Jaula de cobardes
11/02/2022
Hay una escena en la que Porfirio le cuenta a Rita, su mujer, lo ocurrido con la aeronave
La película mexicana “Rapiña”, a la que también se le conoce como “Jaula de cobardes”, protagonizada por Ignacio López Tarso y Germán Robles, fue estrenada en 1975 y cuenta la historia de Evodio y Porfirio, dos leñadores pobres que son testigos de la caída de un avión en la cima de las montañas.
Al acercarse al lugar del accidente, antes de la llegada de cualquier autoridad, constatan que no hay sobrevivientes y deciden robar las pertenencias de los pasajeros. También se disponían a hacer lo propio dos carboneros que se encontraban cerca, pero la ambición de quedarse con todo el botín movió a Porfirio a causarles la muerte y fugarse con su compadre Evodio ante la inminente presencia del ejército. Poco después, cegado por la codicia, Porfirio mata a Evodio y en su huida termina atrapado en el desierto.
Hay una escena en la que Porfirio le cuenta a Rita, su mujer, lo ocurrido con la aeronave; esta le exige dar parte a la policía municipal, pero en respuesta el leñador le contesta: “hay hartas cosas rebuenas… todas pueden ser de nosotros”. Aunque Rita le recrimina que eso sería como robar y ellos nunca han agarrado nada de nadie, acaba convencida de lo contrario cuando Porfirio le entrega una pulsera.
La trama ilustra el funesto desenlace de un acto de hurto que en nuestros días adquiere múltiples formas. Con más frecuencia nos enteramos de que decenas de personas se aglomeran ante vehículos de carga que sufren percances para despojarlos de todo lo que transportan. Convierten la desgracia en un jugoso negocio.
Desde el año pasado, las cifras de la rapiña en México repuntaron alrededor de 10%, generando enormes pérdidas a los transportistas. A menudo, las personas que cometen estos actos (los ladrones, para ser precisos) tienen entre la mercancía favorita a bebidas, alimentos y materiales para la construcción. También se hallan en la lista, aunque en menor grado, productos para el hogar y aparatos electrónicos.
Otra muestra de esta perversión incontenible la encontramos en la convocatoria que algunos grupos hicieron por redes sociales en el primer semestre de 2020, cuando recién iniciaba el confinamiento por la pandemia de coronavirus, incitando a saqueos y atracos contra supermercados y tiendas de conveniencia en varias zonas del país. “¿Quién para Chalco?”, “¿Cuántos se apuntan para Iztapalapa?”, “Ya me hace falta un Smart TV”, publicaban los miembros de estos grupos, la mayoría con perfiles falsos.
En el centro de este comportamiento aparece la falta de escrúpulos que oprime la honradez. Muchos pierden la cabeza por el febril y obsesivo deseo de poseer. Es, como decía Platón, una de las grandes enfermedades morales, terrible porque se contagia sin medida y es capaz de corromperlo todo.
Los actos de pillaje que muchas veces se acompañan de violencia demuestran una total ausencia de comprensión y solidaridad. De seguro, en la mente de los atracadores aparecen ideas como las de Porfirio: “si no lo tomo yo, alguien más lo hará”, “nadie se dará cuenta”, “no habrá consecuencias”.
Personas como ellas poseen los adjetivos que Nietzsche expuso en su polémica “Genealogía de la moral”: no son ni francas, ni ingenuas, ni honestas y derechas consigo mismas. Su alma mira de reojo; su espíritu ama los escondrijos, los caminos tortuosos y las puertas falsas.
Concluyo que tal vez no se han dado cuenta, pero su calidad moral se encuentra tan encorvada hasta el punto de ser enteramente igual al pico de un ave de rapiña.
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