Apuntes de un peatón

Hoy es día del peatón. Y estaría bien que así me recordaran. No como lector ni escritor.

CAMINO. VOY POR CALLES Y SENDEROS. Miro al frente y a los lados. Me asomo a los rostros con los que me cruzo y saludo, preferentemente a las señoras y a los señores si no andan mal encarados. Camino y no sigo una ruta planeada. Doy vuelta en una esquina. O sigo de frente según la circunstancia. La vida me ha llevado y traído por muchas latitudes. He comido las más de las veces en fondas y mercados. Y solo a veces he sido invitado en medianos restaurantes. He dormido en catres, camas de piedra y colchones medianamente finos. Camino y mucho. Me gusta caminar en el campo y en las grandes ciudades. En estas alzo la vista mirando el cielo y los rascacielos. Y en los caminos rurales miro lo verde del paisaje y me detengo a mirar las flores sin cortarlas, a escuchar el canto de las aves. Camino, sí y mucho. De vez en cuando me asomo hacia atrás, como en el retrovisor. Y miro una estatua de sal que se me parece.

CUANDO LA PÁGINA BLANCA sea la que esté frente a ti, y no aparezca el inicio de ningún tema. O intentes un inicio, no te convence y lo borres. Cuando pasan los minutos te entra la desesperación, y pienses apanicado que es el fin de lo que empezaste hace años. Cuando por más que exprimes el limón ya no hay gota que aparezca, y consideres que así está tu pensamiento, piensa en un café sublime, levántate, abandona esa hoja ante la cual estás estéril... de ideas, y prepárate el café que anhelas, simulador de vuelo.

CUANDO APAREZCA LA PALABRA OLVIDO y no haya llamadas ni te nazca hacer alguna, ni un mensajito deslizado bajo tu puerta, ni siquiera el cobro de facturas, ni el cartero te hace llegar las promociones comerciales, la cuponera o los reclamos de los bancos, sé tú el propio jefe de ti mismo y haz la llamada, escribe una carta, dibuja los cupones que quieres para la vida, reclámate no amar a tiempo y desatarte a destiempo. Que la palabra olvido sea solo una coartada o palabra de utilería.

CUANDO LA BATALLA PAREZCA estar perdida, pregúntate si esa derrota es más bien una enseñanza de motivación y reto para seguir adelante. Hay batallas que ganarlas es la verdadera derrota y perderlas es el triunfo que tanto anhelabas, pero no lo reconoces porque viene disfrazado, y se marchará y su regreso ya será improbable. Nadie sabe -porque no está revelado a ojos vistos- lo que gana cuando pierde, que no hay mal que por exacto bien no venga.

DEJA LA PÁGINA EN BLANCO que se escriba sola, a ver si puede o se sienta orgullosa de quedarse inmaculada, como si no hubiera existido, como si su razón de ser no es recibir la tinta con mensajes de amor, reclamos, aflicción, ficción y esperanza. Que sola se dé cuenta de su inutilidad de estar en blanco a la espera de que nada llegue. Como si el pozo de agua no fuera para que le saquen agua y sacie la sed de los sedientos. Como si el huevo que está presente no sea para el modo de hacer llegar la nueva vida. Así la página en blanco sin razón que le sustente de quedarse en blanco.

ES PRECISO DECIRLO. La hoja en blanco por sí no tiene fin o sentido, como si la vaina no fuera para el machete, el ojo para la cuenca, como si el día no tuviera la noche, como si el vaso no fuera recipiente, y el cajón no fuera contenedor para la guarda de objetos o cartas en secreto. El peine sin uso de cabello, no tiene sentido.

ASÍ LAS COSAS. Por más que estiremos la respuesta, habrá temas de sobra para escribir, cuando la calma entre chicha a su reposo. No se persigue el tema, este viene solo. Como quien busca amor, desesperado, y no lo encuentra, porque este viene de pronto en el momento menos esperado. Ya está allí, ahora entonces a cuidarlo, a regarlo, a definir plan de vuelo en su cuidado.

ME HE PARADO. Dejo por un rato la pantalla (simulador de la página en blanco) y el teclado. Y pongo a calentar el agua para hacer la mezcla con el café de las alturas de Coatepec. Y ya entrados en detalle, al estar el agua muy caliente, la vierto en la jarra especial que tengo ya con el café adentro, a la espera, y abre amoroso el café sus granos triturados, para recibir el ardiente agua ya en su ruta de ser café para el consumo. Se siente el aroma a campo, como muy de mañanita, entre la fronda verde que resguarda y rodea la casa. Siempre la nostalgia por el café en el deleite y lo sublime.

Y con el café en la taza, vuelvo a este sitio, donde las mañanas elucubro ideas, razono temas, destello oscuridades en palabras, tejo dos de ellas y le agrego otras. Por las tardes espero ya la mañana para estar frente a la pantalla y teclado. En las noches ya quiero que amanezca. Es un afán que me consuela, como justificación de estar haciendo algo. Nada cambia de la vida si escribo o no, lo sé, estoy muy consciente de ello. Pero a manera de justificación, digo que le da sentido a esta vida ya en retirada (como todas). Tomo café, y es la dicha.

EN UN RECUENTO DE MIS AÑOS, a manera de balance, me es grato saber que hice lo que estaba en mis manos, que en paz como el poema, me siento por las tardes, y miro el horizonte tantas veces perseguido, a semejanza como la utopía que se aleja. Y sé que el destino no corre para alcanzarnos, sino que viene con nosotros. Que las hojas caen y las arrastra el viento. Y la vida es un camino sin retorno. Y es entonces que sonrío, tomo otro trago del café y me siento poderoso, en lo que soy y lo que intento aún, con la esperanza de un despertar en la mañana.

Hoy es día del peatón. Y estaría bien que así me recordaran. No como lector ni escritor. Ni adicto a los crepúsculos y desafiante de las olas. Quizá como caminante sin camino, pero no tutor de las palomas. Tampoco como esforzado trabajador que cumplía las metas de la fábrica, para tranquilidad de los capataces y algarabía de los gerentes. Ni como discutidor que terco nunca abandonaba los combates. Ni como pacífico en la guerra ni guerrero en la paz. Sino como peatón, a la manera del poeta Jaime Sabines: “...¡Dios mío!, dice Jaime. Tengo que ser papá o marido, o trabajar en la fábrica como otro cualquiera, o andar, como cualquiera, de peatón.  ¡Eso es!, dice Jaime:... soy un peatón. Y esta vez se queda echado en la cama con una alegría dulce y tranquila.”