OPINIÓN

Historias: Los obreros y su relación con Carranza y Obregón
29/04/2023

SEGUNDA PARTE SOBRE EL DÍA DEL TRABAJO

SEGUNDA PARTE SOBRE EL DÍA DEL TRABAJO. A fines de 1914 y derrotado Huerta, las facciones revolucionarias quedaron divididas: Villa y Carranza se odiaban a muerte. Ante la inminencia de un nuevo enfrentamiento armado, entre villistas y constitucionalistas, los constitucionalistas vieron la conveniencia de allegarse el apoyo de los campesinos y obreros. Y Obregón, quien tuvo bien clara la película, trabajó en ese sentido: asegurar el apoyo de los obreros para usarlos en la lucha armada contra Villa.

No fue casual que días previos a ese enfrentamiento Carranza les regaló a los campesinos la Ley del 6 enero de 1915 que sería luego la base legal y la promesa del reparto agrario: con esa ley se encampanaba a los campesinos para que se sumaran a las filas armadas de Obregón y usarlos contra Villa y Zapata.

El objetivo de esa ley no pretendía el reparto agrario, sino ganarse a los campesinos para usarlos como carne de cañón contra Villa y Zapata. Carranza no simpatizaba para nada con el reparto agrario; cuando Lucio Blanco y Francisco J. Múgica realizaron el reparto de la hacienda “Los Borregos” el 30 de agosto de 1913, Carranza no aprobó el reparto. Esa hacienda era una fracción de la hacienda “La Sauteña” de 800,000 hectáreas, una décima parte de Tamaulipas. Como jefe del constitucionalismo Carranza echó abajo el reparto.

Tampoco es casual que en esos mismos días de enero en que se decretó la Ley agraria del 6 de enero, Obregón creó la Confederación Revolucionaria, entregó a los líderes de la casa del Obrero Mundial el templo y el ex convento de Santa Brígida y el Colegio Josefino. “En nombre del constitucionalismo” el Dr. Atl les entregó una fuerte suma de dinero “…para aliviar la penosísima situación económica en que estaba el pueblo trabajador”. Este gesto hizo exclamar a Jacinto Huitrón, líder sindical: “Ya tenemos por qué pelear; ya tenemos patria qué defender … ahí está el convento y el templo de Santa Brígida y el Colegio Josefino. Viva la Revolución”.

Simultáneamente, y por iniciativa de Obregón se dictaron decretos en torno a los salarios mínimos para los estados de Hidalgo, Querétaro, Guanajuato y Michoacán. En Veracruz fue Cándido Aguilar, yerno de Carranza, quien dictó el decreto de los salarios mínimos.

Dentro de los propagandistas que estaban a favor de que los miembros de la Casa del Obrero Mundial se sumaran a la lucha armada a favor del carrancismo estaba el muy famoso pintor Gerardo Murillo, más conocido como el Dr. Atl que en náhuatl significa Agua. El Dr Atl fue maestro de pintura en la Academia de San Carlos de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Clemente Orozco. El grupo mayoritario de los líderes obreros, encabezado por Aurelio Manrique, estaba en contra de que los obreros de la Casa del Obrero Mundial se sumaran a las filas armadas del carrancismo. En esa ocasión Manrique afirmó:

“… tomar las armas en una revolución política equivale a ser instrumento de una nueva casta … que, llevada al triunfo… servirá… para aumentar el predominio y la fortuna de nuevos ricos”.  

Y Aurelio Manrique no se equivocó, la historia le dio la razón.

Y aunque la mayoría estaba en contra de ser usados como carne cañón, se impuso la minoría encabezada por el Dr. Atl. El 17 de febrero de 1915 se firmó el Acta de Santa Brígida o Pacto de la Casa del Obrero Mundial en que, dentro de otros puntos, se acordó integrar los “Batallones Rojos”. Derivado del Pacto de Santa Brígida se conformaron seis Batallones Rojos:

“El primero estuvo formado por la fábrica nacional de municiones que combatió en la cruenta batalla en El Ébano contra el general villista Tomás Urbina. El segundo fue integrado por la Federación de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías. Los batallones tercero y cuarto lucharon al lado de Obregón en la batalla decisiva de Celaya y estuvieron integrados por obreros de hilados y tejidos, ebanistas y canteros, pintores, sastres y conductores de carruajes de alquiler. Los batallones quinto y sexto destinados a la región de Orizaba y Jalapa, lo constituyeron albañiles, tipógrafos, mecánicos, y metalúrgicos, y fueron utilizados para combatir a las huestes zapatistas en esa parte del país.

Una vez derrotadas las tropas villistas y triunfado el carrancismo, los obreros que apoyaron a Obregón en la lucha armada, fueron remunerados con la moneda de la traición: no sólo no les cumplió las promesas ofrecidas, sino que fueron reprimidos, encarcelados y algunos asesinados.

Todavía unos días antes, Obregón les había donado a los líderes el Palacio de los Azulejos, lujoso edificio que, durante los años de rosa de la burguesía porfiriana, ocupara el aristocrático Jockey Club. Hoy se encuentra ahí el Sanborns Madero, el primero que se fundó en México.

Jorge Basurto, al comentar el libro de Rosendo Salazar, “La casa del obrero mundial”, nos dice: “Pero Carranza, faltando a la palabra dada, empezó a impedir el desarrollo sindical arremetiendo …con salvaje ingratitud contra la COM, mandó a los gobernadores, jefes de operaciones y demás autoridades carrancistas a que no sólo procedieran a impedir el desarrollo de la propaganda sindical, sino que detuvieran y encarcelaran a cualquier obrero que se obstinara en hacer propaganda”.

El 31 de enero de 1916, Venustiano Carranza dio órdenes a Pablo González para que cerrara La Casa del Obrero Mundial en la ciudad de México; desalojara y les quitara el Palacio de los Azulejos: el Jockey Club. Clausuró los periódicos Ariete en la ciudad de México y Acción en Guadalajara y metió a la cárcel a varios líderes. Con todas estas medidas Carranza enseñaba el cobre de su condición burguesa de viejo político porfiriano y rico hacendado, dueño de la hacienda “Cuatro Ciénegas” de siete mil hectáreas.

Ni Madero, ni Carranza eran tan revolucionarios como se enseña en los libros de texto gratuito de primaria donde aparece su imagen con un ejemplar de la Constitución de 1917 en las manos. Y esas mentiras les siguen enseñando hoy a los chamacos en las escuelas.




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