Laberinto: 20 y contando

Desde este espacio, reitero mi felicitación a Esteban Ascencio

Gutenberg, el inventor de la imprenta, dijo alguna vez: “Sí, es una prensa, ciertamente, pero una prensa desde la cual fluirán las corrientes inagotables que son el licor más abundante y maravilloso que jamás haya corrido para aliviar la sed de los hombres”. Y tenía razón, porque el libro, sobre todo el impreso, fuente de inspiración para muchos, sigue disipando la oscuridad de la ignorancia como una gran estrella, como una fulgurante luz.

Siempre será motivo de celebración cualquier esfuerzo por lograr que el libro, la más singular de todas las invenciones humanas, como lo calificó Jorge Luis Borges, mantenga su rol central en el desarrollo del conocimiento y la conciencia de los pueblos.

Por ello, me dio gusto atestiguar el reconocimiento especial que la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) le hizo a Laberinto Ediciones por alcanzar 20 años impulsando la palabra escrita. Durante su intervención en el evento, realizado hace una semana como parte de las actividades de la Feria Universitaria del libro, Octavio Castillo Acosta, rector de la UAEH, subrayó la misión de Laberinto de “abrir caminos, explorar los territorios inexplorados del conocimiento y el arte, así como poner al alcance del público obras que de otro modo habrían permanecido en el olvido”.

A las palabras del rector, justas en su dimensión, agregaría que Esteban Ascencio, el director general de la empresa, y su equipo de colaboradores, mantienen vigente el principio de que la pasión por libros y los saberes une y humaniza.

¿Cómo no compartir la dicha de este acto si es un dulce silencio en medio de la estridente realidad de nuestro tiempo? Todo homenaje que tenga al libro como protagonista merece amplia resonancia. Es una especie de antítesis de los pronunciamientos que desde hace décadas vaticinaban la desaparición de las obras impresas.

No obstante, pese a las miradas fatalistas, los libros continúan entre nosotros; son bastiones de la memoria y, como afirmaba Honoré de Balzac, “victorias ganadas en todos los campos de batalla del pensamiento humano”.

En una magistral conferencia que Borges dictó en la Universidad de Belgrano, Buenos Aires, en mayo de 1978, citó a Ralph Waldo Emerson, quien dice: “la biblioteca es una especie de gabinete mágico. En ese gabinete están encantados los mejores espíritus de la humanidad, pero esperan nuestra palabra para salir de su mudez. Tenemos que abrir el libro, entonces ellos despiertan”.

Aplaudimos que la predilección por la palabra impresa prevalezca, que salga de su mudez, que un libro abierto entre las manos serene la mente en medio de las acechanzas del mundo virtualizado. La distinción a Laberinto nos recuerda que, aun contra las amenazas, la magia del libro sigue ahí, deleitándonos y activando nuestros sentidos. Cuando la crisis informacional y la irrupción de internet aumentan el sentido del caos, el libro sigue ahí. Cuando crece el número de los apologistas del tiempo real, sigue ahí.

Desde este espacio, reitero mi felicitación a Esteban Ascencio y a su equipo por su inspiradora trayectoria. Son un referente porque, como tuve la oportunidad de expresarles personalmente, mantienen encendido el gozo de picar piedra, abrirse camino a pesar de las vicisitudes e ir al encuentro directo con los otros. Es un placer que los editores de las transnacionales ya no disfrutan, a veces obnubilados por privilegiar la mercadotecnia.

Hay algo que me faltó comentarles: a la felicidad de hacer libros y convertirlos en cantos a la cultura se suma otro motivo que hace envidiable la noble labor de la edición. No lo digo yo, se le atribuye a la agente editorial Carmen Balcells: “Lo que tiene la edición es que es muy sexy, y ser editor es lo más sexy de todo el mundo”. ¡Muchas felicidades!