Transformar a la nación, sólo con diálogo y respaldo popular
Primera candidata a la presidencia de la República. Esa mujer fue Rosario Ibarra de Piedra
Hace 42 años, México tuvo su primera candidata a la presidencia de la República. Esa mujer fue Rosario Ibarra de Piedra, quien llegó a postularse tras acumular un importante capital político tras liderar la demanda social de las familias que buscaban a sus hijos desaparecidos en la llamada guerra sucia. La mujer que México eligió como presidenta de la República, por primera vez en sus más de dos siglos de historia como nación independiente, llega a un país muy distinto de aquel en el que luchó Rosario.
Claudia es consciente de la larga lucha de las mujeres en este país para tener representación social y hacer valer sus derechos. Por eso dijo "no llego sola, llegamos todas". De esta manera, reconoce en su triunfo la importante carga social de las luchas feministas a lo largo de nuestra historia. A pesar de que el feminismo ha encontrado fuertes resistencias, desde el primer congreso celebrado en Yucatán en 1916, hasta nuestros días, con avances en tantos ámbitos es imposible negar que su influencia ha sido trascendental.
Pese a las críticas en el sentido de que las marchas, pintas y manifestaciones feministas de nada sirven, basta recordar las transformaciones que ha habido en materia del derecho familiar, donde las mujeres pueden reclamar una pensión para ellas y para sus hijos, incluso sin haber matrimonio de por medio. En materia político-electoral, si bien Claudia Sheinbaum tiene una carrera consolidada dentro del movimiento social que creó a Morena como partido y llevó a Andrés Manuel a la presidencia este sexenio próximo a terminar, tal vez la historia habría sido distinta de no ser por las acciones afirmativas que se han aprobado para "forzar" la representación paritaria de las mujeres en los cargos de elección popular.
La presidenta Sheinbaum tendrá una mayoría calificada en la Cámara de Diputados y la coalición que la abanderó está a tres escaños de tener la misma mayoría calificada en el Senado. Esto quiere decir que la primera mujer presidenta de México tendrá condiciones en las que apenas tendrá que consultar o convencer a la oposición para poder sacar adelante reformas a la Constitución federal, si es lo que considera pertinente. Condiciones favorables como no se habían visto en casi 30 años.
Desde luego, Sheinbaum Pardo no gobernará sólo para mujeres, ni siquiera sólo para simpatizantes de la cuarta transformación que busca consolidar como régimen político. Mientras muchos anticipan que el Legislativo será una mera oficialía de partes, la presidenta electa ha ofrecido diálogo y apertura, en particular, respecto a las cerca de 20 iniciativas de reforma que conforman lo que popularmente se conoce como Plan C.
En cuanto a la polémica reforma al Poder Judicial, la presidenta electa ha dicho "que lo discuta el pueblo de México". Ello, a pesar de que con su voto para conformar el legislativo, es muy claro que los ciudadanos respaldan el Plan C propuesto por el todavía presidente en funciones, Andrés Manuel López Obrador. Es inteligente que no tome este respaldo como un "cheque en blanco" dado por la ciudadanía, como han acusado algunos analistas, sino que busca refrendar el talante democrático que el movimiento de la 4T presume como una de sus bases.
Habrá que tomarle la palabra a la presidenta, no tomar la elección del pasado 2 de junio como el fin de la participación ciudadana en las decisiones públicas que se tomen como país, sino estar preparados y atentos para el diálogo de las iniciativas del Plan C. Informarse, considerar la pluralidad de ideas y tomar decisiones informadas. Sobre la base de este respaldo popular, no tan sólo dado en las urnas, sino refrendado en la discusión pública y, por qué no, consulta ciudadana de cada uno de los temas, se fortalece el régimen democrático tanto como la Cuarta Transformación aspira a consolidarse en el mediano y largo plazo.
Desde luego, recibir condiciones políticas tan favorables para reformar hasta la Constitución federal como no se habían dado en casi tres décadas es una enorme responsabilidad. La presidenta electa tiene el reto de no hacer las cosas como hace 30 o 40 años, sino consolidar un régimen que transforme a la nación de la mano con los ciudadanos. La presidenta electa sabe que sólo mediante el diálogo y el respaldo popular podrá hacerlo