La vocación de trascender
Hay que dejar huella de lo que uno hace en la vida
Aquella mañana de 2019 cuando llegué a la Secretaría de Educación a visitar a mi amigo Guillermo Narváez que era el titular, me encontré que en la explanada del edificio había cerca de 400 maestros de educación media y básica sentados y al frente una manta que señalaba el evento de esa mañana: se trataba de la entrega de plazas a todos los maestros ahí convocados.
Al platicar con Memo le pregunté si esas plazas se debían a un apoyo presupuestal extraordinario del presidente López Obrador o del entonces gobernador López Hernández, me contestó que no. Me respondió con cierto orgullo, como presumiendo, que esas plazas se debían a los ajustes presupuestales que había hecho al interior de la Secretaría. Me dejó entrever que parte de esos ajustes fueron resultado de cortar a un buen número de aviadores que había dejado como herencia el gobierno de Núñez.
Y como respuesta le dije: -Compa. yo he observado que en tu trayectoria como servidor público procuras siempre trascender, ¿verdad? Y me respondió de manera contundente y escueta: -Así es. Hay que dejar huella de lo que uno hace en la vida. Creo que eso nos acerca más a lo que verdaderamente somos, me dijo. Estas últimas palabras me recordaron aquellas que escribió Karl Jaspers, filósofo existencialista alemán: "en la dimensión de la Trascendencia el hombre puede entrar en posesión de su auténtico ser, ser auténtico".
Y estas reflexiones las hago con motivo de la reciente ratificación de nuestro amigo como rector de nuestra Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. Y estos recuerdos me transportan hacia años más atrás. Cuando Narváez fue elegido como director de la División Académica de Ciencias Sociales y Humanidades, de una terna de la que yo forme parte. En pocos meses se notó su presencia: climatizó algunos salones que en tiempos de calor eran un infierno, Almoloyita le llamábamos a uno de esos salones; remodeló completamente el auditorio, reconstruyó por completo los baños, abrió un despacho jurídico para que los pasantes de derecho practicaran y dieran asesoría a las personas que así lo solicitaran. Las publicaciones de Historia, Sociología y Derecho se multiplicaron, así como los diplomados y cursos para maestros.
Pocos meses duró Memo en ese cargo porque Manuel Andrade, gobernador, lo nombró presidente del Tribunal Superior de Justicia. Y allí también llegó a cambiar las cosas para bien del Tribunal. Siendo su Oficial Mayor, Juan Manuel de la Fuente Colorado, Narváez le dio instrucciones para que le hiciera un estudio detallado del presupuesto y de la disponibilidad de recursos para llevar a cabo las metas que tenía planeadas. Y eso lo sé porque Manolo de la Fuente fue mi alumno y conservé la amistad con él y porque además fue mi cercano colaborador en la Dirección Académica del Colegio de Bachilleres en 1995-96.
Y lo primero que hizo Guillermo Narváez como presidente del Tribunal fue aumentar el sueldo a todo el personal de la institución; digitalizar todos los juzgados (algunos carecían del equipo necesario), los climatizó y modernizó. Se multiplicaron las maestrías y cursos de capacitación para el personal. Y esto lo sé porque yo participé en unos de esos cursos y varios abogados, hoy jueces o magistrados, que fueron mis alumnos en la UJAT, y me platicaban de esos cambios.
Por último, aquellos que piensen que escribo estas notas porque pretendo sacar raja o un cargo de la Universidad les informo que ya estoy jubilado, bien jubilado y me gusta la calle; como ya dije en colaboraciones anteriores, soy enemigo de estar encerrado en una oficina, eso me enferma. Recuerdo cuando mi muy querido amigo Manuel Suárez Herrera estaba integrando su gabinete como presidente electo del municipio de Centro, me ofreció la Dirección de Programación y Presupuesto y le dije que no. Manolín me respondió: -bien me dijo don Chavo (Neme) que no me ibas aceptar. Me dijo: "ese amigo es de libros y de cultura". Igual cuando José Luis Ocaña Andrade como director en la División Académica de Ciencias Sociales y Humanidades me ofreció la Coordinación de Docencia y no le acepté. Le dije que no me gustaba el encierro de oficina.
O sea que no a todas las personas nos mueve el dinero, ni los cargos, ni intereses mezquinos. Ni vemos en la UJAT un hueso al que hay que chupar. A algunos nos mueve la vocación de trascender y dejar huella. Eso nos vuelve más auténtico.