Soberanía: la autosuficiencia alimentaria, determinante para el proyecto de bienestar
*Graves amenazas: inundaciones, la epidemia, el cambio climático *Lección a aprender: el error de fincar el futuro en los petrodólares
NO ES UN SECRETO que el gobierno federal que encabeza Andrés Manuel López Obrador tiene puestas sus esperanzas, esfuerzo y recursos en la recuperación de Petróleos Mexicanos para que sea la empresa fundamental en el impulso a un modelo de desarrollo del Plan Alternativo de Nación. Lo que no debe hacerse es repetir el error de finales de los 70 y principios de los 80, cuando el auge en el mercado petrolero llevó al desmantelamiento de nuestra capacidad productiva primaria, sobre todo de alimentos.
Durante la administración de José López Portillo se llegó a decir que resultaba más barato comprar maíz en el extranjero que producirlo en terrenos nacionales. La fórmula dañina: vender petróleo, cuyo costo de extracción era muy bajo y de venta extraordinariamente alto, para comprar alimentos. Un camino inequívoco a la dependencia y la subordinación.
Aunque la declaración oficial fue que con el Sistema Alimentario Mexicano (SAM), se solucionaría el problema de la cadena producción-distribución-consumo, para lograr la verdadera soberanía (un pueblo con hambre es dependiente), la realidad fue otra.
Se vendió mucho petróleo, se agotaron algunos de los yacimientos, y, al cabo de los años, nuestro país vivió una silenciosa tragedia sólo contenida por el trabajo de la producción para el autoconsumo.
Esto es necesario recordarlo ahora que se vive la oferta de un nuevo modelo, pero en el que también el petróleo tiene un papel decisivo; al tiempo que el planeta está sujeto a los riesgos del cambio climático y la sobrepoblación.
SIN MAÍZ NO HAY PAÍS
ESCRIBIÓ Carlos Fernández Vega (La Jornada, 13 de enero de 2007): “A pesar de ser el principal alimento en el país, independientemente de sus profundas raíces culturales, México es deficitario en la producción de maíz. En 1993 año previo al arranque del TLCAN se importaron 500 mil toneladas métricas de este grano básico; en 2005, 7.5 millones de toneladas, mil 400 por ciento más en el periodo. De Estados Unidos proviene el 95 por ciento”.
En términos globales, actualmente importamos el 60 por ciento de los alimentos que consumimos. Ahora, con la pandemia de COVID-19, las cadenas de suministro están en crisis. Varios organismos internacionales (FAO, OMS), alertaron ya sobre el riesgo de una escasez de básicos.
No es casual que en México haya surgido en 2007 la campaña nacional “Sin maíz no hay país”, promovida por más de 300 organizaciones y personas que demandaron al gobierno una política de atención urgente al campo mexicano. Desde 2009 conmemoran el Día Nacional del Maíz cada 29 de septiembre.
Desde varias tribunas se levanta la advertencia
Hay algo que resulta lógico: los países que controlan el mercado preferirán alimentar primero a su población al tiempo que se encarecerían las importaciones. Lo que repercutiría en los precios al consumidor.
¿UN NUEVO MODELO?
HASTA el momento –y a pesar de la crisis sanitaria- en México existe un abasto regular de alimentos, entendiendo también que subsiste la desigualdad histórica en el acceso. Se padece pobreza alimentaria Casos imprevistos como las inundaciones en Tabasco y parte de Chiapas, podrían repercutir en la oferta de básicos para estas poblaciones. No perdamos de vista que México pasó de ser autosuficiente en maíz a tener una creciente dependencia del extranjero en la variedad del grano amarillo; en el blanco se cubre la demanda con la producción nacional. En 2020 se calcula que las adquisiciones en el extranjero pueden llegar a la cifra récord 18 millones de toneladas.
Ocupados de lo inmediato - evitar los contagios del COVID-19, rescatar a los afectados por las inundaciones, combatir la violencia criminal-, no debe hacernos ignorar la importancia de asegurar la alimentación.
Se debe estar alerta ante el impacto que tiene el cambio climático en nuestra producción agropecuaria, en especial porque una gran parte de nuestras tierras de cultivo son de temporal; también porque el campo sigue sujeto a una inercia burocrática en la que los recursos llegan después de que son necesarios para el productor; qué decir de la asistencia técnica que se abandonó cuando se implantó el modelo llamado “neoliberal”. Hasta antes de eso, el gobierno federal “tenía todos los hilos de la producción de alimentos”, refiere un especialista.
Los productores, hasta 2018, estaban cada vez más abandonados. Esta administración federal se propuso cambiar el esquema. Inclusive creó una oficina con super poderes denominada Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), a cargo de Ignacio Ovalle Fernández. Como se sabe, este personaje fue director nacional del INI cuando Andrés Manuel López Obrador fue delegado en Nacajuca, a finales de los años setenta y principios delos ochenta.
Junto a Pemex, Segalmex tendría un papel determinante en el proyecto de Nación lopezobradorista; a la producción agropecuaria coordinada por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), se han sumado los programas de la Secretaría de Bienestar, como “Sembrando Vida”.
AL MARGEN
LA DECISIÓN del presidente López Obrador de suspender sus giras programadas en la Ciudad de México y el anuncio de brigadas de varios estados a la capital y a Edomex deben servir de advertencia frente a la nueva ola de contagios. El combate a la epidemia no se puede dejar sólo a la buena voluntad; el desgaste del servicio médico y del personal es ya notorio. (vmsamano@hotmail.com)