Trump recargado: La postposmodernidad, ¿el fin de la ética?
¿Cuántas veces no escuchamos a los seguidores de Trump justificarlo y justificar su propia abyección "porque se atreve"?
En la genealogía de la moral Nietzsche denunciaba como la moral sólo existía para los dominados y que la obligación del comportamiento ético era una técnica para mantenerlos en ese estado. Los poderosos o dominantes, quienes exigían, determinaban las leyes y castigaban a quienes no seguían esos principios, eran justamente la otra cara de la moneda: quienes no respetaban ninguno de esos mandamientos pero por el sólo hecho de controlar las formas de definición, observación, juicio, control y vigilancia (como explica Foucault) generaban una condición no sólo de inobservables (sus acciones se mantienen privadas lejos de público) sino de apariencia de superioridad moral automática (por eso la importancia de los uniformes, la limpieza, el orden y todo tipo de ceremonia).
El paso de la Edad Media y el Estado absoluto a la modernidad -donde en principio todo ciudadano tiene derecho y posibilidad de llegar a ocupar el poder bajo el consentimiento de las mayorías- generó la necesidad de ser mucho más cuidadoso en la apariencia de un comportamiento moral y ético semejante al exigido a los gobernados, lo que aumentó y teóricamente universalizó la importancia de ser y parecer una persona y ciudadano ético.
En ese sentido, la era de la publicidad y la información, lo que Gianni Vattimo caracteriza como posmodernidad, el estado en que -gracias a la tecnología- todo mundo sabe todo lo que pasa y se hace de manera sincrónica en todas partes, y además todo -gracias a la ciencia- lo del pasado y bastante sobre el futuro; vino a romper con la privacidad de todos, incluidos los gobernantes. Y aunque ya entonces Jean Baudrillard nos explicaba como el orden real dominante pasó a ser el de la pornografía, no sólo en el sentido de la exhibición desnuda de los cuerpos, sino en la exaltación parcializada, segmentada y espectacularizada de todo (todo se convierte en escándalo para ser o existir).
No va a ser hasta este siglo en donde pasamos a una etapa más avanzada, donde ya no se fingirá la condición moral, sino al contrario se presume la inmoralidad y falta de ética, como un atributo, como una cualidad admirable. ¿Cuántas veces no escuchamos a los seguidores de Trump justificarlo y justificar su propia abyección "porque se atreve"? Y por otro lado, para demostrar que no se trata de un hecho aislado, antes había, digamos, vergüenza por cometer atrocidades como un genocidio, y por una parte el criminal trataba de ocultarlo y la población justificaba su inacción porque no lo sabía (como la relación entre los nazis y resto de alemanes en 1942).
Pero ahora, no sólo se vanagloria Netanyahu y los jóvenes asesinos del ejército de Israel publican sus videos, sino que por el otro lado, el resto del mundo, países, gobiernos, instituciones y ciudadanos, llevamos un año siendo testigos en vivo y directo de lo que pasa en Gaza. Quizás esto tiene que ver con pasar de una relación de poder y gobierno donde se reconocían derechos pero no se realizaban, a una donde cínicamente se demuestra la impotencia de los gobernados y subordinados. La más total y cínica de las dictaduras.
Esta condición de postposmodernidad, se hace evidente cuando el más inmoral de los ciudadanos estadounidenses gana la votación popular como presidente: a la mayoría de los estadounidenses no les importa la moral ni la ética. Como dice la comentarista Desi Lidyc: "Antes que elegir a su primer presidenta mujer, Estados Unidos ha elegido a su primer delincuente convicto como presidente. ¿Qué pasa América? Hemos tenido como candidatas a dos altamente calificadas mujeres y en ambas ocasiones han perdido contra el peor hombre del país...Pero es muy claro que quien necesita un diagnóstico es América, porque lo que esté mal con Trump lo adoramos. Trump ha puesto un espejo frente a nosotros y más vale que lo miremos con cuidado".
El segundo himno de Estados Unidos se llama: "América la hermosa", pues resulta que ésta ama al "Americano Feo" de la novela y película de 1958, que expone la perversión moral de los agentes imperiales. (Investigador universitario y activista)