El zarpazo VII. La batalla de Cerro Gordo
Tras la caída de Veracruz, Winfield Scott avanzó hacia la Ciudad de México, mientras Santa Anna y Canalizo fortificaban Cerro Gordo
Después de la caída de Veracruz, Winfield Scott avanzó teniendo como meta a la ciudad de México. López de Santa Anna y Valentín Canalizo ordenaron fortificaciones en Cerro Gordo, desoyendo al Coronel de Ingenieros Manuel Robles, quien alegaba que era el peor punto para comprometer todo el ejército, recomendando Corral Falso donde se harían efectivas las ventajas de la superior caballería y artillería mexicana. Pero no lo oyeron.
Y los dias 17 y 18 de abril de 1847 los cañones tronaron, y protegidos por el terreno quebrado, impropio para los mexicanos, los norteamericanos avanzaron y tomaron la cima de Cerro Gordo y otras brigadas lo flanquearon y atacaron por la retaguardia dificultando la retirada y el desastre fue total. Se perdió toda la artillería, 40 cañones, más de 1,000 muertos y más de 3,000 prisioneros, entre ellos cinco generales.
Esta acción fue llamada por los estadounidenses “batalla de las Termópilas”, porque el uso del terreno y de traidores, fue similar a las maniobras utilizadas por los persas para derrotar finalmente a los griegos .
Melchor Ocampo, entonces gobernador de Michoacan, dijo en su Congreso: <<…hay en México una porción infame de la sociedad….que por rastreros y mezquinos intereses de conservar en pie cuatro adobes…se entregan maniatados como tímidas y estúpidas ovejas, a la insultante rapacidad de nuestros enemigos>>.
Y Scott declaraba: <<somos amigos de vuestra santa religión y de sus prelados y ministros>>. Sin ser católico, asistía a misa. Escribe Vicente Fuentes Díaz (La intervención norteamericana en México): “Luego que el general Scott se posesionó de la plaza de Veracruz, entró en relaciones con el obispo de Puebla, D. Pablo Vázquez, por conducto del cura Campomanes, y el obispo le dijo: ’si me garantizas que serán respetados las personas y bienes eclesiásticos, yo te ofrezco que en Puebla no se disparará un solo tiro’. ‘Aceptado’, dijo el general americano.”
Y efectivamente entró en Puebla el 15 de mayo de 1847, sin disparar un solo tiro, caminando sobre alfombras, igual que lo hizo más tarde Maximiliano. Y allí permaneció tres meses, asistiendo todos los días a pláticas con el obispo, en la catedral.
La colaboración del clero, llegó a amenazar con excomunión a quien se atreviera a matar un soldado estadounidense y el mismo obispo Pablo Vázquez, a más de publicar las proclamas de Scott, organizó un batallón de traidores comandado por Miguel Domínguez, que iba al frente de los invasores , y como mexicanos, merodeaban los puntos a atacar e informaban los accesos y puntos más débiles para asegurar el triunfo de los asaltantes de la bandera de las barras de sangre y las estrellas robadas.
El Gral. Emilio Mola, en los preámbulos de la toma de Madrid, en la guerra civil española, declaró que cuatro columnas avanzaban por los cuatro puntos cardinales para la toma de la capital, pero que esta caída estaba asegurada gracias a la “quinta columna” que estaba colaborando dentro de ella.
Y la malinche dejó su herencia de traiciones. Y la quinta columna, muy robusta en México, facilitó esta y otras invasiones y sigue trabajando para gobiernos y empresas extranjeras.