Los suspirantes
Jorge Luis Borges, quien entendió la literatura como un espacio lleno de vida, es una figura universal de las letras
Borges: bibliotecario del paraíso
La próxima semana, el jueves 24 de agosto para ser preciso, se conmemoran 124 años del natalicio de Jorge Francisco Isidoro Luis Borges, el célebre escritor y ensayista argentino que muchos citan, incluso más de los que en verdad han dedicado tiempo a leer sus obras, quizá porque terminan amedrentados por su aspecto de exorbitante intelectual.
Jorge Luis Borges, quien entendió la literatura como un espacio lleno de vida, es una figura universal de las letras al que vale la pena acercarse para oxigenar el espíritu. Su obra no solo permanece intacta, sino que crece y revive en los nuevos lectores. Es un texto abierto que la imaginación de cada lector es capaz de moldear.
Algunos de los temas e imágenes que impregnan los escritos del autor son el laberinto, las bibliotecas, los héroes, los espejos.
Sí, laberinto, dominio de lo irresuelto, como aquel del que nos cuesta trabajo salir cuando vivimos tiempos angustiosos.
Sí, bibliotecas, como los templos que reservan para la humanidad los secretos de la sabiduría y a las que Borges equiparó con el paraíso; en caso de desaparecer los libros —dijo— desaparecerán la historia y los seres humanos.
Sí, héroes, enemigos de falsas ataduras, como los seres extraordinarios en que podemos convertirnos para superar las adversidades más difíciles.
Sí, espejos, objetos con sentidos simbólicos variados, a los que Borges llamó reflejos de Dios, puertas de acceso a la creación perfecta, donde podemos mirarnos y decirnos a nosotros mismos que somos capaces de renovarnos eternamente.
En “La Chacarita”, poema que Borges escribió para evocar la construcción del cementerio donde fueron sepultadas las víctimas de la fiebre amarilla que asoló a Buenos Aires en 1871, señala: “La muerte es vida vivida / la vida es muerte que viene; / la vida no es otra cosa / que muerte que anda luciendo”.
Las anteriores líneas confirman que el autor argentino asumió el concepto enigmático de la muerte como contemplación del alma o la revelación del verdadero sentido de la vida.
BIBLIOTECARIO DEL PARAÍSO
Podrán llamarle capricho del destino o satírica tragedia, pero la última parte de la vida del poeta fue una especie de oxímoron. Imagínese lo que pudo haber representado para un amante de los libros quedarse ciego.
No obstante, el autor de “El Aleph”, de quien se dice era corto de vista desde niño, vuelve literariamente productiva la pérdida de su visión. Borges, ya ciego, fue designado director de la Biblioteca Nacional de Argentina en 1955. ¡Qué contrariedad! El yo lírico queda ciego y no puede disfrutar de su pasión de leer y estudiar, pese a que está rodeado de miles de libros.
En medio de la nostalgia que apresó su corazón desde mucho antes, cuando supo que estaba predestinado a una ceguera crónica —al igual que su padre y sus abuelos—, su obra pasó de la escritura al dictado. Así es como podemos entender el sentido de los versos del maravilloso “Poema de los dones”:
“Nadie rebaje a lágrima o reproche / esta declaración de la maestría / de Dios, que con magnífica ironía / me dio a la vez los libros y la noche. […]
“Lento en mi sombra, la penumbra hueca / exploro con el báculo indeciso, / yo, que me figuraba el Paraíso / bajo la especie de una biblioteca”.
Pese al lento crepúsculo que lo aquejó desde que empezó a ver, hasta volverse eclipse, Borges resplandece, se proyecta luminoso en el firmamento de las letras universales.