OPINIÓN

Consumismo, la religión de nuestro tiempo (II)
03/01/2022

Consumismo, la religión de nuestro tiempo (II)

Le comenté en mi anterior entrega que en estos días de diciembre se atiborran las plazas y los centros comerciales con masas de gente alocada, eufórica, con un fervor obsesivo de comprar por comprar. No son la mercadotecnia, ni la publicidad subliminal las causas de este fervor consumista. Las causas primeras, esenciales, se encuentran en el amplio aparato productivo y burocrático donde vive atrapado el hombre toda una vida. Así le mencionaba lo que sucede con los asalariados.

Continúo:

Expulsado el obrero cada tarde de la fábrica, ésta no sólo le han exprimido sus capacidades físicas y mentales, también le han robado sus energías libidinales y lúdicas, le han anestesiado sus energías orgásmicas: al llegar a su casa no le quedan más ganas que llegar a dormir, menos de tener relaciones íntimas con su esposa, y menos con la misma mujer. Y mucho menos le queda ganas de leer a Shakespeare o de escuchar a Beethoven. 

El obrero, al ir rumbo casa, se les atraviesa en el camino una cantina, como aquel legendario personaje de la película Joe. Con unas copas pretende darse alicientes de vida, olvidarse de su vida frustrada, frustración de la que, ya tomado, llega a desquitarse con su familia al llegar a casa. 

Wilhelm Reich, ilustre científico y sicoanalista alemán, disidente además: expulsado del Partido Comunista en 1932 y años más tarde de la Asociación Psicoanalista Internacional, afirmaba que una sociedad represora, no precisamente en lo político, sino en la fábrica y en la burocracia, bloquea las energías sexuales y lúdicas, lo que da como resultado al hombre neurótico, aburrido, sin sentido de la vida y sufriendo un vacío existencial como “El Extranjero” de Alberto Camus o el hombre convertido en escarabajo de La metamorfosis de Franz Kafka, o el yo desdibujado, confundido del que habla Freud en “El malestar de la cultura”. 

Por eso hemos afirmado al principio de estas reflexiones que no es la mercadotecnia, no es la publicidad subliminal las que crean al hombre consumista. Son las tediosas relaciones de trabajo, tanto en la fábrica como en la burocracia, las que han enfermado al hombre y lo han convertido en el potencial y futuro ente consumista. 

Amputado de sus capacidades creadoras, bloqueado de sus necesidades lúdicas, reprimido de sus necesidades sexuales, y anestesiado en sus energías orgásmicas, entonces la publicidad, como el Chapulín Colorado sale al quite para rescatarlo con sus promesas de placer, le ofrece felicidad con el proceso de consumir y poseer. 

La publicidad le brinda cierto sentido de la vida y una ilusión de vivir y ser feliz. El hombre vacío que ha perdido el sentido de la vida como productor activo, pretende encontrarla como consumidor pasivo con ayuda de la publicidad. El hombre frustrado en sus potencialidades creadoras, lúdicas y eróticas se desahoga y se realiza como consumidor. 

Y la publicidad no sólo le ofrece mercancías, le ofrece valores de triunfo, éxito en la vida, de estatus. Le ofrece una felicidad con nuevos modelos de hermosas mercancías, diseñadas para todos los antojos, que envuelven un mundo ideal de fantasías y de ensueños con promesas de felicidad. Una vez terminado el tiempo mágico, de los días ilusorios de diciembre, cargados de ensueños mágicos y de felicidad: Oh!, cruda realidad, otra vez la fábrica, otra vez la oficina, el trabajo aburrido, la escuela, la rutina y más aburrimiento. 

Mientras tanto, y con el correr de los días, las diosas mercancías terminan por envejecerse y por perder su magia.




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