Palma y El Chino; tributo a la amistad

Tuve hace días la oportunidad de reencontrarme con "Palma", y el "Chino" Lara.

AMIGOS, POCOS. Y es probable que hace años tuviéramos diferencias. Normales, por supuesto. O casi. Y al paso de los años, como el agua, los sentimientos se asientan. Tuve hace días la oportunidad de reencontrarme con "Palma", y el "Chino" Lara. Nos une una casa laboral común: el diario "La Verdad del Sureste", de Tabasco. Eran, los 90s, años de fárrago político y tumulto democrático. De cuando la lucha electoral y los reclamos en contra del oficialismo tenían cabida como datos reales, históricos, en "el periódico de la sociedad civil", como afirma su slogan aclaratorio, por si las dudas. 


JUAN ROMÁN PALMA LÓPEZ, más conocido por su primer apellido, era uno de los caricaturistas duros, incisivos, cáusticos. No dejaba títere político de esos años con cabeza. Las baterías estaban enfocadas a la lucha acérrima y merecida contra Roberto Madrazo Pintado. Y por lo tanto, de manera diaria aparecía el cartón de Palma. Celebrado y aclamado por los partidarios, educativo para los simpatizantes, ignorado por los indiferentes. Y enfureciendo, por supuesto, a los fieles seguidores de Roberto Madrazo.


LLEGÓ EL DÍA EN QUE ME NOMBRAROn Director. Y consideré normales las reticencias de algunos.  Palma siempre fue tranquilo. De pocas palabras. En la reunión que hicimos para darme a conocer con el grupo, que ya me conocían, pero solo como colaborador, comenté de varias cosas. Del papel histórico del periódico, del futuro luminoso que llegaría -según la sensación de esos días que conmovieron a Tabasco- cuando gobernaran los partidos de izquierda, etc. Y sobre las caricaturas dije: "están bien contra Roberto Madrazo; pero considero que si son a diario, como que ya no surten el efecto que se quiere". Era mi opinión que funcionaban como vacuna. E iban volviendo al mal (el robertismo) más resistente. Casi todos me miraron raro, como un infiltrado. Por supuesto: Palma no me hizo caso, y qué bien. Siguió con la caricatura enfocada casi siempre a ese personaje maratonista.


AHORA NOS VOLVIMOS A ENCONTRAR. Platicamos largo y tendido sobre muchas cosas. Todas ellas reflexiones tamizadas por los años que han pasado. Cada uno con sus experiencias. Con caídas y levantadas. Sobre el diario que nos dio cobijo, La Verdad del sureste. Sobre las vicisitudes económicas de siempre. Sobre los años de auge del diario. "Para escribir, es más fácil para mí ser oposición", le dije. Y sonrió, dándome a entender que él sigue siendo de la misma línea, de combate, crítico. Y me cuenta de lo que hace ahora.


A JOSÉ LUIS LARA, PERIODISTA conocido como "El Chino", también lo conocí allí, en el diario La Verdad. Siempre colaborador, también fue Director de este aguerrido periódico. Lo volví a ver cuándo coincidimos en el 2015, laborando en la Secretaría de Educación. Él estaba en el área de atención ciudadana. Yo en oficina cerca de ese lugar. Y siempre nos saludábamos y platicábamos. Con los cambios de titular, a él lo ubicaron en otro lugar. Y supe que estuvo fuera por enfermedad. Quedó inconsciente por tres meses, sin saber nada de lo exterior. Con motivo de trabajo y otras prisas, no lo volví a ver.


LUEGO VINO EL COVID, y entre tantas muertes, realmente me imaginé -lo reconozco- que él estaba muerto. Cuando preguntaba por él, nadie supo darme razón de su existencia. Y coincidíamos: ha de estar muerto. Y creo que con esas expresiones más vida le dábamos. Luego en una plática con el historiador y catedrático de la UJAT, Héctor Valencia Reyes, allá por mayo del año pasado salió su nombre (José Luis Lara). Y me confirmó que estaba vivo, que lo había visitado (creo que en su trabajo) y que habían platicado largo tiempo. "Dale mi número cuando lo veas", le dije a Héctor. O algo así.


HACE ALGUNAS SEMANAS suena mi teléfono con número desconocido. Y al contestar escucho una voz que dice: "Soy José Luis Lara. Y me da gusto saludarte". Mi disco duro de la memoria rápidamente buscó la referencia del nombre, y no antes de diez segundos me dio la referencia completa. Y palabras más, menos, le dije que me daba mucho gusto escucharlo, que supe lo de su enfermedad, no de su recuperación, y que realmente creía que había fallecido. Quedamos de vernos. Y ya nos hemos visto y platicado bastante.


LARA ME PLATICÓ DE SUS CAÍDAS, le platiqué de las mías. Y estamos configurando un proyecto de libro sobre La Verdad del Sureste, desde dentro. Es decir, textos de los directores y periodistas sobre sus experiencias; alguien que escriba sobre los directores difuntos; anécdotas, etc. Y me parece bien. Iremos alimentando este anhelo de rescatar la historia del diario emblemático que dio cabida a las voces que no la encontraban en los diarios cuya linea editorial estaba entregada al oficialismo. Como dicen los que saben: este libro que describo es un proyecto en ciernes. 


JUAN RAMÓN PALMA ENTRÓ a la sala de espera donde yo estaba. Tan pronto entrar, me reconoció y me saludó. ¿"No te acuerdas de mí?". Mi Alzheimer en progresión me quitó la posibilidad de reconocerlo al instante. Luego de tres, cuatro, cinco segundos, que me parecieron eternos, reconocí a aquel muchacho cuya arma era un plumín de tinta china y su obra inmediata, por lo cotidiano, era la crítica con dibujos, su contribución en la lucha democrática, era la caricatura, el cartón ácido, punzante, que iba directo al hígado del grupo gobernante en esos años del 94-95 y 96, que estuve muy cercano a la Verdad del Sureste.


CASI 30 AÑOS DESPUÉS nos encontramos. Nos reencontramos. La amistad florece en todas las estaciones del año, y en todas las etapas de la vida. Pero hay que regarla, en el buen sentido de la palabra. Miro a Palma y al Chino Lara, saludables. Espero, tengo la esperanza, que ellos me miren igual. Y los miro activos. Palma en negocios relacionados con lo que sabe hacer: diseño de figuras y materialización en esculturas de diversos materiales, artesanía y arte, fundidos en uno mismo, Alegrías para chicos y grandes. Y el Chino Lara consiente de la necesidad de reemprender el vuelo con las palabras, con el tejido de palabras en el periodismo. Y sus historias puede transformarlas en literatura, le digo, lo aliento.