Deciden votantes continuar, y ahondar, la Cuarta Transformación; recuperar lo público, primordial
Ganar las elecciones y construir el poder; niveles de autoridad
ES LUGAR COMÚN pero no menos cierto que se gana una elección pero no necesariamente se gana el poder. Claro, en algunos casos, el poder ya se tiene y sólo falta legitimarlo en las urnas. Me parece que es lo que ha sucedido con la oposición históricamente, sobre todo en las izquierdas: hacer un intenso trabajo a ras de pueblo para lograr llevar esa fuerza a las urnas; cuando otra oposición, como la que vimos en este proceso, no tiene la disciplina del activismo, lo resultados son fallidos. También, otras veces, el poder hay que obtenerlo con el ejercicio del gobierno.
De la misma forma ocurre con la construcción de la autoridad. Lo vemos en la vida cotidiana, cuando en un hogar o en un centro de trabajo falta la autoridad, las cosas no marchan bien. La expansión de la violencia, la inseguridad y la operación de las bandas delictivas –las de cuello blanco y las criminales- sucede ante la ausencia de autoridad. Es el gran desafío para quienes resultaron elegidos en las recientes votaciones. En especial Claudia Sheinbaum, en la Presidencia, y los nuevos gobiernos en los estados, como es el caso de Javier May en Tabasco. Para aplicar la Ley es necesario poder hacerlo (tener el poder), aunque parezca redundante.
A reserva de comentarlo más ampliamente, me parece que uno de los desafíos mayores de Sheinbaum, de May y de todos los gobernadores, incluso de las presidencias municipales, será establecer su autoridad donde ya los grupos criminales y las bandas delictivas, así como otros poderes fácticos (económicos, influyentes impunes) han definido como sus plazas. De alguna forma, la estrategia de recuperar los Centros Integradores anunciada por May Rodríguez tiene que desembocar en el establecimiento o restablecimiento del poder popular, la recuperación del espacio público.
UN BONO QUE DEBE APROVECHARSE
La extraordinaria votación recibida por la doctora Sheinbaum (36 millones de sufragios) y el histórico porcentaje para May Rodríguez (más del 80 por ciento), representan sin duda un bono democrático y de legitimidad que ahora deberá pasar por la prueba de los hechos. No será fácil, pero existe un proyecto delineado desde que en 2018 Andrés Manuel tomó posesión (construido a lo largo de tres décadas por lo menos), y que ahora fue refrendado en las urnas masivamente. Sobre este aspecto escribió en estas páginas el doctor Firdaus Jhabvala: la segunda victoria de AMLO, el masivo respaldo del pueblo y los errores y vicios que llevan a la extinción de los partidos tradicionales (PRI y PAN), si no comprenden el proceso social.
Los nuevos gobernantes –ya en los hechos, aunque tomen posesión formal en octubre-, tienen también que atender los jaloneos internos por el poder. Sobre todo en Morena que no es un partido sino una suma de grupos, liderazgos y hasta visiones e intereses contradictorios. Esa puja se observará en los bloques de diputados que intentarán presionar por la vía de negociar el apoyo o el freno de las iniciativas gubernamentales y presidenciales. También en el acomodo de sus piezas en la administración pública y en los negocios.
En otra colaboración le mencioné cómo era posible que para el Legislativo los candidatos de Morena alcanzaran mayoría (lo que sucedió de manera más arrolladora de lo previsto), pero que esto no significaba en automático una mayoría para el obradorismo. Hay, entre los elegidos, personajes abierta o veladamente anti AMLO. Decir esto no es descubrir el hilo negro; como también los hay profundamente convencidos del cambio, aunque con una diversidad de posiciones.
También veremos si han cerrado las heridas de quienes compitieron por la candidatura de Morena pero desconocen la disciplina y convicción partidista.
Otro es el caso de la oposición donde, ahí sí como se había previsto, el gran sacrificado fue el PRD. Le comentamos que está más que demostrado que en las alianzas el pez grande se come al más chico...a menos de que haya un acuerdo de subsistencia como sucede con el PVEM y el PT.
Como usted sabe, el PRD un partido de las izquierdas históricas (PCM, PMT, PSUM, PMS) pierde su registro nacional. Se abre ahora la interrogante si PRI y PAN deciden seguir como coaligados o sus dirigentes resuelven la fusión formal luego de los resultados del 2 de junio.
Morena, en tanto, tiene abierto el horizonte para ser el partido heredero de las izquierdas y del progresismo, aunque es notorio que falta una intensa discusión sobre sus prácticas internas. Hasta ahora, todo el peso de su acción política ha descansado en el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador. Cierto que hay quienes desde el interior de ese movimiento consideran ociosa la formación de cuadros y las prácticas democráticas, pero su base mayoritaria exigirá mayor participación...y depuración o verdadera enmienda.
AL MARGEN
NO DEJA de ser simbólico e histórico el hecho de que el PRD, nacido de aquel Frente Democrático Nacional (FDN) que marcó el inicio de la desarticulación del poder del PRI, pierda el registro nacional este 2024, apenas en la segunda victoria nacional del movimiento fundando por López Obrador. En 1994 los solaztequistas con Cuauhtémoc Cárdenas obtuvieron 5 millones 852 mil votos; en 2000, también con Cárdenas, 6 millones 250 mil; en 2006, con AMLO, 14 millones 756 mil (más del doble que seis años antes) y en 2012 también con AMLO, 15 millones 848 mil, fraudes y alianzas aparte. La debacle del PRD quedó marcada en 2018, cuando AMLO obtuvo más de 30 millones de sufragios y los solaztequistas comenzaron su desmantelamiento político aliándose con el PAN y MC, para obtener como partido menos de 3 millones de papeletas. Para el 2024 la dirigencia perredista dio un paso más al abismo: se alió también con el PRI y el PAN, asociación que le dejó apenas poco más de un millón de votos, lo que significó menos del 2 por ciento del total de votos válidos. (vmsamano@hotmail.com)