¡Viva Italia!
Habitando en nuestras ciudades imaginarias, el escritor Italo Calvino detiene su pluma
Habitando en nuestras ciudades imaginarias, el escritor Italo Calvino detiene su pluma. El hilo narrativo del relato ha optado por gobernar el diálogo, reorientándolo hacia una realidad alterna ajena a los intereses literarios del narrador y confundiendo a los personajes. La realidad se proyecta fuera del papel imponiéndose a su antojo… la historia, independizada de su eje, continúa arrasando todo a su paso. No podemos aventurar el fin de la contienda.
Un día, la civilización del águila bicéfala quedó sepultada en una fina y gruesa capa de arcilla, cubriendo su esplendor. La belleza de sus muchos edificios con altos minaretes de energía libre pasaron al olvido. Poco se sabe de esa época, no obstante, al tiempo, una nueva sociedad se levantaría dando forma a nuestro presente, escribía el novelista esforzándose por retomar el hilo del relato. Pero poco podía hacer: Neptuno finalmente había sido liberado de su largo cautiverio.
Un nuevo futuro se planta frente a nosotros. La vida cotidiana que disfrutábamos hace apenas unos días, está siendo irremediablemente trastocada por esta plaga aparentemente desconocida, que ataca a todos, pero particularmente es más letal en la generación longeva: los ancianos. ¿Cuántos años serán necesarios para regresar sin preocupaciones a las celebraciones de festejos gozosos con los amigos, de viajes turísticos placenteros, del descanso ameno frente al oleaje del mar, ensimismados por el reflujo de las olas agolpadas a nuestros pies y ocupados en la tarea interminable de construir castillos de arena de nuestros proyectos deseosos?
Please stay at home!, es la consigna incesante en boca de todos, como campanadas sombrías previas a la gran batalla; pero el enemigo ya está aquí, deslizándose subrepticiamente en cada estornudo, sorprendiendo a todos por igual. Nos pertrechamos para la guerra, algunos acumulan papel de baño, otros, los que menos tienen, reúnen un par de bolsas de frijol y arroz, asustados por el barullo de los comentaristas.
Los hombres del poder con sus largas sonrisas, finalmente aceptan enfrentar esta guerra interminable. El relato apocalíptico se aleja de las manos del profeta y se posa en las de todos por igual, como afiladas armas del futuro, bañadas en un iridiscente y blanquecino gel que promete inmunidad frente al enemigo. Pero la inmunidad es tan solo de unos cuantos, decidida al azar por la conciencia de esa máquina frenética golpeteando símbolos mágicos sobre el papel en blanco de la salud.
¡Salud! escucho decir al vecino a mi lado con su vaso de cerveza al aire mientras pensaba estas líneas. Es una exclamación vibrante que despide a los últimos parroquianos de la noche, un brindis por los que no llegarán… al café con los amigos por la tarde, a los repetidos convivios impregnados de relatos alrededor del bullicio del día festejando la vida, los momentos gratos, los amores perdidos o los nuevos por llegar; al éxito luminoso o el fracaso aleccionador. En fin, a todos esos instantes que nos recuerdan la existencia momentánea, en esta estación prometedora de nuestro largo viaje.