Cofee time

Cofee time

UNO

Vamos a tomarnos un café, solo uno, hoy muy de mañanita, que sea nuestro mañanero, caliente, fuerte y espumoso. Si le acompañamos de pan, solo es para desafiar la dieta. Nos viene bien, aun si fuera café para mí, y sea para ti un té de frutas tropicales o de manzanilla, al menos. Porque lo importante es la plática.

DOS

Tomar café, solo, es una delicia, porque se mete uno en sus cosas, elucubraciones y demás. Pero tomarlo acompañado es otra manera de conocer el paraíso, bien porque sea un amigo, bien y mejor porque sea una amiga, y se le echa vuelo a la hilacha de la palabra. Y se deslizan ideas, sueños, aspiraciones, motivaciones, apuntes para un texto, sea relato, cuento o novela. O se guarda en el tintero de la memoria un verso salido sin esfuerzo. Y la risa domina el ambiente, de tal manera que los vecinos de mesa, se sorprendan y reconozcan la felicidad a unos metros de distancia, o unos metros más ahora por lo de la pandemia.

DOS

Así que todo tiempo es de café. Sea domingo como hoy, y esté uno en la sala de la casa, recordando el ayer y vislumbrando las horas siguientes y el futuro, por demás. O amanezca uno en otra casa, de visita, y te esperen ya en la cocina con un café a nuestro gusto, porque saben de nuestros gustos tropicales. Y un café es motivo de recordar lo ido y armar la trifulca de los encuentros a semejanza de la antigüedad con lucha de cuerpo a cuerpo, sin hacerse daño.

TRES

Con frío, un café, con mucho frío, un café, con calor mediano, un café, igualmente con calor extremo un café. De todas maneras acudimos a la cafetería de nuestra preferencia y pedimos un café al gusto. El mío aún es café negro con doble carga. Y de vez en cuando un lechero, si ando, en Los Portales, en Veracruz, o en una de esas cafeterías de chinos en México, que siempre te recomiendan uno así, con un bisquet o concha para saborear. "Moja el pan en el café, y verás que te sabe a gloria", me dijeron una vez, y desde entonces me ha gustado. Aunque en los bigotes queda espuma, más eso no importa.

CINCO

En Tabasco hoy amaneció a 16 grados, lo que no es frío, pero es cuando mucho a lo que podemos aspirar para decir que estamos en invierno, y sacar nuestros gruesos abrigos y chamarras. Un viento muy fuerte antier hizo llover ropa de tendederos vecinos, y la tibieza dentro de uno si es ropa interior, de Victoria Secret, pero bueno, a regresarlos, porque de alguna manera por las tallas y tamaños los podemos identificar, aunque primero esperamos a que los vengan a buscar. "Sí, claro que sí, vecina, una blusa roja estaba en el patio, y aquí la tengo ya, además de estas otras prendas". "Muchas gracias, vecino, qué amable, no sé cómo pagarle". "De nada". Y así por el estilo.

SEIS

El primer café de pareja lo tomé a los 17 años. Ella y yo éramos amigos, pero yo quería algo con ella y la invité, me dijo sí. Y fuimos a uno con rumbo al norte de la ciudad. Por ese tiempo había muy pocos lugares con esa característica de tranquilidad, y música de fondo, como marco para las ilusiones románticas juveniles. Ella pidió una malteada y yo un café. Me invitó de su bebida y yo de la mía. Luego pidió su propio café. Hacía frío de 10 grados en Matamoros, y nos tomamos la mano con guantes, y luego nos quitamos los guantes, no sé si ella primero o yo. El caso fue que por primera vez las manos nos sudaron y hacía frío. De allí reconocí esa expresión de "manita sudada".

SIETE

Yo la escuchaba hablar maravillado. Mi alegría era grande al mirar el brillo entusiasta de sus ojos, la voz tremendamente dúctil y suave, musical para mis oídos. Y sus temas eran de mi total y amplio interés, de poemas y libros. Bécquer, Sabines, Machado, qué de recuerdos hoy. La maravilla de estar y ser, en esos planos de convivencia en la amistad y el amor.

OCHO

Allí comprendí la importancia del roce de la piel, ingenua, si se quiere ver de esa manera, pero muy humana en la comprensión de ser iguales aunque distintos, y de querer estar juntos a pesar de las dificultades del frío, o precisamente por eso. Escuchábamos la música, que era en inglés, Bee Gees o Chicago, no recuerdo, y de vez en cuando Manzanero, con esa miel sonora de Somos novios, y los dos sentimos mutuo amor profundo. Y le agrego yo ahora y "eterno" mientras se viva, por ser de esos sentimientos que perduran en la memoria y alma, aún que solo anduvimos de novios si acaso seis meses.

NUEVE

Al café: Gracias por los gratos sabores, prodigios de amores y encantos mil. Por esa manera tan sutil de hacerme sentir maravilla, en los momentos mejores y sentirme bien aún en los peores. Por convocar las mieles y hacer digerir las hieles, para sentirme mejor. Por esa seguridad que me diste para exponer mis razones. Por estar allí en medio cuando las miradas y ser alcahuete también, perdón de que lo diga, porque fingiste olvidos de no haberme visto antes igual, cuando cambió la persona de aquel lado de la mesa. Y porque fuiste justificación por los caminos andados. Gracias por todo eso, café. Y aún por lo que viene. Que debe ser igual o mejor. Siempre en las buenas, malas, bálsamo en las peores, algunos sinsabores. Y esos besos con tu sabor. Y los abrazos fieles a la tradición del encanto por saber que la existencia es mejor con amigos y amigas, y a tu vera, amoroso café.

DIEZ

Y has de saber, que aquí en tu casa, ya tengo el lugar especial, a semejanza de altar, para venerar tu aroma y sabor. Hay una cafetera romana, y una de prensa francesa (muy económicas, por cierto), y la humilde ollita, para el café de mamá, y la máquina de cápsulas, regalo de reyes, que logra hacer unos cafés fabulosos. Y un letrero de identificación, que a la letra dice: "Cofee times", que es asimismo letrero regalo, por eso lo conservo. Porque además observo, que todo tiempo de vida, siempre será tiempo de café.