Fuegos fatuos
De niño y hasta la adolescencia viví a dos calles de un panteón, y por ende, los mitos y leyendas estuvieron al orden del día.
De niño y hasta la adolescencia viví a dos calles de un panteón, y por ende, los mitos y leyendas estuvieron al orden del día. Pero también la sabiduría popular, y ésta, después de los sustos que nos llevamos al ver humos y chispas en los terrenos del camposanto, nos enseñó a distinguir los fuegos fatuos que veíamos cuando llenos de atrevimiento nos asomábamos colgados de la barda. En aquellos ayeres de la segunda mitad de los años sesenta del siglo pasado, no existían los buscadores de información, pero lo que sí se tenía a la mano era la experiencia y el conocimiento que compartían nuestros mayores, y ellos nos explicaron que lo que vimos arriba de las tumbas eran los gases y la energía que despedían los cuerpos de los muertos en descomposición.
En la secundaria, la maestra de química explicó el "ignis fatuus" que en español sería "fuego fatuo" consistente es la inflamación del fósforo y del metano que despiden los cadáveres en putrefacción. Y el maestro de literatura habló del libro "Los fuegos fatuos" de George Sand, publicado en 1877 y en donde se lee que "los flambeaux, flambettes o flamboires, también llamados fuegos fatuos, son esos meteoros azulados que todo el mundo ha encontrado por la noche o ha visto danzar por la superficie inmóvil de aguas pantanosas". Y aclaró que en este texto de la escritora francesa, los fuegos fatuos son sinónimo de brujas, y acto seguido hizo mención de los artículos periodísticos que bajo el nombre genérico de "Fuegos fatuos", Amado Nervo publicó.
También se refirió a los poemas que los fuegos fatuos han inspirado, entre los que están uno de Manuel José Othón y otro de Álvaro Obregón. Y el maestro de historia diría que el general Obregón a lo mejor escribió este poema por tener la conciencia intranquila por tantos muertos que había visto en los campos de batalla de la revolución mexicana. Y ya después, hicieron su aparición los fuegos fatuos en la obra de Stephen King, el libro "Fuegos Fatuos" de Fabián Porras, el libro "Fuegos fatuos" de Iván J. Velázquez, la novela policiaca "Los ángeles del fuego fatuo" de Juan Pablo Santa Bárbara Martínez, y... y la lista sería interminable porque los fuegos fatuos dan para mucho, tanto que hasta el director de cine francés Louis Malle en 1963 filmó la película "El fuego fatuo" basada en la novela "El fuego fatuo" del escritor Pierre Drieu La Roche, publicada en 1931 sobre el suicidio del poeta surrealista Jacques Rigaut.
En lo que se refiere a las artes plásticas sobresalen las pinturas "Fuego fatuo" de Yana Yanovich, y "Fuego fatuo" de Oscualdo Marreto. Y en la música está Manuel de Falla y su "Canción del fuego fatuo" que es parte de esa gran obra que es "El amor brujo", así como su ópera cómica "Fuego fatuo", que no llegó a estrenarse y que está basada en ciertos pasajes de la obra del compositor Federico Chopin. Además, existe la obra de teatro "Fuego fatuo" de Enrique García Velloso, y la compañía teatral "Fuegos fatuos". Y en materia lúdica se encuentra el juego infantil "El fuego fatuo", así como toda la serie de videojuegos sobre "Ignus fatuuos" con las boiras, los pantanos de Velen y toda la compañía, que son la delicia de infinidad de adolescentes en el mundo.
Por último, hay que mencionar que en la política mexicana también existen fuegos fatuos, y ejemplo de ello son el Frente Cívico Nacional y la excandidata presidencial de la Coalición Fuerza y Corazón por México, así como sus intenciones de formar cada uno por su lado un partido político, esfuerzos que al igual que sus promotores, están condenados a la eternidad en el cementerio de los cadáveres políticos en descomposición.
(*Escritor y colaborador de PRESENTE Y Ventanasur. cadenacardenasjavier@gmail.com)