¡Pobre México!
Hay una visión sesgada así como mezquina, no caen en la cuenta que se tiene el leguaje de la comunicación además del raciocinio que conlleva a establecer reglas comunes a seguir
¿Por qué será que cuando hay un atentado a la salud pública mundial la generalidad de los mexicanos entrelazan la unión de voluntades, cuando el coronavirus chino acecha contra la integridad de todos, sin importar ideología, ni raza, ni credo? ¿Por qué no hacerlo desde antaño y no sólo ahora, cuando debe prevalecer el interés general para asumir decisiones de estado en pro de un bien común?.
Claro que las colectividades al interior de las mismas hay intereses distintos, unos respecto de otros; como ocurre en cualquier nación. Pero en México hay una visión sesgada así como mezquina, no caen en la cuenta que se tiene el leguaje de la comunicación además del raciocinio que conlleva a establecer reglas comunes a seguir, en donde todos pueden beneficiarse.
Sin embargo, como clase cogobernante: ejecutivas y legislativas, ni como la voluntad popular que los eligió mandatando a aquellos de ocuparse en la asignatura de proveer los satisfactores de bienestar, permitiendo tener las condiciones para alcanzar sus particulares propósitos lícitos, en el que todos ganen.
Una paradoja en la geopolítica mundial que en México sus gobernantes y gobernados están en permanente confrontación por hacerse en la codicia facciosa del poder político y económica, teniéndolo todo para constituirse como una nación con niveles de desarrollo, equiparable otras naciones sin tener el potencial lograron establecerse en los niveles de una potencia, que incide en la ruta del mundo.
A nada de cumplir 200 años de independencia el 27 de septiembre del 2021 y de haberse constituido como país libre y sobreaño, el 31 de enero de 2024, literal nada tiene que celebrar.
Pero sí a comprometerse absolutamente todos: sociedad y gobierno a participar de un parlamento abierto en el ámbito de la representación popular de los Congresos, el de la Unión, ambas cámaras federales, y los locales para replantearse la pertinencia de plasmar un documento rector que le encause a salir del tercermundismo.
Nada más no tiene sentido que no haya prosperidad nacional con tanto petróleo extraído en tierra y aguas someras, caso Cantarell, en Campeche, que en 2004 superó los 3 millones 400 mil barriles diarios y que al 11 de julio de 2008 se cotizó en 132.71 dólares. Pero desde la décadas de los años 70’s del siglo XX todo se fue a la cómplice corrupción e impunidad.
Ahora que el Partido Revolucionario Institucional desafía que le echen la culpa del pobre desarrollo del país que a trompicones hubo durante su gestión de 71 años, debería también mostrar la otra cara de la moneda de reconocer en principio la inmisericorde corrupción de los millones de dólares que se obtuvo sin ver el crecimiento socioeconómico que debería corresponderle, sin deuda alguna.
Habría que hacer cuentas del patrimonio del país le robaron a los mexicanos desde las direcciones de Jorge Díaz Serrano hasta Emilio Lozoya Austin, ambos en prisión sin haberse visto nada de recuperación, en donde participaron otros tantos integrantes de la elite gobernante.
Una explotación del petróleo además se financió con deuda externa, que al no saldarse se volvieron impagables con los consecuentes intereses; acrecentada durante la gestión presidencial de Ernesto Zedillo, quien emitió los bonos de un endeudamiento contratado con empresas privadas bajo la figura de proyectos de inversión financiada con impacto diferido en el gasto, los Pidiregas.
Una corrupción e impunidad en el sector de los hidrocarburos que representa para México deudas totales por 3 billones 760 mil millones de pesos al tercer trimestre de 2019. Vergonzosamente una industria petrolera comprometida en pasivos del mundo que además por insólito que sea importa el 80 por ciento de combustibles, entre gasolinas, diesel y turbosina, en su caso para la flota de aviones.
No tiene nombre que gran parte de la población del país esté sumida en pobreza y pobreza extrema, comenzando por la alimentaria, viviendo en hacinamiento, sin alcanzar el escaso ingreso de que disponen para sus satisfactores.
La Secretaría de Hacienda y Crédito Público reportó en su informe anual igual una deuda cifrada en 11 billones 27 mil 500 millones de pesos, datos duros y crudos que son impagables, aún menos cuando la crisis de salud mundial por el coronavirus afectó igual al dinamismo de la economía internacional, toda la cadena de valor que aquí en lo general está paralizada, aún más de los micros y pequeños empresarios generadores de la mayor parte de la fuerza laboral.
No está a discusión que ante una pandemia que afecta a todos los países, del cual México no está exento enfrente con financiamiento el peligro mundial, con las consecuente mortandad.
Si los gobernantes hubieran actuado con rectitud no se estaría en la condición de una precaria economía que le tiene en apuros para modificar el ingreso del que logra disponer para atender sectores sensibles como la salud, las políticas públicas con contenido asistencialistas a las zonas poblacionales marginadas de la justicia social, educación, infraestructura física, reactivación de la industria, comercio de bienes y servicios, sin olvidar el sector agropecuario.
México necesita con carácter de impostergable urgencia que la clase cogobernante haga a un lado sus ideologías, para acordar un plan de gran visión en donde lo acordado beneficie ya a sus habitantes asfixiados ante la anárquica gobernanza.
Bitácora
La prioridad, garantizar el derecho humano a la calidad de vida de la sociedad, consagrada en el artículo cuatro de la constitución federal.