Un sexenio de cambio histórico
Educación de excelencia. Una agenda para el futuro
No soy un experto en literatura, aun me faltan varias cosas por leer, pero todos podrían coincidir en que "Los Miserables" es una joya de la literatura universal, quizás la obra cumbre de su autor Víctor Hugo, un ensayista y dramaturgo francés, quien con soltura y prestancia -propia del estilo romántico- escribe una historia enclavada en un momento de la Francia del siglo XIX. Se publica en 1862 y en ella explora temas como la lucha entre el bien y el mal, la política, la justicia, por supuesto la religión, pero particularmente la redención del hombre, no obstante su origen, y, sus constantes detractores que lo persiguen durante toda la historia hasta su final.
Hay muchas frases en esa novela que vale la pena citar, pero una de ellas, que se ha parafraseado mucho por muchos, quizás incluso sin saber de dónde y de quién viene dice esto: "...quien abre una escuela, cierra una prisión...".
De esta expresión pueden salir tantas aristas por discutir; sin embargo, la sola premisa sin interpretación es ya un ideal por el que toda la sociedad deberíamos trabajar.
El proceso histórico por el que ha transitado la humanidad y el concepto mismo de la educación y de la escuela como el espacio físico donde se adquiere, ha sido largo, con distintos matices, formas, métodos y hasta estrategias para comercializarla; pero al término de todos esos motivos que subyacen al propósito último y definitivo de la educación, se encuentra el hecho de que la educación de excelencia no puede ser un privilegio de unos cuantos, sino un derecho básico para todos y una necesidad para cualquier sociedad que se precie de ser democrática y promueva la libertad y participación de todos sus ciudadanos.
La educación de excelencia es un derecho, no es un producto del mercado. Los productos cualesquiera que sean, se adquieren en un mercado o centro comercial, y su obtención se termina en el momento de cubrir el costo de la transacción, como cualquier contrato de compraventa; la educación que regula el Estado -incluso la que se imparten en instituciones privadas en todos sus niveles-, está enfocada en formar ciudadanos y prepararlos para los retos cada vez más exigentes que impone la sociedad moderna. Los involucrados son niños, jóvenes, ciudadanos, que en corto tiempo estarán inmersos en la vida laboral, serán nuestros médicos, abogados, gerentes, empresarios, maestros, etc. Formar y educar ese bono demográfico -extendiendo el concepto a las personas- con la visión correcta es una responsabilidad desde el Estado, que, en ocasiones deposita en el particular para que siguiendo los principios que emanan de la ley participen del proceso formativo de sus ciudadanos.
El pasado 24 de enero se conmemoró un año más del Día Internacional de la Educación, así proclamado por Asamblea General de la Naciones Unidas; su Secretario General, António Guterres, señaló: "La Cumbre para la Transformación de la Educación tratará de renovar nuestro compromiso colectivo con la educación y el aprendizaje permanente como un bien público preeminente".
Las vías de acción propuestas en dicha Cumbre y que la Asamblea General ha descrito como los retos para la educación del futuro son ideales que cada país debe proponerse lograr mediante políticas públicas en las que plantee no solo el qué, sino el cómo trabajar para alcanzarlos; pero no hay que perder de vista que la educación per se no es la solución única para todos los problemas, creer eso sería simplificar en exceso la complejidad de los desafíos no solo locales o regionales, sino globales. La educación puede incidir de forma significativa en distintas dimensiones de problemas sociales como desigualdad, pobreza, discriminación o violencia por citar algunos, pero se requiere un enfoque que considere en conjunto políticas económicas, sociales, de salud y seguridad.
Recientemente, Sergio Pérez Castilleja, Director Ejecutivo de Newmark México, empresa consultora líder en el desarrollo de reportes en materia de mercado de los sectores industrial y comercial, declaró que nuestro país tiene "...un gran potencial de convertirse en una de las fábricas más importantes del mundo de la industria manufacturera, automotriz, eléctrica, electrodomésticos y metalmecánica; México está preparado para convertirse en el principal sector manufacturero, con una producción y proveeduría distintas...". Por supuesto que el éxito de una sociedad no se mide únicamente a través del crecimiento económico, pero muchos podríamos estar de acuerdo en que mayores oportunidades y puestos de trabajo producen expectativas y esperanzas de un mejor futuro para las familias. No hay que perder de vista que la injusticia social siempre será más costosa que la justicia social.
Tenemos aun por delante grandes desafíos, pero las bases para enfrentarlos han sido colocadas;, quien no quiera verlo vive en negación voluntaria. Pueden criticar amargamente todo, pero el hecho es que este último sexenio -que aun no culmina- ha significado un cambio histórico para el país; un golpe de timón; no se han acabado los problemas, pero hoy hay mayores y mejores expectativas para todos, incluidos los que se quejan, porque ciertamente un Gobierno que se precie de ser democrático debe pensar en todos, comenzando por quienes menos oportunidades han tenido para salir adelante. En ese contexto, una educación de excelencia debe ser parte de la agenda para un futuro promisorio. (Investigador y académico universitario)