Breves lecciones para analizar un debate
Los debates, que al calor de una contienda política empiezan a convertirse en actos propagandísticos
En la Grecia clásica, los ciudadanos atenienses deliberaban en las asambleas. El debate era "pan nuestro de cada día". Por ello, hasta nuestro tiempo trascienden sus lecciones de argumentación que, lamentablemente, muchos desdeñan en la política.
Es una exigencia social que las personas que aspiran a gobernar sean lo más transparentes posible y que los ejercicios de deliberación nos ayuden a contrastar sus posiciones ideológicas y comprender sus propuestas para solucionar los problemas públicos.
Los debates, que al calor de una contienda política empiezan a convertirse en actos propagandísticos, no se organizan para que los candidatos que participan se autodefinan ganadores minutos después de concluidos. Reitero: son oportunidades de contraste de ideologías y proyectos que se mueven más en el plano racional, con la finalidad de que los espectadores —votantes en potencia— dispongamos de mayor información para nuestros marcos de análisis.
El problema es que cuando se busca meter con calzador a la emoción para desplazar de su lugar a la razón, la mente del elector queda al desnudo, susceptible de ser contaminada por frases simples, agravios personales, mofas y chascarrillos. La lógica (como ciencia que estudia la corrección de los razonamientos) cede su lugar al espectáculo.
Sin que me asuma en una especie de "ombudsman" o defensor del pueblo en esta materia —papel que deberían desempeñar las instituciones electorales para educar también a los ciudadanos acerca de cómo sacarle jugo a un debate, cómo evaluar el resultado de esta técnica de confrontación de ideas y no ser presa de los engaños—, voy a compartirle al menos cinco lecciones que usted podría tomar en cuenta para protegerse de los candidatos que pretenden extraviar a la gente, evitar los argumentos frontales y hasta ocultar su ignorancia. Por supuesto que no son los únicos aspectos a considerar, pero sí un buen comienzo. Tome nota:
PRIMERA. Contraste las propuestas con las descalificaciones y asígnele menos puntos a quien recurra a lo segundo. Se llega a contrastar proyectos y argumentos, no a comprobar quién tiene menos pelos en la lengua y habilidad histriónica para lanzar diatribas y contar chistes.
SEGUNDA. Puesto que el debate implica réplicas y contrarréplicas (recursos que deberían estar alejados de la improvisación), no es válido guardar silencio ante las preguntas o los señalamientos acerca de las ideas o los argumentos esgrimidos (no me refiero a señalamientos personales). Al debate se llega a debatir, por lo que todos deberían hacer uso de las réplicas para defender sus proposiciones lógicas de cualquier ataque; hay que hacerlo, además, en el momento, no esperar un par de días para aclarar los puntos en la comodidad de una rueda de prensa o de un evento público con simpatizantes. Identifique quién, durante el debate, maniata sus palabras para agazaparse en la comodidad del silencio.
TERCERA. ¡Cuidado con las hipérboles!, el recurso retórico maestro de la exageración. Ellas son bienvenidas en el ámbito literario, pero condenables en la propaganda comercial o política, donde son una especie de lobos pululando con pieles de ovejas, prestos a devorar de un bocado la mente de la audiencia (ah caray, perdón por la hipérbole). El caso es tener cuidado con quienes a la falta de una luminaria la llaman un pueblo en penumbras o al montoncito de basura que ciudadanos irresponsables dejaron en una esquina lo llaman una ciudad en la inmundicia. "Todo el país es un cementerio", dijo alguien por ahí.
CUARTA. Protéjase de las perífrasis o circunloquios, otro recurso retórico del que algunos se valen para decir las cosas con más palabras de las necesarias (se andan con rodeos), con el objeto de consumir tiempo o salirse por la tangente en un momento de apremio (pensándolo bien, todo esto que le estoy diciendo es una perífrasis, pero estará de acuerdo conmigo en que "dar un beso" es simplemente "besar").
QUINTA. Sea perspicaz y ciudadano responsable para informarse muy bien de lo que pasa a su alrededor, para no ser presa fácil de las falacias, razonamientos no válidos, pero con apariencia de correctos que, por lo mismo, son engañosos. Los candidatos las usan al creer que pueden pasar por verdad una mentira ante un pueblo que presuponen ignorante. Ejemplo: "el candidato fulano no tiene ni idea de cómo resolver la pobreza, porque nació en cuna de oro, o anda en suburban".
Tome estas sugerencias con reserva. Considérelas si le sirven. Hay mucho más que del tema se puede decir, pero mi recomendación más importe es que usted se vuelva un amante de la sabiduría. Voltee la mirada a los clásicos, a los filósofos griegos que de ninguna manera vivían en una torre de marfil, dedicados exclusivamente a sus pensamientos e ideas, contemplando el universo desde la comodidad de su intelecto, sino que se forjaron al calor de los debates en las plazas públicas.
Ellos —Sócrates, Platón, Aristóteles, Hipias, Gorgias, Pericles, y muchos, muchos más— consiguieron seguidores y enriquecieron la cultura cívica de las ciudades griegas. Hagamos que también nos ayuden a enriquecer la nuestra.