Cuaderno de notas
2007, año inolvidable
En la memoria colectiva está presente la inundación de 2007. Es difícil olvidar los días aciagos del 28, 29, 30 y 31 de octubre, y los siguientes de noviembre de aquel año. Es imposible olvidar el caos, los afectados y damnificados que superaron la cifra de un millón de habitantes, los daños materiales y las pérdidas humanas.
Nada se puede olvidar, menos el desbordamiento de ríos y lagunas. Estas imágenes de lo que creemos es o fue "La gran inundación" están no solo en el memorial colectivo, sino documentado a través del registro fotográfico de aficionados y profesionales. Por cierto, recientemente han circulado —por enésimo año— fotografías de calles anegadas, como la de Méndez, Mina, Malecón, entre otras, de aquel fatídico octubre de 2007; hace 16 años.
Este registro fotográfico pasó, además, a otras formas escriturales emanadas del periodismo y la literatura: la crónica, el reportaje, el cuento, el ensayo, la novela y la poesía. El fin, testimoniar un suceso que en muchos dejó una gran enseñanza: que será imposible ganarle a la naturaleza. En otros, el hecho pasó inadvertido, y una vez que el agua regresó a su sitio, retornaron a su hábito animal: tirar basura y rellenar terrenos.
Por medio de los diversos géneros periodísticos y literarios, la inundación de 2007 recuperó pasajes y paisajes del paso constante de los ríos, que dejaron sus cauces y se metieron entre el caserío, de un caserío que creció de manera exponencial en zonas en donde antes el agua fluía. Las crónicas describieron los rostros de la desesperanza en los días de la tragedia, del éxodo, de vivir en albergues y de comer en cocinas de la milicia. El reportaje tejió los datos para dimensionar la tragedia y retomó testimonios. El ensayo buscó argumentar el porqué de la inundación que destruyó casas, comercios, carreteras, puentes y la infraestructura hidráulica. En resumen, la fotografía (el video también) y la escritura nos dieron un gran material para no olvidar La gran inundación.
¿Es idóneo recordarla? Desde luego, pero no es lo único. Mi abuela Edilia Córdova Caraveo me contaba sobre los meses que duraba la inundación a mediados del siglo XX. No había Plan Hídrico, no había apoyo de gobierno, no había un sistema de presas en el Alto Grijalva, mismas que se construirían en los años setenta. La cultura era: hacer tapancos y salvaguardar los enseres domésticos. Eran los tiempos de la carne salada.
Con los años dejó de haber inundación, aparentemente. Estas continuaron, pero sus daños ya eran menores para los años ochenta del siglo pasado, aunque sí hubo una inundación severa. Los académicos, científicos, investigadores e historiadores no se equivocan: las inundaciones en Tabasco son una constante. No debemos vivir en el error de que hay inundación siempre y cuando esta solo se registre en Villahermosa. Los ríos atraviesan toda la planicie tabasqueña y las afectaciones están en todo su territorio.
Ha habido inundaciones, de acuerdo con reportes históricos, en los siglos XVlll y XIX, por ciclones y tormentas tropicales. Cada diez, veinte o treinta años, de consideración: en 1912, 1918, 1921, 1922, 1927, 1929, 1930, 1932, 1926, 1941, 1942, 1943, 1944, 1952, 1955, 1969, 1973, 1980 y 1999, tanto en Villahermosa como en todos los municipios de Tabasco.
En mi experiencia, tengo presente la inundación de 1980 por medio de testimonios, y la de 1999 porque cubrí —para la radio— el desbordamiento del río Carrizal que inundó un segmento de Villahermosa. Así como un sinfín de crónicas que escribí en 2007 para Excélsior, la agencia española EFE y Grupo Imagen. A veces solemos decir, "La gran inundación de 2007 nos dejó una gran experiencia", pero mandamos al archivo del olvido todo el historial que antecede a 2007. Desde finales del siglo XX nos narran el cuento que no nos inundaremos. Es falso por muchos factores: el crecimiento poblacional, el crecimiento urbanístico (más casas en fraccionamientos y más plazas comerciales en zonas bajas), la tala inmoderada en las márgenes de los ríos, la apropiación de terrenos en zonas federales, el botín político —y en tiempos electorales— que representa el solo tema la inundación.
Villahermosa (como Cunduacán, Jalpa de Méndez, Nacajuca, Centla y Jalapa, y otros municipios) seguirán inundándose, no porque el cárcamo sea encendido a destiempo durante la lluvia, sino porque el agua seguirá buscando los lugares que le arrebataron con el crecimiento urbanístico. Mientras no haya reordenamiento, una recuperación de zonas federales, una reforestación, y un plan auténtico para saber qué hacer o cómo encauzar el agua, será difícil evitarlo. El talón de Aquiles es que poco se cree en los gobiernos cuando nos hablan de los dineros para estas obras.
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Mención aparte merece lo que ha ocurrido en el estado de Guerrero, ante las afectaciones por el paso del huracán Otis, categoría 5: ¿Hubo negligencia en el gobierno de Guerrero, y en el Federal, porque no se previno a la población de lo que podría suceder? Desde luego que sí. De entrada, resulta importante recuperar la zona costera, y casi a la par, el deslinde de responsabilidades.
@Librodemar