Trabajo e identidad (II)

Aquellos migrantes españoles pensaban que el trabajo

En México, aquellos migrantes españoles y que, en parte dieron origen a nuestra Nación traían en mente una idea del trabajo totalmente distinta a la ética del trabajo, religiosa y devocional, de los migrantes calvinistas del Norte.

Aquellos migrantes españoles pensaban que el trabajo, el trabajo físico y manual, era degradante y humillante, sólo para ser realizado por los indígenas y negros esclavizados. Aspirantes a ser nobles, a ser hidalgos, aquellos españoles, al igual que la nobleza feudal de España, no podían rebajarse para realizar trabajos propios de indios y de negros. Y esos complejos duran hasta el día de hoy en muchos mexicanos.

No pasaba por la cabeza de aquellos españoles, como en los calvinistas de Norteamérica, una ética religiosa del trabajo para ganarse la redención de Dios. Para ganarse el perdón a sus pecados y ganarse la salvación, aquellos españoles y demás personas, contaron desde un principio con la complicidad de un cura alcahuete y negociante, para no ir al infierno y ser salvados.

Esa complicidad, el soborno de los curas, de cobrar el diezmo o de vender indulgencias, para asegurarle el cielo al pecador se hizo costumbre en México, echó raíces, y se extendió a otras actividades de nuestra vida cotidiana hasta nuestros días: con los jueces, con los tranchos, con el burócrata, con algunos periodistas y dueños de periódicos, con los dueños de las televisoras, con algunos maestros que cobran por la calificación.

 Y hoy nuestro lenguaje está lleno de términos para nombrar los actos de corrupción que en nuestra vida cotidiana nos son tan naturales; ya no se les dice diezmo, ahora se les dice mordida, embute, chayote, embarrada, ponle a la pelota, el que no tranza no avanza, etcétera, etcétera, etcétera.

Los indicadores fríos hablan por sí solos. De una calificación de cero a diez los países con mejores calificaciones, de ser los menos corruptos son: Dinamarca y Nueva Zelanda con calificación de 88; Finlandia, Suecia, Suiza y Singapur con 85 de calificación. Alemania y Luxemburgo con 80; 3 Australia, Canadá, Hong Kong, Reino Unido con 77. Austria y Bélgica con 76; Islandia y Estonia, 75 y Japón e Irlanda con 74 de calificación.

Y México, nuestro amado país, salió reprobado con una deshonrosa calificación de TRES. Salió calificado dentro de los países más corruptos del mundo. Sin duda, y aceptémoslo, somos un país mayoritariamente corrupto. Y en cuanto a tenerle mucho amor al trabajo, pa’ qué les cuento: no todos los mexicanos se caracterizan por ello. Hay que aceptarlo, muchos mexicanos son flojos y no les da vergüenza vivir de zánganos o de ser unos mantenidos. No le echemos toda la culpa a los niveles de desempleo.

URGE A FONDO UNA VERDADERA REFORMA EDUCATIVA. Una educación que nos vuelva más honestos y honrados, que no propicie los acordeones y la mala costumbre de copiar exámenes. Eso es corrupción. Urge una educación que no se quede en la inercia conceptual, que no sólo eduque la mente del educando. Urge una educación que llegue a nuestros corazones y motive nuestras almas. Una educación integral. Una educación catártica que transforme al hombre como lo recomendaba Aristóteles y lo hacían los antiguos griegos.