Y sin embargo se mueve (II)

La creación es la acción de contar una o múltiples historias por una necesidad de hallar nuestra propia voz y la de los demás.

La creación es la acción de contar una o múltiples historias por una necesidad de hallar nuestra propia voz y la de los demás. El acto de escribir para conocer y reconocernos quiénes somos en verdad.

Y, en este reconocimiento de múltiples voces de manera emotiva y placentera, la recreación de una realidad: la del genio científico, Galileo Galilei. El tejido de una atmósfera seductora, elaborada con los elementos retóricos mencionados arriba, que permite situarnos y hacernos habitable imaginariamente real, el tiempo y espacio de Galileo. A ser parte privilegiada y honorable, como lo es uno de sus discípulos representado con el nombre de Andrea, para hablar de matemáticas, astronomía, física; de movimiento, de elementos científicos, como la hipótesis, la observación, la experimentación o la importancia de la fuerza de la razón, como camino seguro para mostrar y explicar la visión del mundo alejada de toda superstición y dogma posible. Atmósfera que invita a vivir las experiencias que uno desea al lado de un fuera de serie, como Galileo.

Realidad mostrada en tan solo quince escenas recorridas a lo largo de los caminos más representativos e importantes de su vida y obra científica, como también las veredas del conflicto, ocasionado por su actividad de hombre de ciencia, entre esas dos visiones de la realidad que representan la ciencia y la religión. Escenarios, donde la razón humana es parte medular, para llegar a demostrar la validez del sistema Universal Copernicano a través de la experimentación; de la observación que le ofrece el descubrimiento de un anteojo de larga vista de más o menos sesenta centímetros de longitud; a pesar de la siempre antinomia presentada por la religión y sus dogmáticos; a pesar de la retractación pública de Galileo, ante los jerarcas representantes de la ortodoxa teología cristiana de la época medieval.

¿Un hombre de ciencia como Galileo, pudo arrepentirse en cierto momento por haber defraudado su espíritu científico? ¿El fin justificó su contribución científica a la humanidad?; ¿Pudo haber quedado justificada la moral de la ciencia, siglos después, en Hiroshima y Nagasaki, producto de la utilidad que los poderosos le dieron a la ciencia? Es cierto, dos realidades muy distintas. Muy lejano, por supuesto de aquellos tiempos de discusión entre la religión  y los Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo y Las dos nuevas ciencias del cual uno se recrea con la narración dramática de Galileo Galilei de Bertolt Brecht. Muy lejana del contenido de la discusión científica e histórica entre la ciencia y la religión; aunque nada distinta de lo político, lo económico, lo social y lo cultural; a excepción que, el Dios de la todavía jerarquía católica, fue y ha sido sustituida por la utilidad que le han dado a la ciencia los gobiernos más poderosos del mundo: Dios ya no es el centro del universo, todo gira alrededor de la ciencia y la tecnología, de lo cual, pocos son los que reciben las ganancias.

* "Y sin embargo se mueve", es un fragmento del ensayo que, aparece en el libro Los senderos del infinito publicado en 2015, por el Departamento editorial cultural de la UJAT.