Primero fue el verbo

PRIMERO FUE EL VERBO. Pienso en ese enunciado tan especial

PRIMERO FUE EL VERBO. Pienso en ese enunciado tan especial. Y solo es concebible la existencia bajo la claridad de enunciar el verbo como principio de todo, que significa movimiento. Entonces he seleccionado al azar en número de diez para evocar su significado, no de diccionario, sino de percepciones sobre el mismo en la vida personal. Como divagaciones en juego.

RESPIRAR. ENTRA Y SALE EL AIRE. Lleva el elixir fundamental de la vida. Y es un proceso pendular entre la inspiración y exhalación. Se inspira literal para literariamente tener la posibilidad de crear. Solo que aquí en camino bifurcado tomamos solo lo referente al aire. Y el oxígeno haga su viaje laberíntico hasta la cabeza y los pies. Toc, toc, ¿Quién es? Y en un descuido calculado entra a toda velocidad para llevar las buenas nuevas y regresar por donde vino, sacando lo que ya sirvió y al instante volver a recorrer el ciclo.

LLORAR. HAY DESALIENTOS que reclaman el mar. Y en su peculiar manera de ser, el agua con sal alivia esa tempestad emocional. Y se vierte en caudal, suficiente para tener la provisional paz. Mientras esto sucede, el manantial es indicativo de tormentas que reflejan contradicción en el cúmulo de emociones. Y van al equilibrio, que a veces tarda en llegar. Abandono, indiferencia, y ¿por qué no?, también de alegría por el ser y el estar. Baste con eso, para justificar esas noches de humedad y sal. Amor y nostalgia, como parte de la biografía. ¿Y tú, dónde estás? Miro al espejo el reflejo rotundo. Y la sonrisa allí está en un nuevo amanecer.

COMER. DE ESO NUNCA ME OLVIDÉ. En ninguna de las circunstancias del vivir. Que a veces sea con alegría, las más. O con tristeza, es igual. Que al cabo estas con pan son menos, se suele decir. Así que mínimo tres veces al día, en lo posible. O algo más. Que la alacena siempre tenga algo por preparar. Si no, a contar del uno al cien. Para volver a empezar. Y cuando en el extremo, la madre le dice a los niños: hoy no hay de cenar, entonces todo El Progreso de la humanidad regresa a cero. Dijo la poeta. Mientras tanto, ven, te invito a comer.

TRABAJAR. CIERRO LOS OJOS, y la nostalgia me lleva a un jardín. Que no del paraíso. Este jardín es un espacio en el que hay que podar el pasto. Aflojar la tierra. Regar las plantas. Y extasiarse en la flor, mientras el sudor brota. Y oler la guayaba y el durazno. Y mirar las nueces del nogal. Y se empiezan a transformar las imágenes. Trabajar es una necesidad en resolver en el aquí y ahora. Otro modo sano no hay. Y a cambio la dignidad de erguirse, y que te miren pasar con la frente en alto. No importa si es sencilla la actividad.

BAILAR. HE DE CALLAR con estos pies de plomo. Tan sutiles como especiales. Que me llevan a otras partes, mas no a la pista. Si alguna vez lo intenté, esas ansiedades quedaron atrás. Si alguna vez, el motivo era esa mujer, con el fin de platicar, o en silencio, adecuarse para un mismo vaivén, entrecerrando los ojos, mano en una mano, y otra en la cintura anhelada, y soñar en el paraíso por breves instantes. Mas luego el despertar y ver a las demás parejas  sonrientes, sudorosas, en un aquí y allá. Otros pasos más. Y yo sentado ya… Si me acompaña, seguiremos con otros verbos, principio de todo.