ESCALA CRÍTICA

Anatomía del neoliberalismo: pendientes de las élites mexicanas, después del cambio

* Salinas: liberalismo social, intento de cambio cosmético   

* PAN: toque empresarial, incienso para el mercado   

* Consenso: variables macroeconómicas e intercambio comercial   

Víctor M. Sámano Labastida

DÍAS DE ASUETO para una mayoría de nuestros lectores. Aprovechemos para dejar momentáneamente a un lado lo cotidiano y anecdótico. Hay en nuestro horizonte temas de fondo. Así, por ejemplo, lo que ocurre en estos días es resultado no sólo de un real o supuesto desvío de recursos. Hay de fondo todo un proceso con resultados a la vista.

La polémica sigue en torno al neoliberalismo como modelo de gobierno, esa ave de éxito mundial que por 36 años dominó en México y que entonó su despedida a raíz del triunfo de Morena. Con su primer discurso, banda presidencial en el pecho, AMLO puso tierra de por medio: “ya estuvo bueno de resultados que atropellan al ciudadano y multiplican la riqueza de unos cuantos”.      

Otra cosa son las acciones de control que ya realiza el gobierno. Hay variables macroeconómicas que tienen relación con la buena marcha de las finanzas nacionales: estabilidad cambiaria peso/dólar, tasas de interés regulada por el Banco de México, disciplina fiscal, recaudación fiscal, distribución del presupuesto (ingresos y egresos), cumplimiento de compromisos del gobierno mexicano con relación a tenencia de bonos que capitalizan la obra del nuevo aeropuerto (obra que, con anuncio de cancelación, no termina por riesgo de demandas internacionales, por parte de inversionistas). El primer gobierno de izquierda en México debe aprender rápido sobre acciones que aquietan a capitales golondrinos; aunque tampoco se supeditará a la complacencia de dichos capitales, como hizo el neoliberalismo.      

Exploremos con detalle lo que en México ha sido llamado neoliberalismo.

COLA Y PICO DE PATO

¿QUÉ ES neoliberalismo? Responden sus promotores: “un modelo de gobierno que busca la eficacia con equilibrios macroeconómicos, para desahogar la presión política de grupos vulnerables y orientar las decisiones a través del libre comercio y la autorregulación del mercado, en consonancia con los centros del poder: FMI, Banco Mundial, Wall Street, G-20”. El objetivo declarado es utilizar las políticas públicas para fomentar ventajas de la iniciativa privada: a mayor competencia, mayor bienestar, es la premisa.   

Los críticos del neoliberalismo ven “un modelo de gobierno que oculta su autoritarismo –y ausencia de competencia económica- a través del manejo persuasivo de imagen pública, logrando acuerdos con élites económicas para orientar decisiones estratégicas de prioridad macro, sin necesidad de pasar por las urnas, o controlando clientelas mediante programas sociales canalizados por instituciones facciosas. La competencia pregonada por el neoliberalismo, desde esta óptica, resulta una simulación. No hay apertura económica real, sino un capitalismo de cuates”, plantea Leo Zuckerman.

¿Hay otras versiones del neoliberalismo? Al final de su sexenio (1993/1994), insatisfecho por la etiqueta neoliberal, Carlos Salinas de Gortari delineó la doctrina del “liberalismo social”: visión verticalista -poder presidencial como fiel de la balanza- de gobierno tecnócrata, con una base social que respalda políticamente el proyecto. Típico de Salinas: querer ganar en los dos tableros: eficacia macroeconómica y aceptación popular. Se trata de una aspiración que también tiene AMLO, aunque con una diferencia fundamental: se ha instalado en palacio nacional con el respaldo popular, y ahora busca un ejercicio legítimo del poder. Con Salinas fue al revés: se instaló vía atropello electoral, y sólo con el ejercicio descarnado del poder -detención del líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, La Quina- adquirió cierta legitimidad política. Caminos inversos.          

El gobierno de Vicente Fox (2001-2006) practicó un neoliberalismo que repitió vicios cupulares del PRI: sin cambio de reglas, continuidad de privilegios y sometimiento hacia élites económicas. El poder político de la primera transición se dilapidó en una frase: “¿Y yo por qué?”, eludir responsabilidades. Y más: el segundo boom petrolero se desaprovechó y la aspiración de transparencia pública naufragó en instituciones que no aterrizaron. El neoliberalismo panista,  primera versión, pudo cambiar reglas del juego. Tuvo la legitimidad, pero por conveniencia y temor se eclipsó.

El gobierno de Felipe Calderón practicó un neoliberalismo de torniquete, ante la búsqueda de legitimidad perdida y el dispendio de recursos. “Haiga sido como haiga sido”, la arenga al ejército convirtió a Calderón en el primer presidente civil vestido de militar. Mientras tanto, las variables macroeconómicas eran cuidadas por el tecnócrata José Antonio Meade, que repitió con Peña Nieto e intentó la obtención del poder como novato en las urnas. Identidad perseverante, el neoliberalismo mexicano trabajó con discrecionalidad cupular. Peña fue el remate fallido de ese modelo que se eclipsó por corrupción galopante y silencio.           

TEORÍA Y PRÁCTICA NEOLIBERAL  

HAY QUIEN dice que el modelo neoliberal no se aplicó como dicta la teoría. Curiosamente, se trata de quienes fueron críticos del llamado socialismo real. En un caso, se pide dispensa por la realidad que no se amolda a la teoría; en otro caso, se fustiga a la teoría por sus resultados en la realidad.

El neoliberalismo deja márgenes de control macro, pero entrega un país desecho por la postración ante las élites económicas durante 6 sexenios. Es momento de desandar el camino y cambiar prioridades. Los votos pidieron  cambio. No fue otra la intención de AMLO al abrir su sexenio con una dura crítica al periodo neoliberal. Es tiempo de pasar del discurso a los hechos.

(vmsamano@yahoo.com.mx)