A veces llegan cartas (I)
A VECES LLEGAN CARTAS del pasado. Quizá viajaron por años y se detuvieron en el infinito
A VECES LLEGAN CARTAS del pasado. Quizá viajaron por años y se detuvieron en el infinito, o las detuvo una aduana, y finalmente al ser liberadas, viajaron lo necesario para llegar a su destinatario. Son reales estos sucesos. Como aquella vieja intención de lanzar una carta en botella al mar, con la esperanza que llegue a una playa donde casualmente el o la destinataria, muchos años después, llegue de paseo, y el hijo o hija, jugando en la arena, vea de pronto una botella, y ¡oh!, una carta dentro, y era precisamente para su madre, escrita cuando era soltera. Y entonces a leerla, y sentir la nostalgia de lo que fue o pudo ser.
DE LLEGAR UNA CARTA o mensaje así en el momento justo, preciso y necesario, ¿hubiera cambiado el pasado, fuera distinto el destino? No se puede saber. Sólo que hay cartas, mensajes, que llegan tarde, y asimismo tarde ya para cambiar los sucesos. Si llegan muchos años después, quedan como reliquia, se leen como una reliquia, composición imaginaria de lo posible que pudo ser probable, pero que sencillamente no fue.
"NO DIGAS TONTERÍAS, huasteco". Suele suceder. El tiempo no es uno, ni es lineal. En literatura todo es posible. Ese es el truco. No solamente para que entretenga al lector. Sino para que lleve al lector a reflexionar sobre la existencia misma del ser humano, y acercarse a la filosofía en este destino que tenemos, de nacimiento, crecimiento y muerte. ¿Y antes qué? Y ¿luego qué? O qué sucede con el individuo en la sociedad, no de buenos y malos, sino de los que tienen y no. ¿Y a qué se debe eso? Y a seguir leyendo para comprender.
AHORA CON EL INTERNET y las redes sociales, se han entrelazado personas que tenían muchos años de no verse, inclusive, casi cincuenta o algo más de no verse. Amigos y amigas de primaria, secundaria, prepa y universidad. Alguna mujer que nos gustaba, alguna a la que le gustábamos, que nos hace recordar aquellos tiempos a los que llamamos viejos, sin mirarnos al espejo. Y el corazón late de nuevo, solo que ahora con riesgo de infarto. "Me hiciste recordar el pasado", me dijo una amiga de Saltillo. "Y me es grato que me recuerdes", le dije con guiño. "Y cómo no, si fuiste alguien muy especial de mi vida". Y así seguimos por un buen rato. Hasta que se despidió: "deja ver que alguien llegó; estoy esperando a mi nieta mayor que acaba de tener un hijo". Pálido, asustado y perplejo cerré la conversación y corrí a verme a un espejo.
VI UNA PONENCIA de escritor recientemente, sobre cómo serían los cuentos clásicos conocidos si hubiera existido el teléfono móvil. Y hace referencia a cada uno de esos cuentos, ejemplo: la Cenicienta se hubiera quejado de maltrato usando el móvil; uno de los tres cochinitos hubiera avisado a los demás que venía el lobo; la bella durmiente no se hubiera dormido por estar viendo el estado de última conexión de su novio o amante; o el clásico de Julieta avisando vía móvil a Romeo de que no está muerta, de que está fingiendo...etc. Solo que en reflexión cada etapa humana tiene sus propios avances tecnológicos. Y como la literatura trata de lo humano, entonces también estos tiempos de internet, redes y videollamadas tienen ya sus propios cuentos y novelas.
CON EL INTERNET me he comunicado con amigos y amigas de la secundaria, que no nos habíamos visto. Yo a ellas las miro igualitas (porque yo veo su rostro con las almas) y ellas me miran diciéndome que no me reconocen con el muchacho flaco que fui. Que quién soy. En qué banca me sentaba. Solo una dijo, "y cómo no me voy a acordar de esos ojos verdes de mirada divina, que se me quedaban viendo, y cuando yo los sorprendía, volteaba y bajaba la mirada". Y nos reímos. Solo por ese detalle la invité a cenar. "Pide lo que gustes", le dije agradecido. (Primera parte)