Un suicidio anunciado

Tiempo de canallas -como diría Lillian Hellman- el que vivimos

Tiempo de canallas -como diría Lillian Hellman- el que vivimos. Temporada de mentiras y calumnias la que apenas comienza. Días, los nuestros, en los que, el odio de una estridente minoría toma por asalto los medios de comunicación convencionales y satura las redes sociales.

Desesperada y rabiosa, la derecha conservadora -a diferencia de lo que sucede en Europa- no encuentra en nuestro país, afortunadamente, el camino para conectar con los instintos más primitivos de la gente y conquistar de nuevo el poder.

Sin perspectivas reales de victoria y en lo que puede considerarse un suicidio anunciado, la oposición ha renunciado, en los hechos y justo antes de que se inicie la que para ella será "la madre de todas las batallas", a la acción política y ha cedido los trastes a un grupo de "líderes de opinión".

En manos de charlatanes -que antes tuvo a su servicio y ante los cuales hoy se doblega- ha quedado pues la oposición en México. A falta de demagogos eficaces para crear el clima de crispación que facilitaría su retorno, apuesta por mentirosos y calumniadores contumaces.

Incapaz de vencer en las urnas o en la tribuna parlamentaria. Incapaz de establecer alianzas firmes y duraderas. Incapaz también de entender lo que mueve a la ciudadanía, la derecha se ha vuelto una grey furiosa que reproduce maniática y religiosamente lo que le dictan sus profetas.

Dogma de fe es para los conservadores la calumnia. Evangelio son las filtraciones. Verdades reveladas, las noticias falsas. Innecesarias las evidencias.

Inexistente el rigor y la ética periodística.

Como en los días aciagos de los que habla Lillian Hellman pretenden, estas y estos "creyentes", que el oscurantismo y la intolerancia se instalen entre nosotros. Es la suya, como fue la del senador McCarthy, una cruzada anticomunista. El problema es que, solo en su cabeza, existe la "dictadura obradorista" y es este un "peligro rojo" para México.

Solo para ellos son "mártires" y "perseguidos políticos"; las y los columnistas, intelectuales y presentadores de radio y Televisión que -como no lo hicieron nunca- dicen lo que les da la gana y no lo que les ordenan, y gozan de una libertad de expresión, a la que antes no honraron y que hoy traicionan impunemente.

Solo en la cabeza de los conservadores, esa mayoría ciudadana que, en cada elección desde el 2018, ha reafirmado su decisión de cambiar de régimen, es una "masa" ignorante y manipulable. Solo en su imaginación Andrés Manuel López Obrador es un mesías que sedujo y engañó a un pueblo crédulo.

Hace ya tiempo que la gente en México no comulga con ruedas de molino; los grandes medios y sus grandes figuras han perdido lectores, audiencia, prestigio, credibilidad.

En el mismo saco han echado las grandes mayorías, esas que protagonizaron la insurrección cívica hace 4 años y se muestran dispuestas a levantarse en urnas de nuevo en el 2024, al viejo régimen y -salvo honrosas y contadas excepciones- a las y los más influyentes líderes de opinión.

Por eso la ofensiva mediática contra López Obrador, pese a su intensidad, masividad y constancia ha fracasado. Por eso, el renunciar a la política y apostar por el bombardeo de calumnias y mentiras, es un suicidio anunciado tanto de la oposición como de esas y esos líderes de opinión que, en esta cruzada en la que ofician de profetas, están echando su resto.

Tiempo de canallas el que vivimos. Temporada de mercenarios. Vendrán una tras otra las oleadas de calumnias. De poco o nada servirán. Crédulo e ignorante es quien piensa que, aquí, no está en marcha una inédita "revolución de consciencias".