernador, le pidieron que pasara a firmar el libro de visitantes distinguidos. Y le dijo al Gobernador que no podía, porque no sabía leer y escribir. Sorprendidos, le dijeron, "si siendo analfabeta ha logrado construir un emporio comercial de grandes dimensiones, ahora imagine lo que sería usted si supiera leer y escribir". Y su respuesta fue sencilla, y sin arrogancia respondió: "fuera simplemente velador de cabaret". (FIN)
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