¿Y de ahí?
Futuras campañas y el peso de las cuestiones de género
Todavía no había empezado el proceso electoral cuando ya sabíamos que seguramente será mujer la presidenta de la República. Aún cuando no había iniciado formalmente el proceso electoral, las candidatas habían sido definidas en procesos de la Cuarta Transformación y de la oposición del Frente por México. Procesos internos que no fueron precampañas, sino la definición de “coordinaciones” que, en los hechos cumplieron la función de alistar candidatas ampliamente posicionadas antes de que el proceso electoral empezara formalmente recién el pasado 7 de septiembre.
Es un momento histórico para este país profundamente machista, en el que hasta hace pocas décadas muchos consideraban una pérdida de tiempo enviar a sus hijas a estudiar. Todavía hay personas que no han aprendido que los hombres deben ser tan capaces de atenderse a sí mismos como cualquier mujer, que son habilidades básicas para cualquier adulto independiente, y añoran la época en que tener esposa era tener servidumbre. Por fortuna, cada vez más esos roles de género están cambiando, de modo que tanto hombres como mujeres trabajan y comparten con más igualdad la responsabilidad del hogar.
Es importante que las mujeres ejerzan el poder, por supuesto. Pero más allá del feminismo que se limita a exigir que haya más mujeres en el poder, el asunto de fondo es para qué y cómo se ejerce el poder. Este debate ideológico, político y técnico debe ser público. Ahora que sí hay proceso electoral, es momento de hablar de propuestas. No se trata de Claudia ni de Xóchitl: en el centro del debate deben estar las respuestas que este país necesita para enfrentar los problemas que nos aquejan.
Toda elección tiene su complejidad. De entre los muchos aspectos que hay que tomar en cuenta, no se debe pasar por alto el hecho de que el electorado ya cambió. Tan cambió que, como se puede ver, hay un amplio apoyo social que respalda políticamente que sea una mujer la próxima titular del Poder Ejecutivo. En ese sentido destaca un electorado mexicano joven, con mayor madurez política a la vez, el cual espera una contienda a la altura de las circunstancias, con más y mejores argumentos, con más análisis, datos, evidencias y menos descalificaciones.
Sin duda que el apasionamiento es inevitable, más en una sociedad tan altamente politizada como la de Tabasco. Sin embargo, una de las lecciones más recurrentes y lamentablemente olvidadas de las contiendas electorales en los últimos años en México es que no necesariamente gana la contienda quien le mete más dinero a la campaña. Muchos disfrutan la grilla, la guerra sucia, los chistes y ataques bajos, otros están cansados de esos viejos modos de hacer política. Espectáculo aparte, los mexicanos en general son coherentes con sus convicciones. Así como hay quienes cuestionan o aplauden por pura militancia, los hay quienes son capaces de pensar y reaccionar con matices, de reconocer aciertos sin dejar de señalar errores.
Otros actores de la contienda que son esenciales, y sobre cuya actuación debemos estar atentos, son tanto los órganos electorales como los tribunales. Como ha sido tendencia también desde hace años, será inevitable la guerra de impugnaciones y denuncias, que como la definición misma de candidatos, inició antes del proceso electoral. Los árbitros de la contienda deben estar a la altura, capaces de cumplir su función sin atender presiones externas, así como de aplicar la ley electoral con auténtica imparcialidad. En ese sentido, la participación de la ciudadanía en la organización y observación de las elecciones será, como siempre, fundamental.
Todos los mexicanos comprenden que lo que está en juego es si la Cuarta Transformación continúa como tal o no, o bien, si continúa con mayores contrapesos en los gobiernos estatales y congresos. Como toda contienda, no estará exenta de sorpresas y, a pesar de que son mujeres las principales candidatas, quizá muchos estén subestimando el peso que tendrán las cuestiones de género, como la paridad y la violencia política.