El conflicto político

"Se debe poner como guardianes de una cosa a los que tienen menos deseo de usurparla". Maquiavelo.

El ruido político de nuestros días aumenta sus decibeles y se vuelve ensordecedor. El escenario —real y mediático— llega a ser tan estridente que cuesta trabajo tomar distancia para analizar con sensatez el contexto. Lo que se impone es un espacio para la distorsión y el imperio de los adjetivos: bueno, malo, simpático, odioso, experto, incompetente, popular, relegado.

Todavía no hay formal ni legalmente una campaña electoral, pero el hervor emocional llega a sus límites en todos los partidos, bloques o coaliciones. Aplica aquella premisa de que el conflicto —o al menos la posibilidad de que exista— atrae el interés de la opinión pública y alimenta el espectáculo político con todo y su poder para despertar pasiones, temores y esperanzas. La colisión de contrarios siempre levanta expectativas.

Escribió Enrique González Pedrero que "donde está el hombre hay conflicto. La razón es paradójica: el "zoon politikon" es un animal social y la vida en sociedad es conflictiva en la medida en que son muchos los intereses diversos que se entretejen y, a la vez, se contraponen. Ahí reside la legitimidad de la política y de lo que antes se nombraba, no sin cierta grandilocuencia, el arte de gobernar" (La cuerda tensa, 2006). El arte al que alude González Pedrero es el que al final de cuentas debe imponerse para evitar que la discordia prevalezca sobre el interés colectivo; el arte que debe imponerse para tomar en cuenta intereses y puntos de vista opuestos, con la finalidad de concertarlos y armonizarlos.

La idea de conflicto que subyace en el pensamiento del exgobernador de Tabasco se alinea a los argumentos que podemos encontrar en la obra de Maquiavelo, para quien el pueblo resulta ser necesariamente múltiple y, por ende, esa multiplicidad es conflictiva. Todos los actores sociales con intereses en la "cosa pública" tienen características y atributos diferenciales que dan lugar a los antagonismos.

Por supuesto que Maquiavelo no fue el único que se refirió al tema del conflicto. Muchísimo antes lo hizo Platón, quien sostenía que el conflicto político es causado por la debilidad del ser humano, razón por la que era preferible un gobierno de leyes a un gobierno de hombres, ya que estos últimos pueden deformar la verdad y transgredir el orden público. En palabras de Immanuel Kant, el ser humano necesita de un orden regido por leyes que sometan su voluntad a una voluntad general. Estos planteamientos revelan la importancia de que en los procesos electorales donde hay cargos en disputa las reglas sean, además de claras, aceptadas por todos.

Pero volviendo al valor de la política como arte del consenso, es preciso que los actores hagan parte de sus perfiles ciertas conductas que contribuyan a que las pasiones y los deseos se atemperen, con miras a lograr acuerdos. Entre estas normas de vida se encuentran la coherencia, la probidad y la ética pública.

Coherencia es la actitud consecuente de cualquier persona con relación a una postura previamente asumida. Por ejemplo, si se muestra preocupación por el desarrollo de la sociedad y con esa bandera se navega en el mar de la política, entonces no hay que cambiar esa actitud al vaivén de los intereses particulares.

También coherencia es cuidar las palabras con las que se comunica una idea. Evitar que la garganta sea más rápida que la mente, porque, como decía el filósofo Ludwig Wittgenstein, gran parte de los problemas afloran cuando tratamos a las palabras como si su significado fuera arbitrario, es decir, cuando el lenguaje se va de vacaciones.

De todo se ve en una contienda, y hay días en los cuales el diablo es quien toca la diana. Lo cierto es que, aun cuando el conflicto se torne inevitable, pues está en las entrañas de la política misma, mucho se pavimenta el camino del consenso con la tolerancia, el respeto y la legalidad.

COLOFÓN

Yo soy yo y mi circunstancia, aunque eso también significa la circunstancia creada por los demás.