El plagio, la ética, los vacíos legales y Yasmín Esquivel
El asunto de la tesis de licenciatura que plagió la ministra Yasmín Esquivel acumuló un episodio más
El asunto de la tesis de licenciatura que plagió la ministra Yasmín Esquivel acumuló un episodio más: la UNAM despidió a su asesora porque con ese mismo trabajo prácticamente idéntico, tituló a 8 alumnos en total. Se fue la asesora, pero la ministra cuyo plagio fue confirmado por la misma UNAM sigue firme en la Suprema Corte de Justicia. La presión fue suficiente para evitar que llegara a la presidencia de la Suprema Corte, pero ni la UNAM ni el Gobierno de la República a través de la Secretaría de Educación se atreven a revocarle su título o cédula de licenciatura por un vacío legal. Y a ella la dignidad no le alcanza para tomar la única salida honesta posible: renunciar a su cargo.
Dice Yasmín Esquivel que no tiene nada de qué sentirse avergonzada. Ni por el plagio confirmado ni por haber presentado en la Fiscalía de la Ciudad de México una supuesta confesión del licenciado Edgar Ulises Báez, lo que después el licenciado y autor original de la tesis después desmintió públicamente. Ella, que robó, mintió y traicionó la confianza de los mexicanos al ocupar el cargo que detenta, sigue como ministra de la Suprema Corte cuando el autor original de su tesis se desempeñó como maestro de secundaria y defensor público en la Ciudad de México.
He escrito que la ministra “detenta” el cargo y no que lo “ostenta”, porque detentar es retener y ejercer ilegítimamente algún poder o cargo público o retener lo que manifiestamente no le pertenece, mientras que ostentar es tener hacer gala de prestigio al merecer un título o cargo que confiere autoridad, renombre.
El caso de Yasmín Esquivel sirve para ejemplificar varias cosas. Se demuestra la afirmación del estoico Cayo Musinio Rufo: si logras algo bueno con trabajo duro, el trabajo pasa rápido, pero el bien perdura; si haces algo vergonzoso en busca del placer, el placer pasa rápidamente, pero la vergüenza perdura. Así, un acto vergonzoso en que la ministra incurrió hace más de 30 años para darse el gusto de titularse sin pasar por mayores dificultades, hoy la persigue. Es ejemplo de cómo la corrupción de ayer sigue vigente y sus consecuencias repercuten todavía.
Casos como ese son bastante comunes en todas las universidades. Es sólo que no todas hacen sus tesis de consulta pública abierta en Internet. Primer pendiente que tienen que resolver todas las universidades que no tienen este sistema. El segundo pendiente a resolver, en la SEP, en la UNAM y en toda institución de educación superior, es regular las sanciones por plagio de tesis. Porque el caso de la ministra también sirve para mostrar la complejidad de sancionar conductas cuando no se han regulado o bien, cuando han prescrito las faltas pero sus consecuencias son tales que no es posible dejarlas pasar.
La UNAM se ha propuesto entrarle al asunto de fondo hasta dar con una solución ética y legalmente satisfactoria. El rector anunció que esta labor tomará tiempo, pero estableció el compromiso de cumplirla, porque en ello va el prestigio de la institución.
El plagio de Yasmín Esquivel enloda a la UNAM, pero todavía peor queda la Suprema Corte, que no se ha pronunciado al respecto. Mientras tanto, habla mucho del país que somos el hecho de que en la Suprema Corte de Justicia de la Nación haya una ministra que debería garantizar la legalidad cuando llegó al cargo con un título fundado en una tesis plagiada. Las razones por las que Yasmín Esquivel sigue ahí son un reflejo de por qué no hemos podido cambiar todavía.
Más allá de las implicaciones políticas, de los ajustes necesarios en diversas instituciones para evitar que estas vergonzosas situaciones se repitan, es necesario reflexionar sobre cómo la corrupción ha estado tan ampliamente aceptada en los más diversos ámbitos, cómo siempre quienes tienen con qué pagar pueden ahorrarse dificultades y en qué medida la impunidad promueve que estas conductas se perpetúen.
A medida que estas tranzas se rechacen y sancionen, poco a poco se irá reduciendo el imperio de la corrupción, así como el poder de quienes tienen dinero para comprar méritos que en realidad no tienen y que les permiten pasar por encima de quienes sí tienen esas capacidades pero carecen de influencias. Un propósito de largo plazo al que todos podemos contribuir.