La razón más poderosa que la fuerza

Pero también sostengo que ya es tiempo de la hermandad y no de la confrontación

Discurso en La Habana, Cuba. QUINTA Y ÚLTIMA.-Cuando estaba de gira por Colima y me enteré de la muerte del comandante Fidel Castro, declaré algo que sentía y que sigo sosteniendo: dije que había muerto un gigante.

También es bien conocida mi postura sobre el bloqueo del gobierno de Estados Unidos a Cuba: he dicho con toda franqueza, que luce mal el gobierno de Estados Unidos utilizando el bloqueo para impedir el bienestar del pueblo de Cuba con el propósito de que este, el pueblo de Cuba obligado por la necesidad, tenga que enfrentar a su propio gobierno. Si esta perversa estrategia lograse tener éxito, –algo que no parece probable por la dignidad a que me he referido del pueblo cubano–, de todas formas se convertiría a ese gran agravio en un triunfo pírrico, vil y canallesco en una mancha de esas que no se borran ni con toda el agua de los océanos.

Pero también sostengo que ya es tiempo de la hermandad y no de la confrontación. Como lo señalaba José Martí, el choque puede evitarse, lo cito: “con el exquisito tacto político que viene de la majestad del desinterés y de la soberanía del amor”. Es el momento de una nueva convivencia entre todos los países de América, porque el modelo impuesto hace más de dos siglos está agotado, no tiene futuro ni salida y ya no beneficia a nadie. Hay que hacer a un lado la disyuntiva de integrarnos a Estados Unidos o de oponernos en forma defensiva.

Es tiempo de expresar y de explorar otra opción: la del diálogo con los gobernantes estadounidenses y convencerlos y persuadirlos de que una nueva relación entre los países de América, de toda América, es posible.

Nuestra propuesta puede parecer utópica y hasta ingenua, pero en vez de cerrarnos debemos abrirnos al diálogo comprometido y franco, y buscar la unidad en todo el continente americano.

Además, no veo otra alternativa ante el crecimiento exponencial de la economía de otras regiones del mundo y la decadencia productiva de toda América. Aquí repito lo que he expresado al presidente Biden en más de una ocasión. Si la tendencia económica y comercial de las últimas tres décadas se mantiene –y no hay nada que legal o legítimamente pueda impedirlo–, en otros treinta años, para 2051, China tendría el dominio del 64.8 por ciento en el mercado mundial y Estados Unidos solo entre el 4 y hasta el 10 por ciento, lo cual, insisto, sería una desproporción  económica y comercial que resultaría inaceptable para Washington y que mantendría viva la tentación de apostar a resolver esta disparidad con el uso de la fuerza, lo cual sería un peligro para todo el mundo.

Estoy consciente de que se trata de un asunto complejo que requiere de una nueva visión política y económica: la propuesta es, ni más ni menos, construir algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a nuestra historia, a nuestra realidad y a nuestras identidades. En ese espíritu, no debe descartarse la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie sino mediador a petición y aceptación de las partes en conflicto en asuntos de derechos humanos y democracia. Aunque lo aquí planteado pueda parecer un sueño, debe considerarse que sin el horizonte de los ideales no se llega a ningún lado y que, en consecuencia, vale la pena intentarlo. Es una gran tarea para buenos diplomáticos y políticos como los que, afortunadamente, existen en todos los países de nuestro continente.

Por nuestra parte, creemos que la integración, con respeto a las soberanías y formas de gobierno y la buena aplicación de un Tratado para el desarrollo económico y comercial, nos conviene a todos y que en ello nadie pierde; sería, por el contrario, la salida más eficaz y responsable frente a la fuerte competencia que existe, que se acrecentará con el tiempo y que si no hacemos nada para unirnos, fortalecernos y salir victoriosos en buena lid, llevará de manera inevitable al declive de todas las Américas.

Amigas y amigos cubanos,

Estimado presidente Díaz Canel,

Termino, ahora sí, con dos breves reflexiones:

Con todo el respeto a la soberanía y a la independencia de Cuba, les expongo que seguiré insistiendo para buscar, como primer paso, que Estados Unidos levante el bloqueo a esta nación hermana para iniciar el restablecimiento de las relaciones de cooperación y amistad entre los pueblos de las dos naciones.

Por ello, insistiré con el presidente Joseph Biden en que no se excluya a ningún país de América en la Cumbre del mes próximo a celebrarse en Los Ángeles, California, y que las autoridades de cada país decidan libremente si asisten o no a dicho encuentro, pero que nadie excluya a nadie.

Finalmente, muchas gracias por la distinción al entregarme la Orden José Martí, a quien como ha quedado de manifiesto respeto y admiro, como admiro y respeto a Simón Bolívar y a nuestro gran presidente Benito Juárez.

Gracias al generoso, solidario y ejemplar pueblo de Cuba.

A título personal sostengo que yo nunca he apostado, no apuesto, ni apostaré al fracaso de la revolución cubana, a su legado de justicia y a sus lecciones de independencia y dignidad. Yo nunca voy a participar con golpistas que conspiran contra los ideales de igualdad y fraternidad universal. El retroceso es decadencia y desolación, es asunto de poder y no de humanidad, prefiero seguir manteniendo la esperanza de que la revolución renazca en la revolución, que la revolución sea capaz de renovarse para seguir el ejemplo de los mártires que lucharon por la libertad, la igualdad, la justicia, la soberanía; y tengo la convicción, la fe de que en Cuba se están haciendo las cosas con ese propósito, de que se haga la nueva revolución en la revolución. Es la segunda gran enseñanza, la segunda gran lección de Cuba para el mundo: este pueblo volverá a demostrar que la razón es más poderosa que la fuerza. Abrazos.

Muchas gracias. Palacio de la Revolución, La Habana, Cuba, 8 de mayo de 2022. (*Por considerarlo de interés para los lectores y por su importancia histórica, durante la semana reproducimos en cinco partes el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador durante su visita a Cuba, 08 de mayo 2022.)