Empresarios gringos, sin patria y sin escrúpulos
Para los magnates del dinero hacer la guerra hoy, producir y vender armas, es el mejor negocio
Hemos reiterado en páginas anteriores que el capital, sus magnates, no tienen ética, escrúpulos, ni patria. Para los magnates del dinero hacer la guerra hoy, producir y vender armas, es el mejor negocio, no les importa que mueran millones de personas.
En la serie The Robber Barons de la BBC, el historiador Adam Smith, les llama a esos magnates "barones ladrones". Yo le agregaría: "barones asesinos". Según el autor, la flamante galería de esos "barones" la ocupan personajes de un pasado bastante turbio y contradictorio como John D. Rockefeller que heredó de su madre la religión baptista y la moralidad de su padre que era estafador y bígamo. Su biógrafo señala que era abstemio y leía la Biblia al principio y al final del día. Su socio de negocios Maurice Clerk, decía que Rockefeller tenía fe absoluta en dos cosas: el credo baptista y el petróleo. Dueño de la Standard Oil años después, la subsidiaria inglesa de Rockefeller remitiría el combustible a Alemania para abastecer a los aviones nazis que bombardearon a Londres. De igual forma surtió al Japón para mover sus aviones, los mismos que bombardearon Pearl Harbor.
La galería, además, la ocupan J. P. Morgan, poderoso banquero, junto con Rockefeller y Rothschild; Andrew Carnegie, magnate del acero; Cornelius Vanderbilt, magnate naviero y el primer "barón ladrón", del que Smith nos dice que recurrió al bandidaje y a la guerra en Centroamérica para acumular su enorme fortuna; de Jay Gould nos dice que, sin escrúpulos, recurrió al soborno y a la especulación para acumular su enorme fortuna.
Y se suman a esa galería de sinvergüenzas varios magnates gringos que, junto a empresarios europeos, sudafricanos y argentinos le brindaron un total apoyo a Adolfo Hitler y a la Alemania nazi durante la segunda guerra mundial. A los empresarios gringos no les importó que su apoyo a Hitler favoreciera al enemigo de su propio país. Business is business.
"Fue la perversión de hacer negocios sin importar los fines, más las afinidades en el pensamiento político, lo que motorizó a empresarios y banqueros alemanes, norteamericanos, ingleses, sudafricanos, franceses, suecos, suizos y argentinos a financiar a Hitler en persona, a su partido y a la conquista europea por Alemania", nos dice el escritor y periodista argentino Daniel Muchnik, en su amplio ensayo "Los empresarios junto a Hitler". Autor de ocho libros sobre la economía, la política y la sociedad argentina y de su último libro "Negocios son negocios. Los empresarios que financiaron a Hitler". En este libro Muchnik nos dice que: "...los primeros empresarios en solventar a las huestes nazis y sus formaciones militares que apaleaban comunistas fueron los hombres de negocios rusos que habían huido al oeste europeo tras el arribo del bolchevismo al poder...".
Y dentro de los poderosos empresarios gringos el autor destaca a Henry Ford y a la familia Du Pont, dueña ésta de la General Motors. En los años previos a la guerra, las dos firmas controlaban el 70% del mercado automotriz en Alemania. Al llegar la guerra, reconvirtieron buena parte de su planta industrial para fabricar armamento y apoyar a Hitler a sabiendas que el líder nazi era enemigo de los Estados Unidos y de sus aliados. Sin escrúpulos, sin sentimiento de patria, antisemitas los dos, Ford y Du Pont hicieron su agosto explotando la mano de obra esclava y de prisioneros en la Renania y proveyeron a Hitler, no sólo de vehículos, sino de armamentos. Repito, los dueños del capital no tienen escrúpulos, ni patria, pero llegan a misa los domingos.
Llevado por su antisemitismo, Henry Ford, severo y religioso, difundió el mito de la conspiración de los banqueros judíos, por medio de una publicación nacional, el "Deadborne Independent": escribió además dos libros "El judío internacional" y su autobiografía. Luego declararía Hitler que se había inspirado en esos libros para escribir el suyo, Mein Kampf, "Mi Lucha". Y la relación entre el gringo Henry Ford y Hitler fue tan estrecha que en 1938 el dictador alemán le obsequió al magnate americano la condecoración más alta que el régimen nazi le otorgaba a un extranjero: la Gran Cruz del Águila. Todo esto nos dice Daniel Muchnik.
Edsel Ford, el hijo predilecto del magnate se encargó de todas las compañías europeas que la marca tenía en Inglaterra y Francia, además de Alemania. Edsel ocupó altos puestos directivos en la I. G. Farben y contrató como ejecutivo a Charles Lindbergh, el as de la aviación norteamericana y simpatizante de Hitler. I. G. Farben, el grupo químico más grande de la época, produjo el raticida Zyklon B que se usó para el exterminio de judíos en los campos de concentración, nos dice el argentino.
Aun cuando sangre judía corría por las venas de la familia Du Pont, también "estaba adherida a la parafernalia ideológica de la pureza racial", nos dice Daniel Muchnik, y no tuvo escrúpulos para apoyar a la Alemania Nazi de Hitler: le daba al partido nazi una cuota mensual. El jefe del clan de la General Motors, Irénée Du Pont, racista contra los negros y otras razas que no fueran arias, apoyó siempre al Klu Klux Klan.
El autor argentino multicitado menciona otros empresarios gringos que apoyaron o simpatizaron con Hitler, pero por razones obvias y de espacio sólo me referiré a la familia Kennedy. Joseph Kennedy, padre del clan Kennedy, ferviente demócrata y que hiciera su fortuna contrabandeando alcohol durante los años de la Ley Seca, también era admirador de Hitler. Kennedy intercedió ante los banqueros ingleses y ante el banquero estadounidense J. P. Morgan para apoyar la estrategia de Göering en el sentido de que ayudaran a los alemanes y dejar que Alemania "hiciera lo que quisiera con el este y el sur de Europa". En su difícil relación con el presidente Rooselvet, Joseph Kennedy le aconsejaba que no se dejara influir por los judíos. En 1941 Edgar Hoover, jefe del FBI, envió un informe a la Casa Blanca donde decía que Kennedy y Ben Smith, conocido operador de Wall Street, donaban grandes sumas de dinero a la causa Nazi. ¡Tantas mentiras que se ocultan detrás del telón de las apariencias!