El fantasma del comunismo
. El adjetivo "comunista" se acuña en 1840 para aplicarlo a los asistentes a un banquete de más de mil obreros que reclamaban igualdad en Paris.
El comunismo, de común, compartido, es un movimiento utópico que plantea un cambio radical en la estructura socioeconómica que supone la propiedad compartida de los medios de producción, y la inexistencia de clases sociales, del mercado y del Estado mismo. Algo verdaderamente utópico e irrealizable, que tiene su antecedente en la República de Platón y en los primeros cristianos, con el comunismo primitivo. El adjetivo "comunista" se acuña en 1840 para aplicarlo a los asistentes a un banquete de más de mil obreros que reclamaban igualdad en Paris.
Tras la revolución industrial de principios del siglo XIX y el surgimiento de un capitalismo cavernario que produce profundas desigualdades y una clase obrera sobre explotada con jornadas excesivas y obligada a una vida miserable, un periodista alemán, colaborador en diarios de Estados Unidos, Karl Marx y Friedrich Engels, fundadores de la "Liga de los Justos" rebautizada después como "Liga de los Comunistas" publican en 1848 el memorable "Manifiesto del Partido Comunista" que origina toda una revolución mundial.
Karl Marx publica después, en 1867, su principal obra "El Capital, crítica de la economía política" en que habla de una lucha permanente de clases según la propiedad de los medios de producción, de una pequeña burguesía beneficiada y un proletariado mayoritario y explotado que vende su mano de obra, en una relación de producción, que dialécticamente llama de "amo-esclavo".
Y El Capital, en sus tres tomos, queda no solo como un verdadero tratado filosófico, sino también como un tratado de economía en oposición a economistas clásicos como Adam Smith, y en tratado político. Una obra cumbre del pensamiento socioeconómico, la de mayor influencia y que produjo profundos cambios en el siglo XX y sigue siendo objeto de debates. Y el comunismo no solo es hostil al capitalismo, sino también al imperialismo y a la religión, a la que Marx calificó como "el opio para el pueblo"
Estas teorías se pusieron en práctica por primera vez en Rusia, aún cuando Karl Marx afirmaba que en donde debían florecer era en Estadios Unidos. Surgió el término "Marxista", que el mismo no aceptaba, pues decía: "yo no soy marxista".
Y Rusia, que no llegó al comunismo, trató de construir el socialismo, pero fracasó en este intento intermedio, gracias a la "quinta columna" de los traidores a su patria
Mijail Gorbachov y Boris Yeltsin que como sirvientes del imperialismo, se dedicaron a la ingrata tarea de desintegrar su país, logrando que 14 repúblicas, antes federadas, se convirtieran en independientes, algunas de ellas, como Ucrania, al servicio completo de occidente, en un obsesivo enfrentamiento contra Rusia. La fórmula de socialismo "de cada quien según sus capacidades y a cada quien según sus aportaciones" diferente de la del comunismo "de cada quien según su capacidad y a cada quien según sus necesidades".
Y curiosamente en la Rusia socialista no se atacó a la religión; había una educación laica, pero subsistían los monasterios y tal vez los más espléndidos templos ortodoxos, islámicos y de otras confesiones, y de esto fui testigo en pleno socialismo cuando al llegar al hotel en Moscú pregunté a la recepcionista sobre templos católicos y se me proporcionó una lista de ellos y sus horarios de misa. Asistí a mezquitas y templos ortodoxos, bellísimos y espléndidamente restaurados con baños de oro por el gobierno que llamaban enemigo de la religión.
Y hasta la fecha nos siguen espantando con el petate del muerto. La propaganda gringa y especialmente la religión, al servicio del imperialismo, siguen espantando con el fantasma del comunismo, sin saber siquiera que es el comunismo. Constantemente recibo mensajes de curas y obispos que alertan "contra el peligro comunista".