OPINIÓN

LA OTRA MIRADA
25/03/2025

Un tío no tan padre


Es lugar común decir que se es política, social y culturalmente correcto cuando públicamente se externa lo que los otros, en lo individual o en lo colectivo, quieren oír o leer, o ver en el caso de la imagen. Y eso es lo que sucedió en la trama de la película "Un padre no tan padre", misma que es una propuesta y una visión acorde a aquel México previo al arribo de la 4T al poder ejecutivo nacional.

           Lo anterior no fue decepcionante, al contrario, hasta resultó grato que así hubiese sido, y es que esta cinta protagonizada por Héctor Bonilla y Benny Ibarra de Llano, estrenada en 2017, abordó diversos rostros de aquella realidad neoliberal, dirían las autoridades que asumieron el poder en 2018.

          La trama estuvo determinada por un juego dialéctico que transitó de la intolerancia a la tolerancia, en donde la primera fue representada por un personaje del sexo masculino de la tercera edad, quien durante su vida y debido al poder del dinero que tenía no perdió la oportunidad de darse lujos fifís (también así los definirían las autoridades de la 4T), entre los que se encontraba el maltrato a la gente que por azares del destino se ubicaba a su alrededor.

          La segunda parte de este juego dialéctico, también fue protagonizada por el mismo personaje, quien durante el desarrollo de la historia experimentó un proceso de re-educación debido a la realidad a la que se enfrentó una vez que perdió su fortuna económica debido a la política neoliberal.

          Ya en la pobreza, la única opción de sobrevivencia que tuvo fue refugiarse con uno de sus hijos interpretado por Benny Ibarra de Llano, quien por la infancia que vivió llena de abandono e indiferencia paterna, nunca le había compartido a sus seres queridos que su papá vivía.

          La casa a donde el personaje encarnado por Héctor Bonilla tuvo que ir a vivir estaba habitada por una familia compuesta por su hijo y su mujer, que no esposa ya que no estaban casados, por su nieto, hijo de una relación anterior de su propio hijo, una pareja cubano-brasileña, una pareja inglés-estadounidense, una pareja gay, y dos hermanos jóvenes (mujer y hombre), uno de los cuales cultivaba y consumía mariguana de manera medicinal toda vez que, se sabría casi al final de la cinta, padecía cáncer.

          Esta nueva realidad a la que se enfrentó a una edad avanzada y ya sin independencia económica, obligadamente lo hizo cambiar, y aunque poco a poco y golpe tras golpe, transitó de la intolerancia a la tolerancia, de la cerrazón a la apertura y a la aceptación de los otros, y a pesar de que muere el joven que padecía cáncer, el final de esta historia se considera no tan trágica, y de manera indudable se puede afirmar que premonitoriamente retrató a uno de los rostros del México posterior a 2018: el tolerante.

          Tolerancia que, a decir verdad, aunque sea de manera lenta y re-educando a muchas y a muchos, a partir de 2018 se ha impuesto y, por lo que se percibe en esta fase del segundo piso de la 4T, lo seguirá haciendo sobre los demás rostros de la realidad nacional, ello a pesar de que la oposición, sobre todo de derecha (o sea, casi toda), trate de impedirlo y ponga el grito en el cielo y coloque sus esperanzas en lo que queda de la Suprema Corte de Justicia, con la todavía ministra Norma Piña en el papel de guía moral y práctica para intentar regresar a aquellos ayeres en los que se filmó la cinta mencionada, tiempos caracterizados por el maltrato que infringían a sus semejantes todos los afortunados que contaban con una fortuna económica, como aun en 2025 lo sigue haciendo el empresario ultraderechista Ricardo Salinas Pliego, a quien le gusta referirse a sí mismo como "Don Ricardo Salinas Pliego" o "Tío Richie", y al que por cierto le urge un proceso de re-educación como el que vivió el personaje interpretado por Héctor Bonilla en la película "Un padre no tan padre", y que bien podría titularse "Un tío no tan padre".





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